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Parque Nacional Yasuní

En el año mundial de la biodiversidad resulta especialmente adecuado volver la vista hacia esos lugares que son auténticas reservas biológicas. El Parque Nacional Yasuní, en la Región amazónica ecuatoriana, en las provincias de Orellana y Pastaza, ha sido documentado por un equipo de científicos de Estados Unidos y Ecuador, liderados por Matt Finer, de la organización ambiental Save America’s Forests, como el área con mayor biodiversidad en América del Sur, un espacio natural privilegiado en riesgo por los proyectos petrolíferos en marcha.
El Parque Nacional Yasuní entró a formar parte de la Reserva Mundial de la Biosfera, dentro del programa del Hombre y de la Biosfera de la UNESCO, en 1989, y es también uno de los Refugios de Vida del Pleistoceno.
Yasuní está en el centro de una pequeña zona, en donde los anfibios, los pájaros, los mamíferos y las plantas vasculares alcanzan una diversidad máxima en Sudamérica”, ha declarado el doctor Clinton Jenkins, de la Universidad de Maryland.

Las 150 especies de anfibios y 83 especies de reptiles hallados en Yasuní suponen un récord mundial para un área de ese tamaño. Para hacernos una idea de la riqueza biológica de este lugar, baste señalar que hay más especies de ranas y sapos nativos dentro de Yasuní que en Estados Unidos y Canadá juntos. Además, una hectárea del altiplano contiene más especies de árboles (655) que todo Estados Unidos continental y Canadá. El número de especies de árboles se incrementa sobre los 1.100 en un área de 25 hectáreas. En sólo una hectárea en Yasuní hay más especies de árboles, arbustos y lianas (bejucos leñosos) que en cualquier otro lugar del mundo. Y la cantidad de peces de agua dulce es inmensa, con 382 especies.
Yasuní es además el hábitat natural de un tercio de los mamíferos que viven en la región amazónica, y alberga 28 especies de vertebrados que se encuentran en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Asimismo, el área de 6,5 kilómetros cuadrados correspondiente a la Estación de Biodiversidad del Parque Nacional Yasuní alberga no sólo la formidable cantidad de 550 especies de aves, sino que también es la región más rica del mundo en murciélagos, con más de 100 especies en esta pequeña región.
Cada hectárea de este Parque único es además el hábitat para unas 100.000 especies de insectos, una cifra que corresponde a las que existen en toda América del Norte.
El petróleo que contiene este territorio es, como sucede en tantos lugares de riqueza natural y gran biodiversidad, el enorme riesgo para la supervivencia de este enclave. Al noroeste del Parque, en una zona de bosque apenas hollada por pie humano, hay tres campos petrolíferos. Su explotación, la forma en que se haga, o su conservación intacta, va a depender del gobierno ecuatoriano, pero también de la comunidad internacional y de la voluntad de proteger los últimos refugios naturales ante la implacable sed de petróleo del mundo moderno.

Como sucede siempre la suerte final de estos 982.000ha. de extensión del Parque de Yasuní, dependerán de la inteligencia y la conciencia ecológica de quienes deben tomar las decisiones para explotar los campos denominados ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini), cuyas rutas e instalaciones de explotación podrían matar y ahuyentar a centenares de animales, y contaminar amplias extensiones.
El gobierno de Ecuador se plantea no explotar la región si la comunidad internacional compensa económicamente al país con alrededor de 7.200 millones de dólares en un plazo de 13 años.
La compensación internacional es la llave para frenar la extracción de petróleo y evitar la destrucción de este Parque con una biodiversidad excepcional. La referencia de Yasuní cobra más importancia porque puede servir de medida para otros espacios naturales similares. Si no logramos salvar esta región, otros lugares pueden correr la misma suerte.

Entre los animales que se juegan la supervivencia en Yasuní se encuentran primates como el atelo peludo (Ateles belzebuth) y el mono lanoso plateado (Lagothrix poeppigii), aves de rapiña como la harpía (Harpia harpyja), la nutria gigante (Pteronura brasiliensis), el zorro vinagre (Speothos venaticus) y el manatí del Amazonas (Trichechus inunguis).
Este lugar privilegiado de la naturaleza es hábitat de cientos de especies que no existen en ningún otro lugar del mundo, además de varias tribus indígenas que sobreviven aquí (waoranis, Tagaeri/Taromenane, Huaorani…), y que configuran un tesoro biológico humano de primer orden. Preservar todo eso es un desafío para todos, y debemos estar a la altura de las circunstancias.
Se hace más necesario que nunca recordar que el objetivo al crear este Parque Nacional fue la preservación de innumerables especies en peligro de extinción, tanto animales como vegetales, ya que cualquier alteración o disminución que sufren los bosques naturales conducen de forma inevitable a la extinción o disminución de la diversidad genética y a la degradación de la biodiversidad.
Una lección que no podemos permitirnos olvidar.




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