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Los últimos centinelas del ecologismo español

El Refugio de las Hoces del Riaza, en Montejo de la Vega de la Serrezuela, un enclave privilegiado entre las provincias de Segovia y Burgos, fue cuna de buena parte del movimiento ecologista español. En su origen y fundación encontramos a Félix Rodríguez de la Fuente, promotor del Refugio y la escuela de la naturaleza que se formó alrededor de los campamentos de ADENA, que cobraron protagonismo a finales de los setenta y en la temprana década de los ochenta.

Hoy, con el trigésimo octavo aniversario de la creación del Refugio cumplido en enero pasado, asistimos a una batalla más de los últimos centinelas del ecologismo español, que se libra, igual que en el pasado, en tierras del Refugio.

La consideración de este espacio como Parque Natural de las Hoces del Riaza, por parte de la Junta de Castilla y León, ha traído consigo una amarga polémica en torno a la conocida como “senda larga” y el uso público que se está haciendo del Parque por parte de su actual dirección, que han originado una queja al Defensor del Pueblo por parte del Fondo para el Refugio de las Hoces del Riaza, que es la asociación que reúne a los conservacionistas y voluntarios que han trabajado desde el principio de la creación del Refugio, de forma altruista y desinteresada, desarrollando uno de los trabajos de investigación naturalista y seguimiento de aves únicos en el mundo por su valía y especialización, y otra queja por parte de D. Santiago Segovia Pérez, por una cuestión cinegética en este caso, que fue obligado a dejar de arrendar el coto llamado “El Enebral”, muy bien conservado hasta entonces.

El recurso que ha puesto el Fondo para el Refugio al Procurador del Común en Castilla y León, bien documentado y cargado de razones, ha sido admitido a trámite.
Sirva esta lucha medioambiental de los auténticos conservacionistas para llamar la atención sobre lo que está pasando en el Parque Natural de las Hoces del Riaza. La actuación de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León y la actual dirección del Parque en esta materia, debe ser recriminada para que pongan coto a una amenaza bien real a uno de los últimos reductos que quedan a las aves rapaces en España.

La polémica surge como consecuencia de la amenaza que representa la citada “senda larga”, aprobada antes que el Parque Natural, incumpliendo el P.O.R.N (plan de ordenación de recursos naturales del parque), cuyo artículo 57.1 prohíbe construir nuevos caminos en la Zona de Reserva, y otras normativas, como hizo notar el Defensor del Pueblo en su informe sobre este tema.

Esta “senda larga” es una actuación prescindible y dañina para este espacio natural. Pero no es la única amenaza relacionada con el uso público del Parque. Otra actuación sin sentido es la senda en la margen izquierda del embalse de Linares, que está por debajo del nivel máximo del agua y, de hecho, queda cubierta por éste cuando el embalse está lleno; senda impulsada en zona de uso limitado y que contraviene el P.O.R.N. Así como la ampliación con maquinaria, en zona de Reserva, en otoño de 2005, del camino de Valdecasuar, convertido en senda peatonal después de duplicar su anchura, y que pasa debajo de docenas de nidos de aves rapaces (en algún año, se han censado allí más de 50 nidos con éxito en la cría). Después, paradójicamente, se ha prohibido por allí el paso a los coches (salvo con permiso especial); todo ello a pesar de las reiteradas advertencias del riesgo que esta medida suponía para las aves, dadas las características de este lugar.

Es preciso denunciar que casi todos los nidos de rapaces de la parte sur de dicho barranco, que es la más baja y próxima al camino, han sido abandonados o perdidos (el pasado año 2007, todos menos uno). Esta repercusión negativa sobre las aves ha sido advertida numerosas veces en prensa y otros foros por expertos como el Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, presidente del Fondo para el Refugio, y uno de los abanderados de los conservacionistas auténticos que han venido trabajando en el estudio de los buitres y rapaces de Montejo desde los comienzos del Refugio, así como por otros especialistas históricos del conservacionismo español e internacionales.

Debido a estas actuaciones del uso público del Parque, promovidas desde su actual dirección, casi todos los nidos de buitres o alimoches situados en las peñas que tienen alguna senda en su parte superior (o cerca de la misma), se pierden cada año, después de la creación del Parque Natural (en concreto, en 2007, fracasó la reproducción en todos estos nidos menos en uno). Esta grave situación podría extenderse a todos los barrancos del parque, si terminara de realizarse el proyecto de la “senda larga”, a pesar de todas las limitaciones que se anuncian a bombo y platillo, pero que no cuentan con la aprobación de quienes han protegido y trabajado en este espacio natural desde siempre, en coherencia con lo que buscaba Félix Rodríguez de la Fuente. Sólo se salvarían, paradójicamente, los barrancos situados fuera del área “protegida”. Parece, pues, del todo razonable que el actual director del Parque tomara medidas para frenar este impacto en la fauna del lugar, o bien dejara la responsabilidad de hacerlo a otro que tenga la conservación del Refugio como su máxima aspiración, y no la mera explotación turística del mismo.
Por si esto fuera poco, hay otras actuaciones negativas, por usar un lenguaje suave, que no estaban previstas, o cuando menos anunciadas, y que no fueron tratadas en el Informe del Defensor del Pueblo. Entre ellas, uno de los nuevos aparcamientos junto al embalse de Linares, que se encuentra muy próximo a nidos ocupados por aves rapaces. Que, contra todas las advertencias de los especialistas del Fondo para el Refugio, pusieran rápidamente la “P” de aparcamiento, es una salvajada de quienes conocen poco el entorno y la repercusión de algo así en la fauna. Precisamente, muy cerca de allí anida una pareja de águilas calzadas (en la actualidad, una de las dos únicas del Parque), que había criado con éxito todos los años desde que se instaló en 1999; pero que en 2007, y por primera vez, comenzó la cría y fracasó en la reproducción, coincidiendo (mire usted qué casualidad) con el citado aparcamiento. Que una pareja de milanos negros haya criado dos pollos en la misma zona (en 2007), no debería ser excusa para hacer experimentos con aparcamientos en zonas de alta sensibilidad biológica.
Y siguiendo con los despropósitos, hay que destacar que una de las pocas parejas de alimoches (especie “en peligro de extinción”), que llevaba años criando con éxito en cierto nido (uno de los pocos de esta especie que quedaban en el parque), dejó de hacerlo en 2007, coincidiendo con la publicación de un libro sobre el Parque Natural (titulado “Hoces del Río Riaza”), de la Junta de Castilla y León, en el que aparece una foto tomada prácticamente encima de este nido (lo que puede animar a los visitantes a asomarse por allí al cortado, pese a que en teoría esté prohibido). Otra coincidencia “extraña” y que implica un peligro real, constatado en otras peñas, y advertido también desde el Fondo del Refugio, la única voz que parece velar de verdad por la protección de las aves rapaces.
Por no mencionar el caso sangrante de Juan José Molina Pérez, técnico especialista forestal, que trabajaba en la Casa del Parque, opuesto a la “senda larga”, y que perdió su puesto de trabajo al terminar 2005.
Aparte de estas actuaciones, que son como poco para pensar si se está haciendo un adecuado uso público del Parque Natural por parte de los actuales gestores, es de toda justicia denunciar el trato y maltrato que estos gestores han venido haciendo en los últimos tiempos contra los defensores de Montejo, reunidos en torno al Fondo del Refugio. No sólo se han aprovechado de sus estudios, documentación y conocimientos, sin reconocer su autoría o procedencia, sino que además han actuado al margen de toda la gente que ha trabajado por el Refugio desde hace más de treinta años, algunos de ellos pioneros del ecologismo y verdaderos Padres del movimiento proteccionista medioambiental en España, herederos directos de Félix Rodríguez de la Fuente, que no han tenido reconocimiento personal de su trabajo por parte de los actuales responsables del Parque ni de su inmenso trabajo de estudio y protección del Refugio de las Hoces del Riaza, realizado altruistamente. Auténticos especialistas como el Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, el guarda histórico del Refugio, Hoticiano Hernando, y el actual guarda Jesús Hernando, naturalistas de la talla y experiencia de José Luis Nava, Daniel Magnenat, Antonio Ruiz Heredia, Elías Gomis Martín, Jesús Rodríguez Sánchez, Juan Prieto Martín, Pedro Torres Expósito, Juan José Molina Pérez, y decenas de voluntarios, que han entregado sus vidas y esfuerzos en la defensa y conocimiento profundo del Refugio. Y que no han tenido ni el agradecimiento ni la compensación que merecen. Es de justicia un homenaje y reconocimiento a todos ellos, que son los auténticos últimos centinelas que vigilan el Refugio y luchan por su protección, ajenos a intereses turísticos y económicos.

Desde aquí hago este homenaje modesto, que debería convertirse en algo oficial.
Ellos, que recogieron la antorcha de Félix Rodríguez de la Fuente, con ilusión y coraje, se han convertido en los últimos héroes del ecologismo español, y están plantando batalla en ese lugar donde comenzaron los sueños y la escuela de la naturaleza. Montejo de la Vega, el Refugio de las Hoces del Riaza, asiste a esta lucha, una más, de las muchas que ha debido soportar para convertirse en un santuario de las rapaces.

Es preciso denunciar el acoso y ataque injustificado que han efectuado desde la actual dirección del Parque Natural contra personas de la valía del Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, sólo por denunciar unas acciones que van en contra del espíritu de conservación del Refugio, por defender a las aves y la riqueza faunística de la explotación turística sin un criterio científico y de conservación naturalista por encima de los demás intereses. Sólo por decir la verdad.

En un mundo como el actual, que prima el beneficio económico y el compadreo político, hay que concederle el respeto y el mérito que merecen los ecologistas históricos de Montejo y el Refugio de las Hoces del Riaza, que con su acción desinteresada a lo largo de los años, y también ahora, vienen a demostrar una vez más que la escuela de ilusión que pusiera en marcha Félix Rodríguez de la Fuente, aún sobrevive en ellos. No sabemos si serán los últimos centinelas o si alguien más dará un paso al frente para apoyar su causa. Los que pasamos alguna vez por aquellos campamentos de Montejo, impregnándonos de conocimientos y ejemplos de humanismo, tenemos la obligación de dar ese paso al frente y contribuir a la lucha por una conciencia medioambiental y apoyar a Maestros como el Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, José Luis Nava, Hoticiano Hernando, Antonio Ruiz Heredia, o Juan José Molina Pérez, que se baten contra unos responsables administrativos que, al menos en este tema, se muestran ciegos, mudos y sordos. Maestros, cuales Quijotes contemporáneos, que se disponen a presentar la penúltima batalla para conservar el Refugio como un verdadero Parque Natural, no sólo de nombre.

Por su inmensa aportación a la defensa y conocimiento del Refugio, un extraordinario trabajo de seguimiento ornitológico que es ejemplo mundial, merecen el reconocimiento real de la sociedad, de la actual dirección del Parque, y de la Administración, que los censura como si no existieran o los utiliza en provecho propio, así como que sus puntos de vista y trabajos sean tenidos en cuenta y considerados en la justa medida que merecen.
Hasta ahora se ha intentado “eliminarlos” o “neutralizarlos” de escena con la marginación y mil formas distintas de entorpecer o negar su actividad, como deseando borrar su existencia en estos más de treinta años de intenso y excelente trabajo. Pero hasta aquí hemos llegado. Porque quienes gestionan el Parque deben saber que hay más centinelas que tienen sus ojos puestos en el Refugio y cuanto en él acontece, como águilas que no podrán abatir ni controlar jamás.
La “escuela de ilusión” de la que hablaba Damián Arguch y que representa el Refugio de las Hoces del Riaza, no debe perderse en una mera explotación turística. Necesitamos recuperar el sentido auténtico y que la gestión se haga con un propósito de conservación real, tal y como reclaman con sentido común desde el Fondo del Refugio las personas que dieron vida al mismo con su trabajo, ejemplo, y dedicación. Especialistas de un valor incuestionable que las autoridades deberían recuperar para aunar esfuerzos en la misión de legar el Refugio de las Hoces del Riaza a generaciones venideras en las mejores condiciones primigenias.
Félix Rodríguez de la Fuente hubiera apoyado esta lucha en uno de los enclaves por los que sentía verdadera pasión; los que hemos recogido su antorcha, debemos hacerlo en la medida en que cada uno pueda. Por eso se hace más necesario que nunca dar ese paso al frente y colocarse al lado de los últimos centinelas del ecologismo español.


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