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La Seguridad Nacional del Presidente Obama

A finales de enero la Comisión para la Prevención de Proliferación de Armas de Destrucción Masiva y Terrorismo (Weapons of Mass Destruction – WMD), un panel bipartidista creado por el Congreso, emitió un informe en el que se analizó la actuación del gobierno en 17 áreas y en el que se le concedió a la Administración Obama una calificación de “F” (suspenso) por su escasa preparación para prevenir un ataque de carácter bacteriológico o bioterrorista contra Estados Unidos, mediante la distribución de bacterias o virus mortales.
La Comisión le ha dado un fuerte tirón de orejas al presidente por su inacción ante amenazas urgentes, en especial las procedentes del bioterrorismo, y ha añadido que la responsabilidad de este fracaso es de varias administraciones y ramas de su gobierno. Con Obama, nuestro margen de seguridad se está reduciendo y no aumentando, como sería lo deseable. La reciente crisis con la epidemia de gripe porcina en 2009, puso de relieve con claridad que el país no se encuentra en óptimas condiciones para responder a este tipo de amenazas. La respuesta ante la gripe A (H1N1), con escasez de vacunas en los primeros meses, refuerza esa impresión. Esto debería ser suficiente para reaccionar y tomar las medidas que son necesarias. Entre ellas, nuevos planes para reelaborar los métodos que persiguen hacer llegar antídotos de forma rápida y segura a la gente en caso de una emergencia, el rediseño del sistema de antídotos médicos, y el entrenamiento y despliegue efectivo de unidades de intervención biológica.

El documento de la Comisión incide en que las actividades del gobierno contra la proliferación de armas de destrucción masiva se han enfocado excesivamente en la prevención de ataques terroristas nucleares, y se advierte de la necesidad de poner la prevención del terrorismo biológico con una prioridad superior a la actual.
En el informe, titulado Al Qaida Weapons of Mass Destruction Threat: Hype or Reality (Amenaza de Al Qaida con armas de destrucción masiva: mito o realidad), realizado por el ex director de Inteligencia y Contrainteligencia de la CIA y actual profesor en la Universidad de Harvard, Rolf Mowatt-Larssen, se analiza de forma muy crítica a la Casa Blanca por no desarrollar una capacidad adecuada y una estrategia de respuesta rápida a las amenazas de bioterrorismo, y por no supervisar y gestionar correctamente las Agencias de Inteligencia.
Estas conclusiones son importantes y alarmantes porque ponen de manifiesto de forma objetiva el nivel de preparación que tiene la nación bajo la presidencia de Obama, que es muy escaso e insuficiente para enfrentar un gran ataque biológico, químico o nuclear. Una posibilidad cierta y real.
Como apunta Mowatt-Larssen en el informe, y como hemos apuntado otros analistas de Inteligencia repetidas veces, basándonos en material secreto incautado, pruebas documentales, y en testimonios de primer nivel, los esfuerzos de Al Qaeda para hacerse con armas de destrucción masiva, han sido y son más intensos, activos, y sofisticados de los que se cree públicamente. La realidad es que Al Qaeda lleva más de una década intentando adquirir material nuclear o radiactivo, así como desarrollar arsenales químicos o bacteriológicos. Su objetivo no nos es desconocido tampoco: hacer detonar una bomba nuclear o desatar una epidemia bacteriológica en una gran ciudad de Estados Unidos o Europa, preferentemente, pero sin descartar otros puntos, que podrían estar en Asia o América Latina. Entres las diversas acciones que estudian, se encuentran ataques con sustancias químicas pero, sobre todo, bacteriológicas.

El informe es una seria llamada de atención para una Administración Obama que en un año ha tenido graves fallos en Seguridad Nacional. A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito, la mayoría de las veces sin fundamento y con una ignorancia galopante, bajo la presidencia de George W. Bush el país estuvo más seguro y protegido que ahora, y eso teniendo en cuenta que fueron tiempos más duros, con dos guerras en su apogeo y amenazas graves e inminentes casi cada día.
En Seguridad Nacional, el presidente Obama ha suspendido hasta ahora. Su Administración es la responsable del primer ataque terrorista en suelo americano desde el 11/S, el sufrido contra la base militar de Fort Hood, en Texas, donde murieron 13 soldados, y del intento fallido de ataque terrorista el 25 de diciembre de 2009, Navidad, contra el vuelo 253 del avión de Northwest Airlines cuando se disponía a aterrizar en Detroit.
El presidente Obama mostró preocupantes signos de debilidad en ambos casos, con una respuesta tardía y de escaso liderazgo, que se traduce en una gestión de la defensa débil e incompetente. Es cierto que como Comandante en Jefe, aún está por demostrar lo que vale, o acaso lo preocupante es que ya lo ha hecho y no ha sabido estar a la altura del cargo.

Cuando afrontamos amenazas ciertas contra la Seguridad Nacional, como la posibilidad muy real de ataques nucleares, biológicos o químicos, la Administración Obama sigue una línea política demasiado inclinada a la improvisación, la opinión pública y los grandes medios de comunicación, demasiado débil, así como insuficiente para atajar de forma efectiva las amenazas. Es una política que roza la irresponsabilidad. Cuando la Administración Obama impide el uso de interrogatorios duros, cuestiona o impide las “entregas extraordinarias” de terroristas peligrosos, prevé la liberación de prisioneros, pone obstáculos al trabajo de las agencias de Inteligencia o de los comandos especiales que combaten en el exterior; obstáculos que proceden de una burocracia excesiva, normas imposibles de cumplir en la práctica, o un apoyo insuficiente desde la cúpula, la lucha antiterrorista se resiente y no avanza. Esta política errática en Seguridad Nacional, que un día contempla una postura y al siguiente otra, no es la más adecuada para hacer frente a los intentos de Al Qaeda de seguir cometiendo ataques terroristas. O a las intenciones del régimen iraní de desarrollar armas nucleares.
Tampoco son acertados los juicios civiles a prisioneros terroristas, con garantías constitucionales estadounidenses, cuando deberían seguirse ante una corte militar. Porque esta Administración Demócrata y este presidente, no pueden olvidar que todo esto tiene lugar en el marco de una guerra, aunque ésta no sea convencional; el enorme error del primer año de Obama ha sido no afrontar este conflicto como la guerra que en realidad es. Los eufemismos que usa esta Administración con frecuencia no pueden ocultar la realidad de la Guerra contra el Terrorismo, que es su responsabilidad no estar gestionando de forma correcta, permitiendo agujeros graves en la seguridad del país.

La única certeza es que bajo la Administración Demócrata de Obama, el riesgo de una catástrofe de ataque terrorista con armas de destrucción masiva en Estados Unidos es más alta que en los últimos nueve años. El fracaso de sus políticas económicas intervencionistas este primer año y sus gigantescos planes de reforma sanitaria, le llevaron al batacazo electoral en New Jersey, Virginia, y Massachusetts. Sólo nos cabe confiar en que no se tenga que producir una emergencia terrorista con el sello WMD para que el presidente Obama reaccione y fortalezca aún más su política de Defensa y Seguridad Nacional. Es una prioridad absoluta, y debe atenderla cuanto antes.
En esta línea errada que sigue la Administración Demócrata, su impulso a la celebración en Nueva York del juicio civil contra Khalid Sheik Mohammed y los cuatro cómplices que fueron responsables del ataque del 11 de septiembre, también está levantando muchas voces en contra, debido al excesivo gasto que conllevará y los riesgos de seguridad; voces que van desde el alcalde Michael Bloomberg hasta Senadores Republicanos y Demócratas. Una vez más la presión ciudadana y política es la llave para que el presidente Obama decida cambiar definitivamente el lugar del juicio.

Las informaciones que se acumulan en torno a Seguridad Nacional, nos refieren una situación de cierto descontrol y relajamiento, por ejemplo el informe que señala que hackers informáticos extranjeros cuentan con la capacidad para penetrar y destruir sistemas de ordenadores de plantas nucleares, eléctricas, y alcantarillados, entre otras infraestructuras esenciales. Un escenario lleno de riesgos que esta Administración no está tratando con las garantías necesarias ni con los medios que hacen falta. Los recientes ataques de hackers chinos contra la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) o en 2008 contra las empresas petroleras y de gas Exxon Mobil, Marathon Oil y ConocoPhillips, son sólo la punta del iceberg de estos ataques contra las redes cibernéticas del país, con origen principal en China.
Es muy preocupante que a algunas alarmas no se les esté prestando la atención necesaria, como la que ha lanzado la citada Comisión de Prevención de Proliferación de Armas de Destrucción Masiva y Terrorismo, advirtiendo de que un ataque de gran envergadura con armas de destrucción masiva puede ocurrir en alguna parte del mundo de forma muy ”probable» antes de 2013, a menos que se tomen las medidas necesarias para evitarlo a tiempo. Es sólo una fecha orientativa y una de las varias voces que llevamos tiempo poniendo énfasis y dando la alarma en estas cuestiones, pero nos sirve para hacer tomar conciencia del problema, o debería servir.
Igualmente, es de justicia reconocer, y así lo ha hecho este Comité de expertos en el informe elaborado por Rolf Mowatt-Larssen, que se encargó de coordinar en su día de la búsqueda de armas de destrucción masiva, los excelentes programas gubernamentales que mantienen en condiciones seguras los virus y bacterias peligrosas, así como la reorganización del Consejo de Seguridad Nacional que ha efectuado el presidente Obama. Si bien, se recomienda al gobierno federal que designe a una autoridad dentro del mismo para que coordine exclusivamente tanto el espionaje como la política exterior estadounidense, con el objetivo de detener la propagación de armas nucleares y biológicas.

La llamada de atención de este informe debe extenderse a los sistemas de defensa no convencionales de todos los países aliados, ya que se ha demostrado que la comunidad internacional tampoco está preparada para afrontar una crisis bacteriológica y frenar un posible agente nocivo descontrolado.
Los 50.000 mil millones de dólares gastados desde el 11/S en reforzar los programas para hacer frente a las amenazas bioterroristas en Estados Unidos, deben tener una continuidad y una estrategia clara, ya que no han sido suficientes para garantizar una respuesta totalmente eficaz. El reforzamiento de estos programas debe ser una prioridad absoluta. Si la Administración Obama no lo hace, todos lo pagaremos muy caro tarde o temprano en forma de ataque terrorista devastador. Y no será porque no se haya avisado repetidamente.
Recordemos que sólo entre marzo y agosto de 2009 murieron en Estados Unidos 88 niños por la propagación de un virus. La perspectiva de un ataque bacteriológico es aterradora, pero es real y debemos afrontarla ya. No importa lo que tarde Al Qaeda en conseguir este tipo de armas, Estados Unidos (y sus aliados) tienen un desafío inaplazable en el fortalecimiento de estas defensas y de los programas de prevención contra ataques fundamentalistas con armamento químico, nuclear, y biológico.
Tenemos documentados varios casos concretos de intentos terroristas para hacerse con este tipo de armas de destrucción masiva, uno de los más recientes el caso de un marroquí tratando de robar agentes infecciosos de un laboratorio suizo, o los trabajos en laboratorios clandestinos para procesar agentes biológicos por parte de células próximas al integrismo islámico.

Tan importantes como las inversiones, por ejemplo Estados Unidos prevé gastar en biodefensa 5.932 millones de dólares en 2010, son los adecuados enfoques y estrategias que se planteen para luchar contra este tipo de amenazas, así como la tecnología necesaria para responder a estas emergencias antes y después de que se produzcan. Un objetivo irrenunciable debe ser aumentar la tecnología empleada para identificar el riesgo y reducir los tiempos de respuesta al mismo.
No podemos dejar la Seguridad Nacional a expensas de la capacidad de los terroristas para atacar, porque como se indica en el informe de la Comisión para la Prevención de la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva y Terrorismo, aunque a Al Qaeda y a otras organizaciones terroristas todavía les falta la capacidad científica y técnica necesaria para fabricar armas biológicas o bombas nucleares, es una laguna que pueden superar fácilmente
si encuentran científicos dispuestos a compartir o vender su experiencia y conocimientos (que no faltan), o consiguen el acceso a armas nucleares, químicas o biológicas, preparadas para ser usadas (que también existen). El informe acierta de pleno al afirmar que: «La amenaza biológica es mayor que la nuclear. La adquisición de patógenos mortales y su conversión en armas, como su diseminación en forma de aerosol, traería consigo menos barreras técnicas que el robo o la producción de uranio o plutonio de categoría bélica para la manufactura de un dispositivo nuclear improvisado (…) Estados Unidos debe estar menos preocupado de que los terroristas se vuelvan biólogos y más preocupado de que los biólogos se vuelvan terroristas«.
Hoy por hoy estos terroristas tienen más probabilidades de obtener y usar armas biológicas que nucleares o radiactivas, porque las instalaciones atómicas tienen mejores defensas, lo que nos debe alertar sobre la necesidad de reforzar las defensas biológicas. El acceso de los terroristas a laboratorios civiles con agentes patógenos potencialmente peligrosos, los cuales abundan, es relativamente sencillo y podrían conseguirlo con facilidad. De hecho, no dejan de intentarlo.
Son razones más que suficientes para exigir mayor competencia y responsabilidades a las políticas de la Administración Obama en materia de Seguridad Nacional, en las que ha flaqueado hasta ahora de forma alarmante.




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