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Normas Litúrgicas para la Misa

La asistencia a Misa a menudo se convierte en un ritual social más que religioso, en el que se pierden las formas y los contenidos que deben impregnar la celebración eucarística.
La Iglesia Católica, consciente de esta realidad, ha establecido algunas normas litúrgicas básicas que deben seguirse en la celebración de la Santa Misa. Un sentido de religiosidad profunda complementa estas normas. Al hacer cumplimiento de ellas, debemos recordar el gran privilegio que supone participar y asistir a la Misa, cuyos ritos litúrgicos nos ayudan a acercarnos al misterio de Cristo y a recibir la gracia de Dios con la mente y el corazón.
A continuación les dejo algunas normas de educación en la Misa desde mi visión personal del tema:

1ª Puntualidad. Llegar puntual al inicio de la Misa, antes de que el sacerdote se acerque al altar, y aguardar para salir de la iglesia a que él nos despida diciendo: “Podéis ir en paz”. La dos partes de la Misa, la liturgia de la Palabra y la liturgia Eucarística, forman un solo acto de culto. Llegar a tiempo no es solo ser educados con Dios, que nos convoca, sino ser atentos con los asistentes que allí están. Pero si alguien llega tarde o sale pronto, tendrá sus motivos para hacerlo; como cristianos, lo nuestro es comprender y no juzgar

2ª Silencio. La celebración requiere varios espacios de silencio: para examinar la conciencia, escuchar la Palabra de Dios, dar gracias después de comulgar, etc. ¡Qué bien si apagamos los móviles mientras estamos en Misa! Es un pequeño sacrificio. Pero compensa que para hablar con Dios siempre haya cobertura. Y, además, es Dios quien tiene preferencia de paso. No dejemos que haya interferencias que nos distraigan de lo principal. Por eso, en la medida de lo posible, el silencio debe reinar durante la celebración de la Misa.

3ª Comunión. Se puede recibir de pie o de rodillas; en la boca o en la mano. Es el cristiano el que elige de qué manera desea comulgar. Nadie, ni el sacerdote que preside ni el fiel que está en la Misa, tienen autoridad para decidir lo que los obispos han dejado a la libre elección de cada uno. Para comulgar en la mano está bien abrir y alargar la izquierda extendida, poner la derecha debajo de la izquierda, tomar la hostia consagrada con la derecha y llevarla a la boca antes de retirarse al sitio en que uno estaba colocado. Pero todo esto hay que entenderlo sin rigidez y con mucha flexibilidad, porque las situaciones de las personas son muy diversas. Pensemos en los mancos, en los que llevan muletas, en los zurdos, etc.

4ª Rito de la paz. Es un gesto de concordia, de caridad y de unidad, que es extensible a todos. Pero expresado con un ademán corporal sólo con quienes tenemos más cerca y siempre con sobriedad. El sacerdote se la da a todos cuando dice: “La paz del Señor esté siempre con vosotros”. Y sólo la expresa con el gesto a los monaguillos que estén a su lado, a los novios el día de su boda, y a los dolientes más cercanos en algunas Misas por difuntos.

5ª Jesús es el Señor. Cuando entramos en una casa, ¿qué es lo primero que hacemos? Saludar a las personas que viven en ella. Si acudimos al templo, ¿qué es lo primero que debemos hacer? Mirar dónde está el sagrario dentro del cual se halla Jesucristo sacramentado. Ante él, como signo de adoración, doblamos nuestra rodilla con respeto y con amor. Y eso debemos hacer siempre que pasemos delante del sagrario. No es señal de sana religiosidad detenernos ante las imágenes y olvidarnos del Señor.

6. En gracia. Es condición indispensable para poder comulgar estar en gracia de Dios. Quien tiene conciencia de haber pecado sólo debe acercarse a la comunión después de haber obtenido el perdón en el sacramento de la Penitencia. Los pecados que llamamos veniales se perdonan de muchas otras maneras. Y no hay que olvidar que, no habiendo ocasión de confesarse, se puede comulgar después de haberse arrepentido de los pecados cometidos, y con intención de confesarse en la primera ocasión posible.

7. Participación. Hay partes de la Misa que pertenecen sólo al sacerdote. Otras pueden hacerlas los fieles: lecturas (pero no el evangelio), salmo responsorial, antífona de entrada, cánticos, etc. Por eso se alienta la participación en la Misa de aquellos que lo deseen. Y tanto el sacerdote como los fieles deben estar preparados, vocalizar bien y pronunciar con claridad, de manera que todos oigan y entiendan. Nadie tiene la exclusividad. Todos somos “siervos inútiles”. Sacerdotes o laicos deberíamos hacer los gestos y decir las palabras impregnados de unción sagrada, de tal modo que hagamos visible a Jesús.

8º Arrodillarse en ciertos momentos durante la Misa es la respuesta humana a la epifanía de Cristo, una forma de mostrar humildad y de orar. Pero se trata de un gesto totalmente voluntario.

9. Sin rutina. La liturgia se degrada cuando la reducimos a un ritualismo puro y duro, a una participación externa pero sin alma, a la corteza de un árbol pero sin savia. Las palabras de Jesús: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”, debemos de tenerlas siempre presentes en nuestra memoria.

Recordad que el seguimiento de estas sencillas normas de educación harán que la celebración sea solemne y nos ayudará a conservar el sentido verdadero de lo que es la Santa Misa. Comprender los rituales litúrgicos y el por qué de los gestos y signos que se realizan, nos permiten profundizar en el insondable misterio que se celebra y elevar el alma a la adoración de Jesucristo.




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