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Plan de respuesta a un ataque nuclear

Como venimos avisando algunos analistas y asesores desde hace tiempo en artículos e informes, una de las amenazas terroristas con algunas posibilidades de convertirse en realidad en un horizonte de tiempo en el que todos lo veamos, es el ataque nuclear. Por esta razón, cuantos trabajamos y estamos interesados en evitar este tipo de desastres, debemos felicitarnos porque al fin hayamos conseguido aprobar y poner en marcha un plan de divulgación y educación a los ciudadanos de cara a afrontar un posible ataque nuclear, que con grandes probabilidades procedería de Al Qaeda, Corea del Norte o Irán, aunque también hay otros candidatos.
Este plan es la mejor preparación realista para hacer frente a una catástrofe nuclear y se basa en algunas de las recomendaciones básicas sobre lo que deberían hacer los servicios de emergencias y los ciudadanos en caso de ataque nuclear en una gran ciudad como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Washington D.C., Filadelfia, Houston…
El catálogo de reacciones recomendadas podemos resumirlas en algunas esenciales: lo primero de todo y en contra de la primera reacción instintiva, no correr sin razón; quedarse en casa, en el edificio de oficinas, en el ascensor, en el coche o en el metro, o bien en el lugar donde estemos en el momento de la explosión nuclear. Después, esperar a que las autoridades competentes avisen de que se puede salir del refugio, ya sea preparado o improvisado, donde hayamos podido resguardarnos. Un margen de tiempo prudente antes de moverse sería de 24 horas.

Algunos recientes análisis científicos demuestran que hay probabilidades de sobrevivir a un ataque nuclear si la gente se pone a cubierto justo después del impacto para evitar la exposición a la radiación letal inmediata.
La capacidad de protección de un refugio dependerá de la cercanía a la zona cero y del material. Los más recomendables serían hormigón, ladrillo y piedra, mientras que la madera o las planchas metálicas proporcionan una protección mínima.
Además, las nuevas investigaciones en esta materia demuestran que se pueden reducir las bajas en un cincuenta por ciento si la población procede conforme a los protocolos que se están desarrollando por el gobierno estadounidense, las agencias de Inteligencia, Emergencias y las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, la descontaminación de las personas no sería un asunto primordial. Simplemente con cepillar las prendas exteriores será suficiente para protegerse a sí mismo y a los demás hasta que se pueda llevar a cabo una descontaminación más exhaustiva.
Ahora bien, uno de los grandes problemas es la concienciación de la gente sobre esta posibilidad de ataque nuclear sin que se desate el pánico o se tome a la ligera, los dos extremos que hay que evitar. La amenaza actual, aunque baja, existe y es de consecuencias pavorosas, lo que hace imprescindible que la población esté bien instruida para reaccionar ante un escenario de catástrofe nuclear. Aunque un posible ataque se produciría con mayores probabilidades en alguna ciudad de Estados Unidos, tampoco es descartable que suceda en Europa, Latinoamérica, Oceanía o Asia, por lo que sus poblaciones también deberían tomar nota de las recomendaciones.

Uno de los aspectos más efectivos de la estrategia estadounidense es el carácter secreto de los programas de emergencia y respuesta a ataques nucleares, que permitirían con seguridad un alto grado de éxito en la respuesta al desconocer los terroristas o el régimen enemigo que desencadene el ataque, los detalles de los programas antinucleares. Por supuesto, los refugios antinucleares desempeñarían un papel importante, pero no el que más. La formación de los ciudadanos para responder adecuadamente al ataque incide de forma decisiva en el grado de supervivencia.
Además de permanecer en casa o el lugar donde nos alcance la detonación, es importante cuidar los alimentos que se coman y el agua que se beba, por ejemplo, evitando la del grifo hasta que las autoridades avisen de que el peligro ha pasado.
Consejos sencillos como estos, pero eficaces, están incluidos en el protocolo de 130 páginas que la Administración Obama ha aprobado sobre cómo actuar en este tipo de crisis y que ha distribuido a catorce agencias del gobierno y a la Cruz Roja, entre ellos los departamentos de Seguridad Nacional, de Emergencias, de Agricultura, la NASA y Medio Ambiente. 
A diferencia de otros protocolos federales sobre la materia, este es de carácter público y debería ser conocido y asimilado por la población. Este documento se centra principalmente en tres apartados: 1) Refugio y evacuación, 2) Cuidado médico y 3) Seguimiento de la población y descontaminación. Que son vitales para asegurar unos niveles de supervivencia aceptables y el control de la situación tras el ataque.
Cuando se intenta concienciar a la población acerca de esto, siempre surgen los típicos planteamientos de que nunca deberíamos llegar a estas situaciones (quizá en un mundo perfecto que no existe), y preguntas que apuntan a qué está haciendo el gobierno de Estados Unidos para evitarlo. La realidad es que está haciendo mucho, aunque es poco conocido. Gran parte de los esfuerzos se centran en la prevención de un ataque nuclear terrorista, una actividad de la que es responsable los servicios de Inteligencia estadounidenses y las agencias encargadas de la proliferación de armas nucleares, desde el control de materiales nucleares procedentes de la antigua Unión Soviética hasta el seguimiento, por ejemplo, de redes que trafican con secretos y materiales nucleares, como la red del paquistaní Abdul Qadeer Khan. Este científico nuclear e ingeniero consiguió fama después de convertirse en líder del programa atómico de Pakistán y de verse implicado en una red de venta de armas y conocimientos a Libia, Irán y Corea del Norte.

Uno de los objetivos fundamentales del trabajo de prevención es evitar que materiales nucleares controlados por terroristas logren entrar en territorio estadounidense. Dado que la posibilidad de que esto suceda no puede ser eliminada del todo, se ha decidido trabajar también con más intensidad en limitar los daños en caso de que una explosión nuclear tenga lugar.
Con una población cada vez mejor informada y formada, esta labor debería ser más fácil sin causar pánico ni miedos descontrolados. Afortunadamente, la ciudadanía de 2011 está bien capacitada para asimilar directrices de comportamiento esenciales.
A día de hoy la amenaza puede venir de organizaciones terroristas como Al Qaeda, que podría ser capaz de adquirir el material y el conocimiento para construir un arma nuclear. Este material podría venir de un almacén nuclear con poca seguridad o de redes de tráfico. Por eso el trabajo de prevención incluye la ayuda a otras naciones para mantener seguros sus depósitos de materiales nucleares.
Una de las razones que explica este esfuerzo son los resultados de algunos recientes estudios. En 2007, el Congreso destinó 5,5 millones de dólares para estudios sobre desastres atómicos, de los que se llegó a la conclusión de  que las ciudades tienen poca información disponible para los ciudadanos. Algo que hay que corregir. Una parte de los resultados fueron sorprendentes y concluyeron que la luz tras el estallido de una bomba nuclear podría dejar a muchos conductores ciegos, lo que provocaría accidentes en cadena y complicaría muchísimo las tareas de evacuación y rescate. Por eso, el departamento de Sanidad ha puesto al servicio de los ciudadanos una guía de comunicación en caso de incidente nuclear.
Esta guía hace hincapié en que los análisis científicos han demostrado que la amenaza de hoy en día es diferente a la que había durante la Guerra Fría; actualmente, es posible que miles de personas puedan sobrevivir a una catástrofe nuclear, sobre todo si siguen los protocolos federales de refugio y educación. Así, pasar las primeras horas de un ataque en un buen lugar de resguardo, como el centro de un edificio con muchas plantas, puede mantener la radiación a niveles que no sean letales. 
Los científicos aseguran que las probabilidades de supervivencia son muy altas, pero sólo si se siguen los consejos adecuados para superar la catástrofe, entre ellos evitar la lluvia radiactiva, que representa el mayor peligro, y el cual pasa entre las seis y las 24 horas tras la explosión. Hacerlo implica tomarse en serio el riesgo de detonación nuclear y prepararse y formarse con inteligencia y responsabilidad personal ante este posible escenario.
Lo mejor para sobrevivir es estar preparado para saber manejar una emergencia de estas características y aprender a protegerse a sí mismos lo mejor posible.




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