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Reflexiones ecologistas del Papa Benedicto XVI


El Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, es sin duda alguna, uno de los intelectuales mejor preparado e inteligente, con una profundidad de pensamiento que hace que cuanto dice o escribe, tenga un enorme valor.
Hoy quiero detenerme en algunas ideas que ha divulgado en este tiempo al frente de la Iglesia Católica, referidas a la necesidad de “ejercer una administración responsable de los bienes de la Tierra” y de que “los líderes mundiales deben tomar decisiones valientes para salvar el planeta”.
El llamamiento ecologista que ha realizado el Papa es claro y firme. Sus palabras lo expresan bien:
«Es necesario un sí decisivo a las decisiones para proteger la creación, así como un compromiso firme para revertir las tendencias que arriesgan con llevar a situaciones irreversibles de degradación«.
«A las nuevas generaciones se les confiará el futuro del planeta, que carga con claras señales de un tipo de desarrollo que no siempre ha protegido el delicado equilibrio de la naturaleza».
«Han de tomarse decisiones valientes que puedan volver a crear una fuerte alianza entre el hombre y la Tierra antes de que sea demasiado tarde».
Atentar contra el medioambiente es un pecado”, ha establecido la Iglesia, posicionándose a favor de medidas que preserven la naturaleza del planeta. En esta filosofía proteccionista, “tirar una bolsa de basura por la calle será pecado venial, pero quien destruye la Amazonía comete un pecado grave».
En el nuevo Catecismo de la Iglesia católica se lee que “la tierra y sus bienes son un don que podemos usar, mejorar, pero no destruir”.
El Papa Benedicto XVI aseguraba en una de sus homilías, en la plaza de San Pedro, hace unos meses, que debemos “salvar el planeta antes de que sea demasiado tarde».
Es evidente que bajo el pontificado de Benedicto XVI y antes con Juan Pablo II, el Vaticano se ha vuelto cada vez más «ecologista», y ha apostado firmemente por preservar el medio ambiente.
En la Santa Sede se han empezado a tomar medidas ecológicas, por ejemplo la instalación de 2.400 módulos fotovoltaicos en sus edificios para producir electricidad y la organización de una conferencia científica para discutir las consecuencias del calentamiento global y el cambio climático.
La instalación evitará la emisión de 225 mil kilos de anhídrido carbónico y ahorrará el equivalente a 80 toneladas de petróleo.
Además, durante los dos últimos años, el Papa ha tratado asiduamente el tema medioambiental en sus discursos y ahora se ha convertido en una de sus grandes prioridades. De hecho, el Vaticano es el primer país con un impacto cero en la atmósfera.
Igualmente, el Vaticano adoptó un bosque húngaro que, según los cálculos, compensará las emisiones de CO2 del pequeño Estado.
Con este acto simbólico, el Vaticano quiere concienciar a los ciudadanos y al resto de los países para que los temas medioambientales se empiecen a tomar en serio.
Benedicto XVI ha declarado que «Antes de que sea demasiado tarde, necesitamos tomar decisiones valientes que recreen la fuerte alianza entre el hombre y la tierra«. Y ha pedido con insistencia “compartir con justicia el agua, un bien precioso, que puede ser foco de conflictos”.
El Pontífice ha dicho a los políticos que “deben tener sentido de responsabilidad por la tutela de la creación… los expertos en cambio climático deben despertar la conciencia ya que este es el gran reto ecológico…y deben crear un verdadero sentido de responsabilidad por la tutela de la creación”.
En sus palabras insiste: “las maravillas de Dios nos recuerdan la necesidad de proteger el medio ambiente y ejercer una administración responsable de los bienes de la Tierra».

Joseph Ratzinger también se ha convertido en uno de los grandes defensores del Amazonas, al que considera el gran pulmón del planeta, que hay que preservar por encima de todo.
En sus reflexiones periódicas sobre el medio ambiente, afirma que se ha de proteger porque «ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos”.
Para Ratzinger, «sin Dios» y en un mundo donde rige el «materialismo» es «más fácil que el ser humano se erija como dictador de las demás criaturas y de la naturaleza«. Y ha advertido que «un insaciable consumo deja cicatrices en nuestra tierra que no sólo degrada la naturaleza, sino también al ser humano”. Unas palabras de enorme contenido que deberían hacernos reflexionar.
Y añade: «Estamos descubriendo que hay cicatrices que marcan la cara de nuestra tierra, como la erosión, la deforestación, el expolio de los recursos minerales y de los océanos para dar combustible a un insaciable consumo».
El Papa, con una conciencia ecológica real, alejada de modas pasajeras, y cimentada en una profunda reflexión filosófica y espiritual, ha criticado los impactos de la explotación minera y los proyectos que dañan el medio ambiente. Es un mensaje que denuncia los daños ambientales, sociales y económicos de la extracción de metales preciosos llevada a cabo por multinacionales, pero, en último término, por los propios seres humanos, cada ciudadano, que haría bien en dejar de ocultar su responsabilidad en la degradación tras la actuación de las empresas multinacionales. Porque todos somos responsables de alguna manera y en todos está la obligación de aportar una parte a esa conservación ecológica necesaria.
La Iglesia Católica, para potenciar esta conciencia ecológica, ha incluido en la lista de nuevos pecados, la contaminación ambiental. Es una forma más de lucha por el medio ambiente. Si así avanzamos algo en la materia, será una medida positiva.

Joseph Ratzinger dice que “la raza humana debe escuchar la voz de la Tierra o se arriesgará a destruir su propia existencia”.
Es una conclusión acertada sobre la que deberíamos pensar seriamente, porque en definitiva ¿qué clase de existencia queremos y en qué clase de planeta?
Las respuestas están en nosotros.




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