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Director de Inteligencia Nacional

La dimisión del Director de Inteligencia Nacional, el almirante retirado de la Marina Dennis Blair, que se ha hecho efectiva el 28 de mayo, tras 16 meses asumiendo esta responsabilidad, ha puesto de relieve algo que es vox populi en los círculos de la Inteligencia estadounidense: desde hace tiempo la Administración Obama mantiene una alta descoordinación en temas de Inteligencia y no ha sabido desarrollar ni aprovechar plenamente este cargo, que se creó en 2004 para coordinar precisamente las numerosas agencias de Inteligencia del país.
Pero más allá de estas circunstancias, esta dimisión demuestra que ni los más altos cargos son ajenos a responder ante los fallos en los que incurren en el ejercicio de su actividad.
Dennis Blair acumuló una serie de errores que son inaceptables para alguien que ocupa un puesto tan sensible. Los intentos de ataques terroristas en Detroit la pasada Navidad, en Times Square el 1 de mayo, el ataque de Fort Hood, el enfrentamiento con la CIA a cuenta de los nombramientos de los responsables de estaciones e Inteligencia en embajadas y centros exteriores, las operaciones especiales y las misiones de los “Drones” que desarrolla la Agencia, así como haber desvelado informaciones confidenciales, por ejemplo, la colaboración del terrorista Umar Farouk Abdulmutallab, que atentó en Detroit, con las autoridades durante los interrogatorios, la existencia del Grupo de Interrogatorio de Alto Valor (HIG) antes de estar preparado para la acción, y la descoordinación en el Centro Nacional de Contraterrorismo, se han saldado con fracasos sonoros de la gestión de Blair, que ha quedado en evidencia ante la CIA, cuyo trabajo está siendo apoyado prioritariamente por el presidente Obama.

La dimisión del Director Nacional de Inteligencia ha sido también una prueba más de la descoordinación a la que tiende esta Administración Demócrata, ya que Dennis Blair se marchó antes de encontrar a un sustituto, pero sobre todo demuestra la necesidad de articular las competencias y responsabilidades del cargo de una forma más clara, realista y dotarlo de un poder y autonomía que siguen siendo una cuenta pendiente si se desea realmente coordinar la Inteligencia nacional. Tres directores en cinco años para este cargo, que inauguró John D. Negroponte, son indicativos de que algo no funciona y hay que solucionarlo cuanto antes.
El nombramiento del nuevo director debería convertirse en esa oportunidad para mejorar el entendimiento entre las agencias de Inteligencia y hacer frente con mayor rigor a los desafíos de seguridad y la necesidad de ser más eficientes en la lucha contra el terrorismo islamista. También para que el presidente se plantee qué espera realmente del Director de Inteligencia Nacional. No olvidemos que con Bush este cargo ocupaba un puesto en el gabinete, algo que no sucede con la Administración Obama.
Por todas estas razones, la salida del almirante Blair debe interpretarse en un tono positivo porque permitirá depurar errores y mejorar la cadena de coordinación de los servicios de Inteligencia, que es esencial si queremos seguir teniendo éxito contra quienes intentan atacar a este país todos los días.
De entre los principales candidatos para sustituir a Blair que se han considerado hasta ahora, el principal funcionario de Inteligencia del Pentágono, el general retirado de las Fuerzas Aéreas, James R. Clapper, el subsecretario para operaciones especiales del Pentágono, Micke Vickers, el ex senador republicano de Nebraska, Chuck Hagel, vinculado a asuntos militares y de seguridad mientras ocupó un escaño en la Cámara Alta, John Hamre, ex subsecretario de defensa que dirige la Junta de Políticas de Defensa, y John Brennan, experto de la CIA en contraterrorismo y actual consejero en la Casa Blanca, ha sido finalmente James R. Clapper el elegido por el presidente Obama para ocupar el puesto de Director de Inteligencia Nacional y coordinar todas las agencias de Inteligencia.
Hasta que el Senado lo confirme, permanecerá en funciones el subdirector, David Gompert, desempeñando un trabajo casi imposible de hacer por el volumen de información que es preciso manejar y que no conoce el descanso. Un trabajo que recaerá ahora en manos del veterano general.




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