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Fuerzas Especiales de Estados Unidos

Algunas de las últimas operaciones bélicas de Estados Unidos, como la muerte de Osama Bin Laden y de otros líderes de Al Qaeda y de los talibanes, han puesto de relieve una vez más la importancia estratégica de las fuerzas especiales. Los SEALS han ocupado páginas de prensa y horas de TV merced a la brillante operación contra el líder de Al Qaeda llevada a cabo en Pakistán, poniendo en valor la actuación de este tipo de cuerpos especiales y la idoneidad de los mismos para combatir en la guerra contra el terrorismo.
En los últimos diez años, desde el 11/S, los esfuerzos del ejército de Estados Unidos para reclutar a nuevos miembros de las fuerzas especiales han sido muy intensos y sostenidos, consciente de su papel crucial en las políticas de defensa. Así, tras los trágicos ataques terroristas, una de las primeras directrices que salieron del Despacho Oval fue la orden al Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) para que aumentara sus fuerzas en un 43% antes del año 2013. Una tarea en la que se ha venido trabajando desde entonces sistemáticamente, ya que debemos tener en cuenta que el reclutamiento y el entrenamiento de los miembros de las fuerzas especiales es un proceso largo y complejo, que implica varias fases de desarrollo. Es preciso tener en cuenta que para que un recluta novato alcance el nivel básico de competencia lleva un trabajo de entrenamiento de alrededor de tres años. Después hay que completar esa formación con nuevos cursos específicos y la práctica que conllevan los despliegues para realizar distintas operaciones. En este camino muchos reclutas no superan los cursos de acceso, o bien abandonan por la dureza de los mismos o son suspendidos, e incluso una vez superados, se han de enfrentar a los despliegues, que merman la disposición de muchos e inciden en nuevas bajas. Muy pocos logran alcanzar plenas capacidades operativas. Los que lo hacen, ésos son los integrantes de las fuerzas especiales estadounidenses, una elite muy seleccionada, que no tiene comparación posible en todo el mundo en ninguna otra unidad de combate, y que representan un recurso escaso y de altísimo valor.

Conseguir integrantes para las fuerzas especiales es difícil, porque a las exigencias de las pruebas de acceso y capacitación, hay que añadir dificultades extras que no todos pueden ni quieren soportar, como largos despliegues en el exterior, altos niveles de estrés, misiones peligrosas, nulo reconocimiento público a los méritos, condiciones de entrenamiento y trabajo muy exigentes, esfuerzos continuos a un alto nivel y exceso de trabajo. Esto hace que ni las mejores condiciones económicas de las que disfrutan los miembros de las fuerzas especiales ni otros beneficios (económicos, sanitarios o de otro tipo), sean suficientes muchas veces para motivar a las personas que cualifican para ingresar en estas unidades.
La difícil conciliación de la vida familiar con despliegues imprevistos y operaciones de combate bajo condiciones extremas, son dos de los motivos de renuncia y retiro para muchos comandos de fuerzas especiales, cuando no de disuasión para entrar en estas unidades, lo que aumenta la dificultad para retenerlos. Dado que los miembros de las fuerzas especiales afrontan los procesos selectivos y de entrenamiento más exhaustivos que existen, sus miembros se han convertido entre los más solicitados para las operaciones más difíciles, y no sólo las que llevan a cabo el ejército sino también las agencias de Inteligencia, con las que colaboran a menudo o en las que están integradas. De hecho, muchos comandos ya retirados han sido recuperados en estos años para adiestrar a otros nuevos comandos en las distintas unidades de fuerzas especiales o en agencias de Inteligencia, así como para trabajar en algunas corporaciones militares privadas.
La relevancia de las fuerzas especiales ha ido a más en estos años en que el país se ha visto obligado a combatir en la guerra contra el terrorismo, un tipo de guerra especialmente idóneo para la intervención de comandos especiales. La única dificultad ha sido y es el escaso número de este tipo de comandos, cuya preparación lleva años, gran especialización y cientos de miles de dólares de inversión.

Pese a ello, uno de los aciertos de las fuerzas especiales de Estados Unidos, a diferencia de lo que sucede en otros cuerpos similares de otros países, ha sido mantener unos elevados estándares de exigencia para acceder a estas unidades, lo que si bien dificulta el reclutamiento, también garantiza un mejor funcionamiento de las mismas y un nivel de preparación y éxito mayor. Razones que explican la superioridad y calidad operativa de las fuerzas especiales estadounidenses, por una gran diferencia.
Los esfuerzos por seguir expandiendo las fuerzas especiales siguen en curso con distintas iniciativas. Por ejemplo, en 2010 se creó un nuevo batallón de fuerzas especiales (alrededor de 300 miembros) en el 10º Grupo de Fuerzas Especiales. Cada uno de los cinco grupos de fuerzas especiales tendrá un cuarto batallón. Otros dos grupos ya han empezado a organizar sus nuevos batallones. El 3er y el 5º Grupos han estado desarrollando la mayor parte de las operaciones en Irak y en Afganistán y son los que están organizando los primeros batallones adicionales. Los otros Grupos también han enviado muchos de sus equipos a combatir a Irak y a Afganistán, pero el 5º Grupo es el único preparado específicamente para combatir en esta región y el que tiene la responsabilidad principal de las operaciones. Para el año 2013, las fuerzas especiales tendrán 300 ODAs (Destacamentos Operativos), en comparación con los 180 que había el 11 de septiembre de 2001. Un salto muy importante. Y el ejército trabaja para añadir un batallón a los dos Grupos de Fuerzas Especiales del Componente de Reserva (el 19 y el 20), lo que aumentaría a 420 el número de equipos de asalto especiales. Como siempre, su desarrollo es una cuestión de presupuesto.
Además de estos batallones de fuerzas especiales, y de los más de 400 soldados de las fuerzas especiales de los Marines, también se ha organizado otro batallón en el 160º Regimiento Aéreo de Fuerzas Especiales. La preparación en cuerpos como los SEALS, los Rangers y los Delta Force, se ha intensificado y potenciado para crear distintas unidades especializadas, con nuevas capacidades y una enorme experiencia bélica sobre el terreno.

Si bien desde el Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) se ha intentado, desde hace diez años, aumentar significativamente los miembros altamente cualificados para las unidades de élite, los mandos de estas unidades han luchado con buen criterio por mantener los altos estándares de acceso, impulsando otros métodos de selección de los candidatos a integrar las fuerzas especiales, que seguirán manteniendo a éstas como las mejores del mundo y como la herramienta de intervención militar más especializada del país.
Actualmente, el Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) ha desplazado a gran parte de los comandos desde Irak, donde había desplegados unos 5.500 hombres en 2008-2009, hasta Afganistán, donde había 3.000 efectivos por esas mismas fechas. Esto fue así por la potenciación de misiones de las fuerzas especiales para combatir a miembros de Al Qaeda y preparar la persecución de Bin Laden, cuyo resultado ha sido un éxito histórico.
Hoy por hoy las fuerzas del Mando de Operaciones Especiales en Irak y Afganistán representan el 80% de las fuerzas especiales desplegadas en el exterior. Las demás unidades ocupan destinos en lugares como Pakistán, Colombia, Filipinas, Yibuti, Yemen, Sahel y otros que no pueden ser desvelados públicamente.
Más que nunca las fuerzas especiales tienen un papel destacado y crucial en la seguridad y defensa de Estados Unidos.




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