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Huracán Sandy

El paso del huracán Sandy estos días pasados por Estados Unidos ha hecho realidad una de las alertas que venimos anunciando desde la comunidad de inteligencia y otras agencias federales. No ha sido una sorpresa porque llevamos más de dos años clasificando las catástrofes naturales como uno de los grandes riesgos para la seguridad nacional.
Mientras muchos apuestan por poner toda la atención a las agresiones y riesgos externos, un puñado de expertos en inteligencia venimos alertando también insistentemente en la necesidad de movilizar más especialistas, recursos y medios en las áreas donde se producen las catástrofes naturales (inundaciones, huracanes, terremotos, riadas, nevadas, ciclones, incendios, etc), que se van a producir con más intensidad y más frecuencia, de hecho ya hemos entrado en esa fase que podemos considerar crítica y que afecta gravemente a la seguridad nacional y a servicios esenciales del país.

Desde los servicios de inteligencia estadounidenses se viene trabajando en la puesta en marcha de sistemas de alertas a los ciudadanos y mejores comunicaciones inter-agencias, así como en la detección temprana de riesgos de catástrofes con la colaboración de agencias federales y estatales, como el Centro Nacional de Huracanes, el National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) o el Servicio Geológico de Estados Unidos, de hecho, esto hizo posible preparar mucho mejor la reacción ante Sandy, pero aún hay mucho más por hacer en cuestión de divulgación y de preparación de respuestas a este tipo de emergencias nacionales.
Lo ocurrido en Nueva York, New Jersey, Virginia, Connecticut, Maryland y buena parte de la costa Este y el medio oeste de Estados Unidos, sometidos a la fuerza del viento y graves inundaciones y copiosas nevadas, consecuencia directa del golpe frontal de Sandy, nos recuerda trágicamente una vez más que toda medida es escasa cuando se trata de prevenir y salvar vidas e infraestructuras vitales del país. Por ello las alertas desde inteligencia deben ser atendidas como una prioridad, en la misma línea que las alertas antiterroristas, sin caer en el catastrofismo pero con responsabilidad ante unos riesgos que van a seguir aumentando y se configuran como algunos de los más peligrosos para nuestra seguridad nacional.

Para dar respuesta a este desafío no sólo debemos movilizarnos más y mejor en las agencias federales responsables de inteligencia, seguridad o climáticas, que también, sino en primer lugar desde la presidencia, concediendo la importancia y prioridad que tienen estas alertas cuando se lanzan en cada momento. Es por ello que esto se configura en uno de los retos para el próximo presidente de EE.UU, sea Obama o Romney, con el fin de desarrollar y poner en marcha medidas efectivas, desde formar más especialistas a habilitar más medios materiales y humanos para hacer frente a las catástrofes naturales.




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