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Deporte para evangelizar

Es conocida la pasión que despierta el deporte en Estados Unidos, donde el atletismo, el béisbol, el fútbol americano, el baloncesto, el patinaje artístico, el hockey sobre hielo, las carreras de caballos y otras disciplinas deportivas congregan el interés de millones de aficionados y se convierten en fuente de experiencias, anécdotas, héroes y gestas deportivas.
El deporte estadounidense reúne algunas de las mejores cualidades y pone en juego valores como la disciplina, la superación, la competitividad y la excelencia. Uno de los elementos que entran en juego a menudo de una forma sutil pero importante es la espiritualidad de los deportistas, que también influye de forma decisiva en las competiciones deportivas.

En este sentido destaca la acción para difundir el mensaje de Cristo y los valores cristianos que impulsa la asociación Catholic Athletes for Christ, donde deportistas de todo tipo, entrenadores, preparadores, periodistas y capellanes reciben una formación adecuada para que los principios cristianos y humanistas impregnen la labor del deporte y lo conviertan en un campo donde no sólo se practique deporte sino que también se implementen esos valores que ensalzan la competición deportiva aún más y la propia condición humana.
Así, no es extraño que los deportistas estadounidenses a menudo se comprometan con causas humanitarias de una forma real, no sólo de cara a las campañas de publicidad, como sucede en algunos países, un compromiso que se extiende, por ejemplo, a participar en conferencias y actos públicos para hablar de valores como el esfuerzo, el trabajo en equipo, la disciplina y la importancia de aplicar en la vida y en el deporte valores cristianos y humanistas que no dejen todo en una mera competición sin alma.

El papel de la asociación Catholic Athletes for Christ (Atletas Católicos por Cristo), a la que pertenecen deportistas en activo y retirados, entrenadores, periodistas deportivos, capellanes de diferentes equipos y consejeros eclesiásticos, desde obispos hasta predicadores, como el padre Benedict Groeschel, de los Frailes Franciscanos de la Renovación (los famosos «frailes grises del Bronx» que a menudo evangelizan con el baloncesto y en otros deportes), es vital en esta tarea de llevar los valores cristianos al deporte, humanizando su práctica y dotándolo de una espiritualidad que a menudo se plasma en gestas que no sólo son deportivas.

La asociación destaca por lograr dos grandes objetivos. Por una parte, forma a los deportistas y exdeportistas en la fe, la refuerza y consolida, les da argumentos, doctrina y lazos de amistad entre ellos. Cuando terminan sus vidas deportivas activas mantendrán esos lazos humanos y esa formación espiritual como un bagaje importante. En los encuentros que realizan acuden expertos en apologética como Patrick Madrid y otros buenos predicadores católicos, que se adaptan al público y les ofrecen las herramientas necesarias para crecer en su fe y fortalecerse espiritualmente. Por otra parte, entrenan a algunos de ellos para que sean predicadores o evangelizadores de los valores cristianos y humanos. Les forman y enseñan a contar su testimonio en público, a hablar de su fe en primera persona, a partir de su vida deportiva, para después hablar de virtudes y valores humanos, enlazándolos con las enseñanzas bíblicas y cristianas. Les preparan para hablar de forma eficaz y directa ante los jóvenes que les admiran. Y esta es una de las grandes virtudes del deporte estadounidense porque el ejemplo a los jóvenes se centra en valores y no en aspectos como el dinero, las fiestas, etc. Es deporte, sí, pero también mucho más, es una forma de vida impregnada de valores humanos como la solidaridad, la compasión y el juego limpio.

El catolicismo es una religión exigente en lo moral, ya que pide moderación, humildad, deportividad, disciplina… Cuando quien predica todo esto se trata de un deportista famoso, su mensaje llega más lejos y es más eficaz. Cuando cita la Biblia y acontecimientos protagonizados por grandes santos, estos se proyectan con otra luz. Deporte y espiritualidad no es algo nuevo. Ya San Pablo usaba el lenguaje deportivo en sus cartas: «Compite bien por la fe» (1 Tim 1,12); «He competido bien, terminé la carrera, he mantenido la fe» (2 Tim 4,7); «Cada atleta ejerce la disciplina por una corona perecedera, pero nosotros lo hacemos por una que no perece; no corro sin sentido, no peleo con las sombras; dirijo y entreno a mi cuerpo para evitar que habiendo yo predicado a otros, no resulte descalificado» (1 Cor 9,25-27).
Entre los deportistas preparados para acudir a cualquier encuentro juvenil a dar su testimonio encontramos a la esquiadora olímpica Rebecca Dussault, el triatleta y «hombre de hierro» Brad Seng, la exjugadora de softball Lauren Bauer, el quarterback de los Jets Kellen Clemmens y numerosos exjugadores de beisbol y fútbol americano.

Asimismo, en Catholic Athletes for Christ también se puede contar con las enseñanzas de diversos entrenadores y seleccionadores ya retirados, con la participación de algunos populares periodistas deportivos y con los sacerdotes capellanes del Indy Racing, los Jacksonville Jaguars o los Houston Texans.
El fundador y presidente que ha potenciado la asociación es Ray McKenna, un experto en la evangelización a través del deporte, organizador de equipos evangelizadores ligados a la liga nacional de béisbol, al fútbol americano profesional, al boxeo y a programas de deporte juvenil. Entre sus temas preferidos para predicar están «Jesucristo, modelo de masculinidad, modelo de humildad»; «La victoria disfrazada de derrota: la salvación por la Cruz», «Jugando y rezando para ganar» y «El sentido del humor de Dios».

Son temas que impregnan el deporte estadounidense y están en la base de muchas de sus conquistas, tanto las deportivas como las espirituales y humanas. Es por estas razones que encontramos en el deporte de Estados Unidos la épica y el ejemplo humano que nos sigue emocionando.




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