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Burbuja editorial

La crisis que afecta al sector de los libros en España tiene sus razones también en una burbuja editorial gigantesca en la que estaba inmerso el mismo. Durante años la sobreoferta de títulos alimentó una burbuja especulativa, de forma similar a lo que sucedió en el sector de la construcción y en otros sectores.
Una gran parte de la responsabilidad la tuvieron los grandes grupos editoriales, que empezaron a buscar rentabilidades elevadas y continuadas, sin tener en cuenta la idiosincrasia de este negocio, que es básicamente cultura y depende mucho de los éxitos que se alcancen entre los lectores, algo que conlleva tiempo, mucho y buen trabajo, y paciencia. Dado que en España rige el sistema de precios fijos, no hay forma de incentivar la demanda de libros con una política de ofertas o rebajas cuantiosas, así que lo que hicieron los grandes grupos editoriales fue aumentar la rotación de novedades, lanzando cada vez más títulos y cada menos tiempo. Esto provocó un colapso de la demanda al inflar una burbuja bestial, incapaz de asimilar semejante desmadre. De manera que los lectores no pudieron seguir el ritmo de las novedades o no tuvieron dinero para comprarlas. Todo estalló en mil pedazos con la entrada de la crisis.

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No había apenas ventas, así que las devoluciones de las librerías se incrementaron y ahí empezó otro berenjenal. Si bien las librerías compran en firme, no en depósito, si un libro no se vende siempre pueden devolverlo al distribuidor o editor y recuperar su dinero. A esto, y con la crisis entrando a degüello en los negocios y los hogares, los distribuidores y editores dijeron: “pies para qué os quiero” y en cuanto empezaron a llegar las devoluciones masivas, no devolvieron el dinero, y se hizo una trampa monumental dejando pasar ese dinero por ventas de nuevos títulos. Oh, no se preocupe, siempre había más títulos para editar. Y las librerías pagaban para tener esos nuevos títulos, aunque finalmente no se vendieran. Era el no va más, recuerde. Todo el mundo era súper listo y todos ganaban. Lo de menos, al final, es que esos libros se vendieran realmente.
Sólo que realmente no era así y lo único que se hacía era engordar la burbuja. Hasta que hizo ¡plof! estalló y el sector editorial entró en una crisis devastadora que aún dura. Todos habían sacado su tajada menos los autores, a los que la crisis barrió de pleno sin comerlo ni beberlo.
Esta burbuja artificial, creada por los grandes grupos editores, distribuidores y libreros, estableció una rotación demencial en las librerías, en las que las novedades apenas permanecen unas semanas antes de ser devueltas. Los títulos de fondo de las librerías desaparecieron, salvo excepciones, y llegamos así a la actualidad, cuando un lector no puede encontrar un libro, salvo que sea el que está de moda en ese momento.

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La llegada de la crisis dinamitó todo el tinglado y el invento se fue a hacer puñetas. A buena hora. La burbuja editorial estalló y España se encuentra con un sector en pérdidas económicas, de empleos y de cambio profundo.
Ahora no hay dinero para las liquidaciones de los autores, ni beneficios para los editores, ni comisiones para los distribuidores y librerías, muchas de las cuales ya sólo aceptan libros en depósito y ni siquiera miran las novedades editadas, sobre todo si son de pequeñas editoriales. Y no digamos de pedirlas.
Un panorama de cierre de librerías, editoriales y distribuidoras seguirá avanzando por mucho tiempo. Porque es preciso un cambio completo y total en el sistema. Mientras todo esto sucede, el lector inteligente hará bien en comprar sus libros favoritos en papel directamente a la editorial de forma online. La única manera de que las editoriales decentes luchen contra la burbuja editorial y eviten sus dentelladas.

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