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Triduo Pascual

Damos comienzo al Triduo pascual, la etapa más importante del Año Litúrgico. Los ritos sagrados del Jueves Santo, del Viernes Santo y de la solemne Vigilia Pascual, nos disponen a revivir una vez más todo el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. En estos días intensos seremos más conscientes de que Cristo nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros y prenderá un deseo de seguirlo con generosidad. Esto es así porque los acontecimientos que nos propone el Triduo santo representan una manifestación elevada de este amor de Dios al hombre. Llegados a este punto, no podemos sino celebrar el Triduo pascual recordando y teniendo en cuenta aquella exhortación de san Agustín que dice así: «Ahora considera atentamente los tres días santos de la crucifixión, la sepultura y la resurrección del Señor. De estos tres misterios realizamos en la vida presente aquello de lo que es símbolo la cruz, mientras que por medio de la fe y de la esperanza realizamos aquello de lo que es símbolo la sepultura y la resurrección» (Epistola 55, 14, 24).
Este Triduo pascual comienza hoy, Jueves Santo, con la misa vespertina «In cena Domini», si bien, por la mañana hay otra celebración litúrgica, la misa Crismal, durante la cual todos los presbíteros de cada diócesis, congregados en torno al obispo, renuevan sus promesas sacerdotales y participan en la bendición de los óleos de los catecúmenos, de los enfermos y del Crisma.

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Junto a la institución del sacerdocio, en este día santo se conmemora también la ofrenda total que Cristo hizo de sí mismo a la humanidad en el sacramento de la Eucaristía. Tal y como recuerda la sagrada Escritura, en la misma noche en que fue entregado, nos dejó el «mandamiento nuevo» -«mandatum novum»- del amor fraterno, realizando el conmovedor gesto del lavatorio de los pies, que nos recuerda el humilde servicio de los esclavos.
Este día tan especial y que evoca los grandes misterios, concluye con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní. El evangelio narra que Jesús, embargado de tristeza y angustia, pidió a sus discípulos que velaran con él permaneciendo en oración: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt 26, 38), pero los discípulos se durmieron.
Hoy de nuevo el Señor nos dice: «Quedaos aquí y velad conmigo». Y también nosotros, que somos sus discípulos actuales, con frecuencia dormimos un largo sueño. Aquella noche fue para Jesús la hora del abandono y de la soledad, a la que siguió el prendimiento y el inicio del doloroso camino hacia el Calvario. Hoy también nosotros podemos unirnos a Él para no abandonarlo y saber tomar nuestro camino personal al Calvario.

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Música litúrgica para el Jueves Santo según lo que indica el Graduale Romanum:

ubi caritas

In beata nox

Mandatum novum

Hoc est Corpus meum

Calicen benedictionis

Maneant in vobis fides, spes et caritas

Domine, tu mihi lavas pedes?

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