El Presidente Obama ha ganado el premio Nobel de la Paz. Al margen de méritos reales o imaginarios, conseguidos o por alcanzar, más allá de si compartimos o no que este premio se le conceda, del mucho, poco o nulo crédito que tiene el Nobel de la Paz actualmente, debemos fijarnos en que se ha premiado el liderazgo norteamericano y la presidencia, independientemente de que ese tipo de liderazgo nos guste o no, de que compartamos o no ese ideario que le ha valido al presidente el Premio Nobel.

Es, desde luego, un premio para el debate porque Obama sólo ha planteado buenas intenciones y discursos, ningún hecho hasta ahora que valide este galardón. Es evidente que los miembros del comité del Nobel y el Parlamento noruego, sabios que son ellos, conscientes de que esa agenda ideológica está llamada a no cumplirse en gran medida, se han adelantado a concederle el premio antes de que el fracaso de sus políticas alcance a Obama y lo dañe irremediablemente, estropeándoles la fiesta.
El problema es que no han sabido explicarlo claramente y decir que lo premian por su inestimable “pico de oro”. Se habrían ahorrado muchas críticas.

Aparte de esto, hay que reconocer que el Parlamento noruego y la Academia sueca se han hecho muy bien los “suecos” al no valorar realmente los méritos logrados de los candidatos, y se han apuntado con descaro a la moda “Obama”. ¿Qué mejor que premiar al mismo Barack Obama para conseguir uno de sus deseados discursos planetarios de máxima audiencia? No me negarán que la Academia no ha estado fina. Audaz, incluso.

Al margen de sarcasmos, me quedo con que este premio viene a reforzar el liderazgo y la presidencia estadounidense como institución en el mundo, ya que se premia a un presidente en ejercicio. Sólo es deseable que no influya para mal en las decisiones que debe tomar el presidente. Y que nada tienen que ver con el mundo en rosa (y todos juntos de la mano) que ven los miembros de la Academia y el Parlamento noruego, que conceden estos premios.
Lo injusto del premio, convendrán conmigo, es que se lo deberían haber dado conjuntamente a Obama y McChrystal, al alimón, por el esfuerzo de paz en Afganistán. En fin, para otra vez. Y enhorabuena, presidente.