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Estudios sobre Dios

Algunos de los estudios científicos más interesantes tienen a Dios como eje central de los mismos. Recientemente cinco estudios revelaron que tanto ateos como creyentes pueden sentir ir hacia Dios, y que se trata de una emoción común y mensurable que forma parte de la religiosidad; una emoción muy antigua y que ha provocado siempre luchas interiores.
Julie Exline, investigadora de la Case Western Reserve University, en Estados Unidos, ha analizado este estado emocional desde el punto de vista psicológico en cinco estudios distintos, en los que se ha constatado que la ira hacia Dios es un sentimiento común a religiosos, ateos y agnósticos, que puede darse a raíz de acontecimientos traumáticos, aunque no siempre éstos sean su causa.
La psicóloga Julie Exline afirma que “muchas personas experimentan ira hacia Dios” y que “incluso la gente que ama y respeta profundamente a Dios puede sentirse enfadada con él, de igual forma que podemos sentirnos molestos o enfadados con otras personas, incluidos nuestros seres queridos”.

En la última década, Julie Exline ha realizado diversos estudios con cientos de personas para analizar la ira hacia Dios. Según publican la investigadora y sus colaboradores en un artículo aparecido en el Journal of Personality and Social Psychology, Exline ha realizado a este respecto un total de cinco estudios. En uno de ellos, analizó a un grupo de población estadounidense; en el segundo y tercer estudio, se analizó la cuestión en un grupo de estudiantes universitarios; en el cuarto estudio se examinó a personas afligidas; y en el quinto estudio fueron analizados individuos que habían sobrevivido al cáncer.
Todas las investigaciones iban dirigidas a temas fundamentales acerca de la ira hacia Dios: percepciones y atribuciones con la que predecirla, su prevalencia y sus asociaciones y adaptaciones. Los resultados que se consiguieron demostraron que la ira hacia Dios frecuentemente coincide con acontecimientos traumáticos, como muertes, enfermedades accidentes o desastres naturales. Pero este tipo de enfado no se da sólo en situaciones extremas. De acuerdo con los resultados obtenidos por Exline, este sentimiento también puede surgir cuando las personas experimentan fracasos, decepciones, o daños en las relaciones sociales e interpersonales.
La psicóloga explica que, en todos estos casos, las personas creyentes pueden llegar a ver a Dios como el responsable último de sus desgracias, y se enfadan y ven las intenciones de Dios como crueles. Estos individuos pueden sentir que su desgracia se debe a que Dios los ha abandonado, traicionado o maltratado.
Además, los investigadores señalaron que la ira hacia Dios de un individuo puede pronosticarse con medios socio-cognitivos de predicción de la ira similares a los que se utilizan para predecir la ira hacia otras personas. Estos medios incluirían factores como sostener que Dios es responsable de causar daños severos o el atribuir a Dios crueldad; pero también factores exclusivamente personales, como la dificultad para encontrarle sentido a las cosas o el hecho de verse a uno mismo como víctima.

Los estudios de Exline constataron, además de lo ya citado, que la religiosidad y la edad tienen una relación negativa con la ira hacia Dios. El primer estudio demostró que en los protestantes la ira hacia Dios era ligeramente menor que en otros grupos de personas, y en otros grupos pudo constatarse que la gente mayor suele albergar menos ira hacia Dios que las personas jóvenes.
Por otra parte, el segundo y el tercer estudio revelaron que los ateos y los agnósticos también pueden sentir ira hacia Dios. Esto se constató especialmente con mediciones sobre experiencias del pasado o sobre imágenes de un Dios hipotético.
En general, los investigadores señalan que la ira hacia Dios es más angustiosa cuando es frecuente, intensa o crónica.
Si se tienen en cuenta todos los resultados obtenidos, según explican los científicos en el Journal of Personality and Social Psychologyestos estudios sugieren que la ira hacia Dios es una dimensión importante de la experiencia espiritual y religiosa. Esta dimensión sería, además, mensurable, general, y estaría relacionada con la adaptación a diversos contextos y poblaciones”.

Pero, a pesar de que el enfado con Dios es una emoción muy común, incluso entre las personas no creyentes, Julie Exline afirma que para la gente resulta difícil admitir este tipo de ira, sobre todo porque le hace sentir culpable. Esto lo experimentan en particular las personas más religiosas, que son las que tienden a creer que deben centrarse sólo en el lado positivo de la vida religiosa. Sin embargo, tal y como concluye la psicóloga: “la religión y la espiritualidad son como otros dominios de la vida, como el trabajo o las relaciones. Todos ellos aportan importantes beneficios, pero también pueden conllevar dificultades. La ira hacia Dios es una de estas batallas”.
Los investigadores están trabajando ahora en dos nuevos estudios que se llevarán a cabo a través de Internet con las personas que deseen participar respondiendo sendas encuestas. En uno de ellos se pregunta a los participantes sobre “el papel de Dios en el sufrimiento”, y en el otro se piden opiniones personales sobre cómo se puede afrontar la ira hacia Dios.




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