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De libros, e-books y piratas

La piratería se ha convertido de nuevo en un problema de primera magnitud, ahora el robo se produce en temas de propiedad intelectual, que parece menos robo pero lo es igualmente. Es un problema que afecta a todo el mundo, pero que en algunos países ha adquirido tintes dramáticos. Es el caso de España, que se ha convertido en un país pirata en el que la propiedad intelectual es robada impunemente, desde la música, pasando por el cine, hasta los libros, incluyendo la propiedad industrial, los diseños, etc. Nada escapa a la piratería desatada de quienes desean aprovecharse del trabajo, la creatividad y el esfuerzo ajenos.
El problema ha adquirido tal proporción que el Congreso de Estados Unidos considera a España uno de los cinco países en los que se cometen más infracciones contra la propiedad intelectual. En esta lista negra hecha pública en junio pasado figuran, además de España, Canadá, China, Rusia y Ucrania. El Caucus Antipiratería Internacional, un comité de setenta senadores y miembros de la Cámara de Representantes estadounidense, concluyó que en España las redes de p2p operan «con total impunidad» y es uno de los países «con problemas de mayor alcance y profundidad en materia de piratería».
Se hace necesario impulsar decididamente una nueva legislación que acote las prácticas piratas y garanticen que la propiedad intelectual es protegida eficazmente y remunerada de forma adecuada, junto con campañas de divulgación sobre el valor de la cultura.

En concreto, la piratería que afecta al mundo editorial, se ha disparado con la implantación y el avance del e-book, lo que supone un disparo en toda la línea de flotación de esta industria, dinamita su normal funcionamiento y la pone frente a una revolución de impredecibles consecuencias. Los grandes perdedores son las editoriales, las distribuidoras, las librerías y los autores, que no reciben los beneficios por su trabajo, lo que puede terminar afectando a este sector de forma fatal, sobre todo en términos de calidad y creatividad.
La piratería literaria ya está hurtando el beneficio que todo creador o empresa editorial merece por su trabajo y por asumir sus riesgos. Quien se lucra pirateando debe ser perseguido y castigado por ello porque está atacando el corazón de la creatividad, empobreciendo el mercado al alterar las normas de juego y robando a quien dignamente se lo gana en el libre mercado, compitiendo lealmente.
Un aspecto distinto de este problema son los lectores, que aprovechando las posibilidades tecnológicas, se descargan gratis las obras para leerlas. Cada uno debe decidir libremente cómo, dónde y en qué forma lee los libros que desea y la manera en que apoya o no a sus autores favoritos. Es evidente que no es lo mismo leer un libro pirata en e-book, sin garantías de calidad y vulnerando derechos ajenos, que descargarlo correcta y legalmente pagando un importe justo, o aún mejor comprándolo en papel con la plena garantía de calidad y de disfrutar del libro en forma tradicional y siendo consciente de estar apoyando al autor para que siga su labor y a una industria para que fomente la creatividad y la actividad económica legal de la que dependen muchos miles de personas (escritores, editores, diseñadores, correctores, ilustradores, impresores etc).

Al final se trata de decidir si uno es un pirata o no, si un país se comporta como un país pirata o de forma leal. Por supuesto no es lo mismo ni será el mismo tratamiento que reciba uno u otro comportamiento, dado que estamos hablando pura y llanamente de robo, aunque se esté robando la propiedad intelectual y parezca que valga menos. En absoluto, en la propiedad intelectual está la riqueza de un país y gran parte de su futuro. Por eso en Estados Unidos se protege vigorosamente y hay una cultura de los derechos de autor que se respeta. Lograr esto en países como España, que los vulnera de forma flagrante, es un reto y un objetivo que hay que saber alcanzar mediante una concienciación adecuada y una legislación moderna y eficaz.
Como todo en la vida, también esta cuestión tiene una parte positiva. Las descargas ilegales, que dirían los más políticamente correctos, la piratería o robo de propiedad intelectual, hablando en plata, han puesto sobre la mesa el abuso de los precios elevados que han impuesto muchas editoriales y que sólo ahora están en un precio de mercado adecuado, así como el abuso cometido por las grandes editoriales y distribuidoras en la remuneración a los autores, que eso también es de juzgado de guardia y una piratería intolerable. Que un mínimo porcentaje (alrededor de un 10%) sea el pago por la creatividad y por los auténticos motores de esta industria, es de escándalo, y las opciones que abre Internet, el mundo digital y otras posibilidades de edición, amplían los beneficios que puede obtener un autor si opta por otras alternativas de edición o bien por negociar desde una posición de fuerza.
No todo es negativo en la irrupción de los e-books, de hecho tiene grandes ventajas, pero sí lo es esa piratería que busca todo gratis a costa de quienes hacen la cultura con su esfuerzo y trabajo. Por descontado que con las herramientas informáticas y tecnológicas en sus manos, pueden optar por piratear, pero igualmente quienes defendemos la propiedad intelectual podemos usar las herramientas legales, legislativas y la tecnología para perseguirlos, enjuiciarlos, condenarlos y sacarlos del mercado. Ya estamos viendo ejemplos significativos de ello, y sólo es el principio. Los beneficios son para quienes se lo trabajan legalmente. Y los piratas que quieran ver cine, escuchar música o leer gratis, deberán conformarse con los productos de menor calidad o pagar lo que corresponda. Nadie va a echarlos de menos si deciden no consumir cultura. Nos harán un favor a todos.

Es una realidad que en España existe un vacío legal contra la piratería y que cualquiera puede aprovecharse del trabajo y el talento de los creadores de forma impune, como se ha demostrado con sentencias recientes, lo que impone la urgencia de adoptar medidas que protejan a los titulares de la propiedad intelectual, en línea con otros países europeos y Estados Unidos, donde estos temas se tratan con seriedad. Es una prioridad que el nuevo gobierno de Rajoy deberá afrontar o España seguirá siendo el hazmerreír en todo el mundo y donde esta lacra se enquiste peligrosamente.
De la gravedad del tema, hablan algunos datos perfectamente: sólo en 2011 se ha producido una caída del 6% en la venta de libros (fue del 10% en 2010), con un avance importante de la piratería literaria, de forma que se han dejado de ingresar en España alrededor de 750 millones de euros que hubieran dinamizado y creado oportunidades de trabajo y riqueza en este sector, convirtiéndose el país en uno de los 13 del mundo en los que más ha crecido este fenómeno en el último año.
El acento no sólo se debe poner en la legislación sino también y sobre todo en buenas campañas educativas y de divulgación social para concienciar que se debe pagar lo justo por el esfuerzo de los autores y el trabajo de todos los intervinientes en el proceso creativo (ya sea editorial, musical, cinematográfico, etc). La educación responsable en este sentido será decisiva para afrontar el problema de la piratería y extender el mensaje del valor de la cultura, que no es gratis, y debemos pagar algo razonable por ella para que siga existiendo. Al menos una cultura de calidad. Ése es el camino para lograr una cultura rentable y que no dependa de subvenciones manipuladoras. España no puede permitirse maltratar la cultura con la piratería o estará sentenciado un mercado de vital importancia en el que tiene grandes oportunidades. Precisamente la cultura tiene un impacto en el PIB del 4 por ciento y podría alcanzar perfectamente el 12 por ciento, lo mismo que en Estados Unidos. Eso sí es crear riqueza de forma legítima para millones de personas, pero no se consigue haciendo la vista gorda contra la piratería. En este tema todos somos reponsables, creadores y consumidores.




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