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Escritores

Los escritores somos el auténtico motor de la industria editorial y pese a ello hemos sido y somos los grandes maltratados en el sector. Los porcentajes de beneficios son miserables, eso cuando se consiguen, que cada vez es más complicado; salvo que salgas de circuito de las grandes editoriales y gestiones tu propia carrera. Ahora, con la crisis económica que afecta a muchos países, España entre ellos, y la crisis en particular que azota a la industria editorial, los escritores profesionales nos hemos convertido en una especie casi a extinguir. La caída de ventas de los libros en papel, y el no despegue de la venta de los ebooks (pirateados impunemente por gente caradura) ha dejado a los escritores a los pies de los caballos, a muchos de ellos sin trabajo y a otros tantos con sus beneficios muy reducidos.
La crisis de ventas de libros está provocando que muchos escritores profesionales deban compatibilizar su tarea con otros empleos o incluso se planteen dejar de escribir. Toda la industria cultural está sometida a un derribo general y el trabajo literario ya se está dividiendo en dos campos evidentes: un pequeño núcleo de autores que venden bien y pueden vivir de sus ventas cómodamente. Y otro grupo de autores que necesitan realizar otros trabajos para sobrevivir, entre los que se incluyen escritores aficionados y autoeditados, muchos de ellos de la generación Kindle de Amazon, pero también profesionales muy buenos cuyas ventas son exiguas.

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Se habla y se escribe mucho de la necesidad de adoptar medidas urgentes para incentivar el sector editorial y la venta de libros, pero son igualmente necesarias medidas de apoyo de carácter fiscal, legislativo, de protección de la propiedad intelectual y de mayor remuneración para los escritores. Sólo así se podrá proteger una necesaria pluralidad y diversidad de autores y géneros literarios.
Hay algo que debemos dar la vuelta aprovechando esta crisis de venta de libros, y son los porcentajes de beneficios que reciben los autores. Necesitamos ampliar los mismos a un nivel adecuado que dignifique el trabajo de escribir. O muy pocos escritores profesionales nos dedicaremos a esto en el futuro. Algo que influirá decisivamente en la calidad y el nivel literario de los libros que se editen.
Otra medida imprescindible para salvar el mundo de los libros es desarrollar programas de incentivo de la lectura y educar a la gente en la necesidad de pagar por los contenidos culturales que se consumen. No hacerlo es exponerse a quedarse sin contenidos de calidad y a condenar a los autores profesionales a no recibir incentivos suficientes para que sigan escribiendo.
Es necesario más que nunca hacer trabajo pedagógico para dar a la lectura y a la actividad de escribir el valor que tienen, y que la gente ha olvidado, por efecto de una profunda crisis de valores y también de las nuevas tecnologías (ebooks, tabletas, Internet, etc), que hacen que el lector valore menos el texto y el trabajo de escribir y de edición.

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No es suficiente que una editorial se apoye para sobrevivir en sus ventas al exterior y las exportaciones, porque aunque estas son positivas, en realidad se está perdiendo el mercado interior y autóctono, lo que a largo plazo condena al sector a la bancarrota y a que cada vez haya menos talento disponible para trabajar en la industria editorial interna.
Se habla y se escribe mucho de crisis en el mundo del libro, pero muy poco de los verdaderos artífices y motores de la industria: los autores, que van camino de un empobrecimiento total, preámbulo de una probable desaparición como profesionales y de la supervivencia de unos pocos como tales que podremos vivir, afortunadamente, de lo que vendemos.
La crisis de ventas no sólo se está llevando por delante editoriales sino también a multitud de autores, lo que representa dinamitar el futuro literario. La importancia del escritor profesional es vital porque, con su dedicación, es quien puede elevar el nivel de calidad de los libros. Igual que un deportista de elite entrena para las grandes competiciones, el escritor profesional dedica esfuerzos y tiempo para lograr los mejores resultados. Algo que está en peligro ahora con este panorama en el que la cultura se ve asediada por la piratería, el desprecio al autor y al valor social de la lectura.
La crisis perfecta se completa con la que afecta a las librerías, que pone la guinda a un futuro nada halagüeño. Superarlo empieza por proteger los derechos de los escritores, prestigiar nuestro trabajo y aumentar nuestros beneficios en los ingresos que genera la industria editorial, en línea con el papel decisivo que representamos. Es la única manera de que los escritores profesionales supervivientes sigamos manteniendo una isla de cultura y creación literaria en medio de un horizonte devastado por la mediocridad, la ignorancia y la decadencia.

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