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Escritores de raza o escritores mediáticos

Miro alrededor y me pregunto ¿qué ha pasado? Veo las Ferias del Libro que se suceden en distintos países y ciudades a lo largo del año y cada vez es más frecuente encontrar dos tipos de escritores: los de raza, que escriben por pura pasión, y los mediáticos, autores que llegan al mundo literario por curiosos caminos audiovisuales. Hasta hace unos años lo que importaba a la industria editorial: a escritores, editores, librerías, medios y críticos literarios, era que un libro tuviera calidad, que contara una buena historia y que el autor pudiera aportar algo interesante a la sociedad.
¡Caramba, cómo cambian los tiempos! Ahora nada de eso importa, o muy poco, y los editores apuestan con desparpajo por los autores mediáticos, sí, ésos que salen en la TV o la prensa, y que pueden garantizar tiempo ante la audiencia y, con un mucho de marketing, una buena campaña de ventas. Son los nuevos escritores que venden, que se ponen ciegos a firmar y dar besitos y manos al lector, que no dejan de sonreír y llevar sus criaturas de papel a los platós de TV. Ellos que pueden y tienen las puertas abiertas por sus colegas. Faltaría más, lo que haga falta.

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La calidad de un buen libro, la excelencia de su lenguaje, las opiniones comprometidas y los análisis de juicio de autores con capacidad crítica y un punto de rebeldía a favor de causas justas, se ha arrinconado para promocionar ese tipo de libros de autores mediáticos. Parece que en algunos mercados, y estoy hablando del caso de España, (me ha leído el pensamiento), porque en EE. UU es otra historia, más plural, lo que cuenta para vender y aparecer en los medios de comunicación masivos no es la belleza de una portada ni del texto, ni siquiera que haya una gran historia o un título con gancho; ¡Qué va! Lo que cuenta es que el autor sea un rostro conocido y popular de la TV, la prensa o del mundillo social. Y si lleva faldas y luce escote, mejor que mejor.
Parece que los editores españoles se han lanzado en masa sobre este tipo de autores y hecho suyo el dicho: ponga un famoso en su vida que le saneará su cuenta de resultados. ¿Qué no existe ese dicho? ¡Vaya, pues debería, lo doy por inaugurado! Un presentador de noticias o de un talk show, una petarda de reality, una presentadora resultona o un marica simpático, y ya tiene usted un éxito de ventas como la copa de un pino. Ni que decir tiene que prefiero mil veces la copa del pino. Es más sana, auténtica y entretenida.

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A lo que voy: como lectores, tenemos a nuestra disposición miles de libros. Hasta qué punto muchos de éstos se han vuelto tan mediocres para elegir a este tipo de autores en vez de escritores de raza con buenas historias que narrar y con mejores obras, es un misterio que merece su estudio. A ver si se anima alguna universidad con poco que hacer o subvenciones que derrochar.
Con frecuencia me preguntan en las entrevistas que me hacen acerca de las diferencias entre la industria del libro en EE. UU y España, y por qué prefiero el mercado norteamericano. La respuesta es evidente. Cuando una industria como la española decide optar por estos escritores mediáticos en vez de apostar firmemente por buenos autores, que los hay, y a los cuales margina y destruye vergonzosamente, los que defendemos una buena literatura, libros de interés y escritores de raza, no podemos ocultar nuestra opinión y desentendernos.
Un escritor de raza siempre está comprometido, sea en el sentido que sea, y debe dar la cara por los temas que importan. Es necesario para superar la mediocridad imperante de una industria editorial española y de muchos lectores (que no todos, afortunadamente) que prefieren esos autores mediáticos del pelotazo comercial a autores de raza que cultivan la calidad, el prestigio y buenos valores literarios.

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Es una verdad como un templo que en cierto momento buena parte de la sociedad española, ésa que lee con fruición determinados libros de determinados autores, se volvió mediocre, tonta perdida y carente de juicio y valores. No teman, no están solos, les acompañan en el viaje los editores de esas mamarrachadas editadas para satisfacer una demanda que se ha creado artificialmente.
Se pregunta el lector riguroso y amante de los buenos libros si hay esperanza. La hay mientras haya buenos editores con vocación y ganas de publicar a escritores de raza y su buena literatura, ya sea literatura minoritaria o literatura comercial (ése es otro tema). Y mientras haya buenos lectores que buscan en el contenido de un libro algo más que el rostro y el nombre conocido de un autor mediático.

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