Escribir una novela. Son palabras que más de uno se ha planteado y que han conducido al inicio de una carrera como escritor. O a intentar adentrarse en este viejo y noble oficio de escritor. Nunca tan pocas palabras significaron tanto esfuerzo, sacrificio, y perseverancia. Porque escribir una novela es uno de los ejercicios más difíciles que se puedan realizar. Hay que pensar en una idea original, un argumento que cautive y desarrollarlo de forma que suscite el interés de los lectores y plasme todo aquello que querías contar. Hay que documentarse, investigar, viajar, redactar, corregir, inspirarse, vivir…
Mi experiencia como escritor y a la hora de escribir siempre es un desafío y siempre es satisfactorio. Escribir, que es un trabajo duro en el que pocas personas te pueden ayudar, necesita mucha motivación personal y determinación. O de lo contrario no tienes nada que hacer en este oficio. El escritor necesita afrontar cada proyecto con el mismo entusiasmo de la primera vez. Así lo hago yo con cada nueva novela que escribo y cada una de ellas me proporciona satisfacciones diferentes, nuevas, y complementarias. Mi proceso para crear una novela sigue una pauta: encontrar o crear un buen argumento, que es una fase crítica porque en ella se asienta todo lo demás; documentar todos los aspectos que incluirá la novela, hasta el más mínimo detalle, o recopilar testimonios e información, algo que le confiere la credibilidad necesaria; redactar y corregir tantas veces como sea necesario hasta la perfección, siempre con pasión y entrega absoluta, sin desánimo y sin embobarse con cosas superfluas, y que es algo que se transmite al texto. Escribir te da experiencia y la experiencia forja el oficio.

Cada novela es distinta y cada escritor tiene su estilo, para mí lo ideal es mezclar creatividad y planificación a partes iguales. Llega un punto en el que el escritor racional debe hacerse a un lado y dejarse llevar por el argumento y los personajes, dejar que la inspiración brille y haga su magia. Personalmente, me gusta basar muchos pasajes en hechos reales, lo que proporciona una dimensión cercana al argumento y los personajes. También me gusta recrear algunos de esos pasajes cuando es preciso para bucear en los detalles y hacerlos creíbles. No soy proclive a largas argumentaciones o muy complejas, creo que unas pocas palabras bien documentadas y acertadas sirven al propósito de recrear escenarios, personajes y situaciones. Lo rebuscado cansa, lo conciso invita a seguir leyendo.
Este proceso lo he aplicado con éxito en mis novelas “El agente protegido”, “Tierra de sueños”, “El Equipo Ejecutivo”, “Lobo Gris”…En todas ellas siempre he construido historias basadas en la realidad o muy próximas. Creo que como escritores tenemos una cierta responsabilidad de reflejar el mundo en el que vivimos, siempre desde la perspectiva que le toca a uno y su experiencia y conocimiento personal.

Actualmente, el trabajo del escritor no termina en la redacción de la novela. Hoy es preciso implicarse a fondo en la promoción, ya que es el autor quien más va a dar la cara por su obra, quien puede aportar realmente un valor añadido. Con el cambio de paradigma editorial que se está dando en todas partes, mi experiencia me ha demostrado que además es imprescindible implicarse en la gestión de tu propia carrera literaria. Ya no sirve dejarlo todo en manos de la editorial o la agente literaria (lo digo en femenino porque son mayoría las mujeres que se dedican a ello). Hoy, es preferible que sea el propio autor quien lleve las riendas de su carrera mediante fórmulas innovadoras que no siempre responden al tradicional modelo de vinculación con una editorial grande. Soy de los que creen que este cambio en el sector de los libros es una gran oportunidad de mejora y que debe beneficiar realmente a los autores ampliando sus márgenes de decisión y beneficios, dado que hasta ahora hemos sido los grandes discriminados en ambos aspectos. Una situación injusta que ahora puede cambiar y que, de hecho, está cambiando. Las fórmulas de edición para llegar al mercado son actualmente muy versátiles y amplias. Los escritores deben aprovechar esta situación para aumentar su poder real y sus beneficios. El verdadero cambio es la ascensión del escritor como la figura central del sector.
Muchos autores, entre los que me encuentro, preferimos gestionar nuestras propias carreras literarias lejos de la dictadura y el compadreo de las grandes editoriales, aunque eso implique mayor esfuerzo para llegar al público, renunciar a premios, palmaditas en la espalda (casi siempre falsas), reconocimientos públicos, o sacrificar presencia en los medios de comunicación. Las ventajas compensan todo eso. Como escritor siempre me rodeo de los mejores profesionales y actúo con independencia, ajeno a la esclavitud de las modas que impone el mercado, respeto a las opiniones ajenas, y con la pasión verdadera y el respeto que el oficio de escritor merece; esta sería mi contribución honesta y humilde a otros compañeros de profesión.