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Buenos Modales y Cortesía

Uno de los aspectos que más se han deteriorado en las sociedades modernas, sin que apenas hagamos nada por solucionarlo, es el de los modales y la cortesía. Un problema que se extiende a medida que las normas tradicionales en el trato social son borradas por los nuevos comportamientos, que se pretenden modernos, pero que sólo son desconsiderados y muchas veces zafios.
Los malos modales se han convertido así en un problema creciente, que afecta a todos los niveles sociales: en la familia, en el trabajo, en el entorno de amigos, en los negocios, en la política, y en las relaciones personales.
Los malos modos y la descortesía se acrecientan cuando dejamos al margen las formas de comportamiento más elementales y educadas para dar paso a un trato sin ninguna corrección ni respeto. Estos hábitos de conducta, que se extienden en mayor medida con el predominio de gobiernos de tendencia socialista, pero no únicamente, representan un modelo de sociedad preocupante, que denigra a las personas de toda condición: a los mayores, a las mujeres, a los que son diferentes por causas de raza o aspecto físico, etc. Un modelo social que atenta contra la dignidad de las personas y que encierra un deterioro moral evidente y un empobrecimiento de nuestras conductas y modales.

Es común hoy día que el concepto de la cortesía se considere anticuado y poco moderno, de manera que cada vez más individuos se comportan sin ninguna educación, convirtiendo la convivencia social en un entorno lamentable, del que dan ganas de huir.
Observamos los malos modales continuamente y en todas partes. En el trato irrespetuoso a los ancianos, en la falta de respuesta a cualquier invitación, en la carencia de compromiso con cualquier acontecimiento, empleo, o persona, en la confirmación de asistencia a eventos a los que después no se acude sin avisar de ello, en la falta de agradecimientos, en aquellos que se cuelan en las filas como si eso no fuera con ellos, en los que se dedican a revisar sus mensajes de texto telefónicos, o enviarlos, mientras están con otras personas, en los que eluden pagar la cuenta de forma subrepticia, en esos niños repelentes (a imagen de sus padres y madres) que piensan que el mundo gira a su alrededor y se comportan de forma irritante, etc, etc.
Se tiende a culpar a los más jóvenes de estos comportamientos mal educados, pero lo cierto es que la situación se está degradando en todas las capas sociales y en todas las franjas de edad. De tal forma que ya no es extraño ver a parejas insultándose abiertamente y tratándose sin ninguna cortesía (una escalera que lleva directa a los malos tratos físicos y verbales por ambas partes, que después se intenta atajar con enormes programas gubernamentales, que ya nada podrán hacer ante ese deterioro irreversible en las relaciones personales), o profesionales del mundo de la empresa y los negocios tratándose sin respeto ninguno, con trampas, zancadillas, y palabras de mal gusto.

Las lecciones de cortesía y buenos modales que nos enseñaron en casa nuestros padres o los profesores en la escuela, olvidadas muchas veces, y que ahora cada vez se enseñan menos, producto de un modelo social absurdo que pretenden imponer algunos políticos, deben ser enseñadas de nuevo por empresas que ofrecen cursos de protocolo y cortesía en el ámbito profesional y de negocios. Porque no nos engañemos, si usted quiere triunfar en este mundo, necesitará hacer gala de buenos modales y educación, no le bastará con llamar “colega” a un posible socio, “oye, tía” a la que podría ser la madre de sus hijos, o “yo no pienso comerme ese marrón, gilipollas” a su amigo/a.
El deterioro verbal es un síntoma evidente y alarmante de la falta de buenos modales. Una sociedad que habla cada vez peor, es reflejo de una decadencia cierta. La tolerancia hacia lo burdo y lo descortés es infinita y es la clave de un panorama en el que los malos modales te alcanzan en algún momento. No importa si se trata de los insultos de otros conductores, modales toscos y desagradables de quienes te atienden en una oficina de cara al público, o una actitud grosera de quien te cruzas por la calle o en el trabajo. Todo contribuye a ese deterioro social en los comportamientos, que todos vemos, y que toleramos o justificamos por pereza y porque estamos en una dinámica general de malos modales.
Lo que puede parecer algo sin importancia, realmente la tiene, ya que la descortesía y la chabacanería sólo rebajan la dignidad de las personas y de la sociedad que lo consiente.
El tema es que los buenos modales requieren ejercitarlos, y los modelos sociales que algunos poderes centrales desean inculcar en la gente, no ejercitan nada ni se esfuerzan en nada. Lo vemos claramente en algunos países, como España, donde el actual gobierno socialista, no hace nada por fomentar el respeto, la cortesía o la buena educación, potenciando modelos en los que se prima el poco esfuerzo y el trato respetuoso es la última prioridad, si acaso lo es.
Una sociedad moderna, que de verdad quiera serlo, también debe apoyar y ejercitar los buenos modales, de forma que se convierta en una tendencia general, y no en casos aislados de ciudadanos ejemplares, como ahora.

Además, la cortesía, el respeto, y la educación, son esenciales para el éxito en el trabajo, y en tiempos de crisis es un requisito indispensable. Es hora de que la cortesía verbal regrese, y que un “buenos días” sea contestado de forma adecuada, que ceder el asiento a una persona mayor o una mujer embarazada no sea una excepción, que dar las “gracias” o decir “por favor” sea lo habitual, y que el trato educado y respetuoso conviva con los nuevos hábitos más amistosos y cercanos, pero que no impiden la cortesía y la buena educación.
Unos ciudadanos maleducados y desagradecidos, como vemos por desgracia en tantas partes, sólo nos anuncia una sociedad deteriorada. Los riesgos para los buenos modales aumentan en la sociedad digital con el uso de nuevas tecnologías. Lo vemos en el uso de los teléfonos móviles, que introduce la mala costumbre de que la gente se dedique a hacer uso de ellos, por ejemplo para escribir mensajes de texto, en lugares y momentos inadecuados: en una fiesta, una reunión, durante una cita amorosa, etc.
Lo cierto es que unas reglas básicas de comportamiento social y familiar son esenciales, pretender borrarlas del mapa, eludirlas o hacer lo que nos dé la gana, puede convertir las sociedades actuales en una selva. O peor. Porque los animales sí respetan determinadas pautas de comportamiento y conducta.
Muy a menudo ponemos nuestros ojos en los grandes problemas actuales, como si no hubiera nada más de lo que preocuparse, cuando en realidad cambiar las cosas está en nuestras manos y puede empezar por las acciones más sencillas, como mostrarse amable y hacer gala de buenos modales. Cada uno podemos contribuir a la mejora de la sociedad. Pero no basta con pensarlo, hay que hacerlo. Educar y formar a los más pequeños en estas conductas es la garantía para una sociedad mejor. Educar no es sólo cosa de los profesores, también de los demás, dando ejemplo de convivencia, cortesía, y de saber conducirse en la vida. Es preciso desterrar la vulgaridad en las formas de hablar y de vestirse, que en algunos países (como España) alcanzan ya niveles asombrosos.
Estados Unidos siempre ha sido una excepción también en esto, y no debemos permitir que el mal ejemplo de otras sociedades (como la española, donde los malos hábitos y la descortesía, se extienden por amplios sectores sociales), degrade las conductas de comportamiento, que siempre han sido impecables y un ejemplo a seguir en los norteamericanos. Un ambiente de cierta autoridad y disciplina, tanto en la sociedad como en la familia, permite potenciar la buena educación sin recurrir a la fuerza, pero sí con firmeza, favoreciendo el respeto, la dignidad, y la integridad de la persona. En suma, favoreciendo una sociedad bien educada.




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