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Los 100 primeros días del Presidente Obama


Se han cumplido los 100 primeros días con Barack Obama en la Presidencia y se multiplican por doquier los análisis sobre este período. Muchos a favor y algunos en contra, dependiendo del enfoque ideológico de quien lo analiza. Pero, ¿qué podemos concluir realmente de estos primeros 100 días?
Analicemos la cuestión con absoluta objetividad. El Presidente Obama ha superado con notable éxito este balance inicial y es aprobado por una gran mayoría de los ciudadanos norteamericanos, que le otorgan un elevado 63% de apoyo y popularidad en las encuestas; algunas incluso el 68%. Y un 75% valora positivamente sus aptitudes personales.
¿Merecido? Sin duda. Estos primeros tres meses de Presidencia han sido una vorágine de iniciativas y trabajo duro de proyectos e impulso al país. El balance no puede ser considerado aún significativo porque muchos de esos proyectos emprendidos por el Presidente Obama están apenas empezando su etapa.
¿Ha cometido errores? Desde luego, pero nada que se pueda considerar grave o irreparable. La Presidencia de Obama aún está en esa etapa de los buenos deseos por cumplir.
En este tiempo el Presidente ha dado la sensación de estar al mando del timón. Para muchos en el camino correcto, para otros muchos en el equivocado, pero al fin y al cabo al timón del país. De hecho, su actividad en este período ha sido frenética, tanto a nivel nacional como internacional, acorde con las expectativas levantadas.
Sus decisiones han puesto de manifiesto que es un presidente firme y audaz. También intervencionista en lo económico, probablemente en exceso, pero la excepcionalidad de la mayor crisis en seis décadas es un factor a tener en cuenta; aunque es evidente que la ha aprovechado para sacar adelante proyectos como la reforma sanitaria.

Su carisma lo mantiene en la cresta de la ola, con suficiente prestigio y capital político, a la espera de que sus decisiones cosechen resultados y dictaminen el éxito o el fracaso. Porque no nos engañemos, una enorme parte de los ciudadanos norteamericanos quieren creer que Obama sabrá conducir a los Estados Unidos al fin de la crisis económica, su más grande objetivo, y en el que se juega su futuro y prestigio.
Más allá de la lucha partidista e ideológica normal, siempre sana en democracia, hay un Presidente que está trabajando por los Estados Unidos, conforme a su agenda, la que votaron en las urnas millones de norteamericanos. En cualquier caso, sigue habiendo millones de ciudadanos que no lo hicieron; el apoyo de gran parte del país tampoco es un cheque en blanco, y se mantiene vigilante.
No podemos valorar estos 100 días más que como este breve período de tiempo, en el que Obama ha emprendido numerosas iniciativas y se ha declarado: «Contento con los progresos que hemos logrado, pero no satisfecho«. No podría porque es muy pronto para tener resultados. El único es el gasto disparado que ha endosado al país.

Obama trata de cumplir con su programa electoral y se ha centrado en este tiempo en aumentar el gasto y las inversiones destinadas a nuevas fuentes de energía, especialmente medioambientales, en educación, transporte de alta velocidad, y sanidad; todo ello con el fin de impulsar la economía y una renovación y mejora de las infraestructuras generales de los Estados Unidos. El tiempo dirá si lo consigue.
Su decisión de cerrar Guantánamo en el plazo de un año (algo que Bush ya se planteó hacer, pero en un plazo indeterminado), las 19 órdenes ejecutivas y las trece leyes firmadas, además de sus exitosos viajes por Europa, Latinoamérica, Iraq, y Canadá, el calendario de retirada de tropas de Iraq (ya decidido durante la Administración Bush), el rescate del capitán Phillips en Somalia, la nueva estrategia de aumento de tropas en Afganistán, y la crisis de la gripe H1N1, han jalonado estos 100 días con Obama en la Casa Blanca. Pero han sido la crisis y los millonarios paquetes de estímulo económico y rescate de bancos, aseguradoras, automovilísticas, etc, los que ha marcado esta etapa, con un gobierno decidido a intervenir como nunca en la vida pública.

La cuestión de Guantánamo, que ahora empieza a descubrir que no es tan sencillo de cerrar como pensaba, y la polémica de los documentos clasificados sobre las técnicas coercitivas de interrogación empleadas por la CIA, han supuesto una prueba de fuego para el Presidente Demócrata. Una metedura de pata a medias, coherente con su discurso de las elecciones, pero que ha chocado con la realidad de la lucha antiterrorista. Un frente abierto que ha tapado de forma salomónica…por el momento. Se ha equivocado al hacer públicas algunas estrategias de interrogación, pero al menos ha tenido la sensatez de proteger a los agentes de la CIA.
El punto crucial sobre el que la opinión pública americana centra la atención es el tema de los impuestos, que ha provocado la primera gran protesta a nivel nacional (los tea parties), y la crisis económica. Su presupuesto de 3,6 billones de dólares, que hunde al país en un déficit sin precedentes (ríase usted del déficit a cuenta de las guerras de Iraq y Afganistán por el que Obama y los Demócratas se rasgaban las vestiduras y tanto criticaban a Bush), puede ser la gran cruz o la salvación del Presidente Obama.
Si la reactivación económica llega y se extiende, la nación entera adorará a Obama aún más. Si la crisis continúa, la patada en el trasero (para echarlo de la Casa Blanca) puede ser de las que hacen época. O Historia, ya que hablamos de un Obama que está haciendo Historia.

La conclusión de estos primeros 100 días es que sólo son una etapa de un camino largo y complicado en la historia de este país, aún por andar. Obama ha demostrado dosis gigantescas de pragmatismo y astucia. No es un radical, ni un socialista, ni va a solucionar todos los problemas en 100 días, como hemos visto (por más que se empeñen algunos medios de comunicación y analistas). Tampoco va a poner al país al pie de los caballos de sus enemigos…aunque algunos dirían que lo disimula bien y es lo que parece hacer a veces…
No tengo dudas de que el bien de los Estados Unidos es lo que mueve sus decisiones. Ni que su patriotismo, lo que Obama entiende por tal, le guía en la defensa de los intereses del país que ahora está en sus manos. Tampoco dudo de que Estados Unidos y el pueblo norteamericano, siempre libre y más audaz de lo que pueda serlo ningún presidente, sabrá aprovechar el paso de Obama por la Presidencia para aprender de los aciertos o los fracasos que de aquí en adelante se produzcan.
Con la designación de un Juez para el Tribunal Supremo, tras la dimisión de David Souter, se le presenta a Obama una oportunidad de oro para influir en decenas de leyes que afectan a todo el país y dejar una huella más profunda a largo plazo. Ésa será una decisión que habrá que seguir de cerca porque definirá el perfil de futuras decisiones judiciales.
Con los 100 días también ha llegado el paso de Arlen Specter, el Senador Republicano por Pennsylvania, a filas Demócratas. Un nuevo apoyo para las políticas de Obama, que le puede conceder la mayoría en la Cámara Alta (60 votos), a la espera del resultado final en Minnesota, donde encabeza el recuento el Demócrata Al Franken. Nunca podrá decir que no tuvo todo a su favor para alcanzar el éxito.
El presidente Obama está empezando a desarrollar su presidencia. Esto no ha hecho más que comenzar. Y las sorpresas, buenas para unos y malas para otros, también.
Al día de hoy él sigue siendo su gran activo. No sus políticas ni sus decisiones, sino Obama como tal, como líder carismático. Eso, en último término, para un presidente norteamericano es la clave que le permite conectar con los ciudadanos. Que siga manteniendo esa conexión especial puede ser lo que le mantenga en la Casa Blanca o le deje fuera de ella.
Obama es, pues, signo de estos tiempos complejos y cambiantes.

El Presidente Obama repasa sus 100 días en un tawn hall en Missouri

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