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La extinción de las especies

Hay una realidad incuestionable que pocos quieren ver o afrontar. Si la humanidad sigue comportándose globalmente y expandiéndose de la forma en la que lo hace hasta ahora, más de la mitad de las especies del planeta podrían extinguirse para el final de este siglo. Una situación que cambiará el equilibrio natural y nos afectará más de lo que muchos piensan; de hecho, las consecuencias ya han empezado.
El crecimiento desordenado y masivo de la población humana y las prácticas de consumo insostenibles son las causas principales de que en la actualidad se utilice un 156% de los recursos del planeta. Para cambiar ese futuro debemos cambiar antes de manera drástica los patrones de comportamiento y consumo, con el objetivo de paliar los efectos negativos en la biodiversidad.
Actualmente, en el mundo hay doce millones de eucariotes (organismos que no son bacterias), aunque sólo se han nombrado 1,9 millones, de acuerdo a algunas estimaciones conservadoras de los científicos. Los organismos vivos del planeta están sufriendo de primera mano los efectos de una población humana descontrolada que le exige al planeta más de lo que tiene y puede ofrecer. Los cálculos indican que estamos en un 50% sobre lo que es sostenible para la Tierra. Esta cifra se consigue de la comparación entre la biocapacidad (cuánta área del planeta está disponible) y la huella ecológica (cuánta área bioproductiva demandamos con nuestro modo de vida). Ahora mismo los países han aumentado la brecha entre su biocapacidad y su huella ecológica; o sea, que consumen más recursos de los que realmente hay disponibles. Hay que ser algo idiota para hacer esto, pero al parecer buena parte de la humanidad lo es, visto lo visto. Si miramos a escala global, la biocapacidad en uso pasó de un 70% en el año 1979 (con una población de tres mil millones de personas) a un 156% de uso en 2012 (con siete mil cien millones de personas dándole al consumo irresponsable y a prácticas contaminantes).
La consecuencia ya la soportamos: más cambios climáticos y más a menudo. De hecho, las últimas proyecciones científicas estiman un incremento de 3 a 4 grados en la temperatura del planeta y el nivel del mar crece alrededor de 1,5 centímetros anuales. ¿Y qué pasa? Se preguntarán los descerebrados y las irresponsables de turno. Pues que los cambios climáticos afectan fatalmente a las condiciones de los ecosistemas y, en último término, a todos nosotros. Por ejemplo, un estudio del biólogo Stephen Williams reveló que un aumento de 3,5 grados Celsius causaría la extinción de 67 especies de vertebrados endémicos del bosque tropical húmedo en Queensland, Australia. Y es sólo un ejemplo, hay más y todos para echarse a temblar de lo que nos espera.

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Así, la ONU proyecta en algunos de sus estudios que en 2050 la población mundial ascenderá a unos nueve mil millones de personas. Imagínense, todos con ganas de consumir a todo trote. Por este camino, el crecimiento de la población es insostenible con los recursos existentes. No es de extrañar que buena parte de esos nueve mil millones las vayan a pasar canutas. Y es que para todos no hay de todo, ésa es la realidad.
Precisamente ese crecimiento, este desparrame de población humana, es una de las principales causas de los daños ambientales, ya que es una población con un grado excesivo de consumo y contaminación. Vamos, de lo peorcito que hay en los ecosistemas.
Con este panorama, ¿acaso cree usted que todas las naciones pueden alcanzar los estándares de prosperidad actuales que imperan en los países industrializados? Por descontado que con la tecnología actual, ello no es posible. Sólo quedarían dos vías para conseguirlo: reducir la población humana a límites manejables y razonables o incrementar la capacidad tecnológica para controlar los daños medioambientales y aumentar los rendimientos de los recursos existentes.
Al día de hoy, un 11% de la superficie mundial es tierra cultivada y un 22 % es utilizado como tierra de pastoreo. Ambos datos reflejan una realidad dura de deforestación y suman el 33% de la superficie terrestre. Además de la agricultura intensiva, procesos como los desarrollos urbanos, en muchos casos completamente irracionales y con un impacto negativo en el medio natural, causan la destrucción de hábitats enteros. El abuso en el cultivo de algunas especies comestibles y medicinales, así como la caza de ciertos animales, contribuyen a la desaparición de otros organismos y el desequilibrio fatal de la cadena ecológica.
La estupidez humana se demuestra cada año y en todas partes (la inteligencia también, pero comparativamente menos). Vean: no tenemos mucha más tierra en el mundo para cultivar y además tendemos a usar las mismas plantaciones una y otra vez, lo que representa un enorme problema si tenemos en cuenta los impactos en los cambios climáticos, ya que las tierras que son productivas ahora no lo serán en el futuro, totalmente esquilmadas. Además, para más inri, el uso constante de tecnologías contaminantes disminuye la capacidad sostenible rápidamente. ¿Cómo lo ve? Yo, muy mal.

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Frente a este panorama de absoluta destrucción generalizada, ¿qué podemos hacer? Lo primero de todo, alcanzar y mantener niveles sostenibles de población y de consumo responsable, de manera que tengamos un equilibrio razonable y sostenible en el número de personas con un estándar de vida determinado; desarrollar imperativamente nuevas tecnologías y utilizarlas de forma eficaz y globalmente para hacer uso de los recursos y controlar los existentes; lograr que las fuentes adicionales de comida y la igualdad de oportunidades para la población mundial sean fácilmente accesibles y no un lujo; expandir la educación medioambiental desde las primeras etapas de la niñez y a lo largo de toda la vida; apoyar aún más la investigación para que la comunidad científica pueda aprender sobre los organismos, los ecosistemas y aplicar ese conocimiento para proteger y salvar la biodiversidad de todo el mundo; hacer pedagogía sobre la importancia similar entre cambios climáticos y extinción de especies y biodiversidad, que van de la mano.
El mundo necesita de esta visión y de estos cambios porque demasiadas cosas van mal durante ya demasiado tiempo, y es un peligro que se incrementa a medida que no tomamos medidas. De manera que la protección de las áreas naturales debe ser prioritaria desde ya y parte inseparable de una estrategia de seguridad nacional realmente completa y viable, y que algunos defendemos con ahínco desde la responsabilidad que nos toca. Otra medida que necesitamos adoptar globalmente es utilizar los recursos obtenidos por turismo para la protección de espacios naturales y ecosistemas especialmente valiosos. No podemos permitirnos perderlos bajo ningún concepto. Ninguno.
El futuro está abierto y podemos ser optimistas o pesimistas, según la forma en que nos comportemos a partir de ahora con el entorno natural, de qué decisiones adoptemos y qué camino seguiremos.

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