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Putin y el tigre siberiano

A menudo los medios de comunicación trasladan una imagen cargada de prejuicios contra determinados personajes porque no les caen simpáticos, porque no se adaptan a los tópicos de lo políticamente correcto que prima en nuestras sociedades y porque encuentran en ellos un liderazgo sólido que les discute su actuación como profesionales del cuarto poder (la prensa).
Vladimir Putin es uno de esos personajes carismáticos que se ha ganado el odio de los medios, pero la admiración de millones de sus conciudadanos. El hábil y astuto ex agente del KGB tiene muchas facetas, pero hoy le traigo a esta web por la defensa que realiza de la naturaleza y de los animales, de los que es un auténtico defensor.
Su liderazgo está permitiendo impulsar de forma decisiva la salvación del tigre siberiano. Por ejemplo, en la última Cumbre Global del Tigre, celebrada en San Petersburgo, logró que 13 países en los que habita el tigre (Bangladesh, Bután, China, India, Indonesia, Camboya, Laos, Malasia, Myanmar, Nepal, Tailandia, Vietnam y Rusia), además de 500 conservacionistas (entre ellos algunos tan célebres como el actor Leonardo DiCaprio), se comprometieran a donar 250 millones de dólares en cinco años para salvar al tigre de la extinción, provocada por la creciente desaparición de sus hábitats naturales y la acción de los cazadores furtivos. Además está endureciendo las penas en Rusia contra éstos.
Putin declaró entonces que “la civilización sólo puede desarrollarse sólidamente sobre los principios de una relación responsable y respetuosa con la naturaleza”. Palabras que corroboramos cuantos estamos comprometidos con la conservación de los ecosistemas naturales que aún quedan y los animales esenciales en la cadena ecológica.

Los planes para proteger al tigre son vitales, ya que es uno de los animales más acosados y en riesgo de extinción. Hace cien años había 100.000 tigres en todo el mundo; ahora sólo quedan 3.200, lo que nos da una idea de la masacre que ha tenido lugar. Desde 1998, la población mundial se ha reducido un tercio. Tres subespecies (bali, javán y caspio) se han extinguido en un intervalo de 40 años, entre 1940 y 1980, en Indonesia y la región del Caspio. El número de tigres ha descendido en un 97 por ciento en esta última década y cerca de cuatro sus nueve subespecies han desaparecido ya. Según los expertos de la organización ecologista WWF, si no se toman las medidas necesarias, y se toman ya, los tigres se extinguirán totalmente en 2020.
En India, donde vive el mayor número de ejemplares (unos 1.400 tigres bengalíes), la población de felinos se redujo en tres veces en la última década, mientras en Malasia quedan unos 500, en Bangladesh, 400, y en China en torno al medio centenar. En territorio ruso viven unos 400 tigres siberianos, todos en la cuenca del río Amur, frontera natural entre Rusia y China, pero su número ha comenzado a decaer en los últimos años debido a la creciente actividad de los furtivos. Los conservacionistas estiman entre 30 y 50 el número de tigres siberianos, los más grandes del mundo, que son abatidos anualmente en este país, el único del mundo en el que la población de tigres había aumentado entre mediados y finales del siglo XX.
Entre quienes pueden hacer algo o mucho por los tigres están los responsables empresariales y políticos, y entre ellos Vladimir Putin es sin duda uno de los que están dando más la cara y la batalla para rescatar al tigre y asegurar su supervivencia. La decisión del gobierno ruso de prohibir la tala de bosques de cedro coreano en la taiga del lejano oriente ruso, que es un hábitat de los jabalíes, una de las presas preferidas de los tigres siberianos, es otra de esas medidas realistas y eficaces que pueden contribuir a su salvación.

Nos encontramos en ese punto de inflexión en el que debemos concienciarnos de forma general acerca de la importancia de salvar al tigre y recuperar aquel antiguo dicho hindú que reza: “Sólo cuando haya talado el último árbol, envenenado el último río, pescado el último pez, entenderá que no se puede comer el dinero”.
Algunos de los objetivos irrenunciables si queremos salvar a los últimos tigres, son actuar enérgicamente contra los cazadores furtivos y el mercado de animales, medicinas y afrodisíacos fabricados en China e India a partir del tigre, así como conseguir duplicar el número de tigres a nivel mundial en el año 2020 y frenar la deforestación de los países que acogen ejemplares de tigre. Es algo que se puede conseguir perfectamente si se toman las medidas adecuadas.
El hecho de que la conservación de la naturaleza vuelva a estar entre las prioridades de un país tan extenso y rico ecológicamente como Rusia, de la mano de Putin, es una excelente noticia a la que apenas se le concede la importancia que tiene. Bajo el liderazgo indiscutible de Putin, el país continúa potenciando su ética medioambiental e impulsando una educación con conciencia  ecológica.
Pero es preciso extender esta cultura de conservación a otros países y combatir activamente las amenazas más serias para la supervivencia de este gran felino, que hoy por hoy son el afán por los trofeos de caza, la urbanización sin control de sus hábitats, la agricultura intensiva, la tala masiva de bosques y los proyectos de infraestructura que casi están dejando a los tigres sin opciones para sobrevivir en libertad.
El compromiso de Rusia y de Putin, personalmente, dispuestos a ayudar a países como Kazajistán e Irán, donde los tigres desaparecieron hace varias décadas, a recuperar la presencia de ese felino, es el camino correcto.
En esta tarea para salvar a los tigres siberianos, los rusos no están solos. Putin ha agradecido numerosas veces la colaboración de los expertos norteamericanos y europeos. Su compromiso con los animales va más allá de los tigres y son conocidos también sus esfuerzos para proteger a los leopardos del Cáucaso, las focas o el oso polar. Todos ellos necesitan de un gran trabajo de conservación y divulgación que pueda evitar su extinción.




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