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Ecología del paisaje

Una de las disciplinas más interesantes para los seres humanos, por su influencia positiva en nuestra forma de vida, es la que se denomina la ecología del paisaje, formulada por Richard T. T. Forman, profesor de Ecología del Paisaje de la Universidad de Harvard. La ecología del paisaje básicamente es el estudio de los ecosistemas vistos desde un avión, según explica el propio Forman, ya que observar a escala kilométrica permite desarrollar modelos sencillos, pero muy útiles, para entender cómo se influyen entre sí los distintos tipos de territorio; por ejemplo, por el flujo del agua entre ellos, de la fauna, la flora y los habitantes humanos; cómo evolucionarán estos espacios; y, si se quiere intervenir en ellos, cuál es la mejor forma. Por ello, la ecología del paisaje se convierte en una herramienta para mejorar la integración de espacios de uso humano, como las ciudades y el medio natural.
En opinión de Richard T. T. Forman, cuando las ciudades crecen de forma compacta mejoran la calidad de vida de los ciudadanos y la biodiversidad. Después de estudiar 38 ciudades de todo el mundo, el profesor concluye que las mejores estructuras de crecimiento urbano son en anillo concéntrico y en torno a ciudades satélite, y propone además la desaparición de las carreteras, que serían sustituidas por sistemas de raíles que interconectarían las ciudades y por los que viajarían vehículos eléctricos individuales automáticos alimentados por energía renovable. Los raíles estarían elevados varios metros para no seccionar el territorio. Forman cree que este sistema, llamado Netway system, podría acabar imponiéndose dentro de sólo 25 años.

Son algunas ideas interesantes que debemos tener en cuenta en el diseño de las ciudades porque la expansión humana, las condiciones de vida y las agresiones al medio natural necesitan de nuevas fórmulas para convivir en equilibrio. La ecología del paisaje propone algunas de esas nuevas maneras de entender las ciudades y el respeto a los territorios naturales. Desde planteamientos humanistas, su gran objetivo es moldear el territorio de forma que tanto la gente como la naturaleza logren convivir y salir adelante con las menos agresiones mutuas posibles.
Los estudios científicos, demográficos y urbanos indican claramente sobre la necesidad de potenciar una edificación urbana respetuosa con el medio natural. Así, por ejemplo, la División de Población de Naciones Unidas estima que los habitantes de las ciudades crecen cada día en todo el mundo en 200.000 personas, esto son 70 millones al año. Si este ritmo de crecimiento se mantiene, el 60% de la población mundial vivirá en áreas urbanas (en 2010 ya se superó el 50%). Lo que sostiene la ecología del paisaje es que para que las ciudades crezcan de manera sostenible hay que preservar los suelos más fértiles, garantizar el suministro de agua no contaminada, urbanizar sólo en terreno seguro (sin riesgo de avalanchas, deslizamientos o inundaciones), y minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Richard T. T. Forman ha desarrollado un modelo sobre el mejor crecimiento urbano posible, plasmado en su obra «Urban Regions: Ecology and Planning Beyond the City» (2008) (Regiones urbanas: ecología y planificación más allá de la ciudad) y su trabajo ha servido de base a los informes de expertos del Programa de Naciones Unidas para Asentamientos Humanos (UN-Habitat). Entre algunos de los esquemas de crecimiento, Forman considera que los dos mejores son el concéntrico y el que promueve la ampliación no de la gran urbe original sino de las ciudades satélites. Estos modelos preservan un mayor número de zonas verdes extensas, en anillo o conectadas por corredores verdes, en las que la naturaleza sobrevive y eso ayuda, a su vez, a prevenir deslizamientos e inundaciones, y proporciona áreas de esparcimiento y ocio de calidad a la población. Además, tienden a ser urbes más compactas y, por tanto, con sistemas de transporte público más eficiente, en cuanto a energía y tiempo invertidos en los desplazamientos. Son ejemplos de ello ciudades compactas como Medellín y Berlín. Los modelos menos recomendables son los de crecimiento en torno a una vía de transporte ya existente; y en brotes dispersos. Este último modelo se da sobre todo en regiones desarrolladas, donde las familias pueden permitirse una casa unifamiliar grande y desplazamiento en coche.

El problema no es tanto en las ciudades más desarrolladas, que pueden permitirse medidas medioambientales para corregir el impacto ambiental de este modelo urbano, sino la expansión que se produce en ciudades más pobres que crecen rápidamente (de manera tal que se adelanta ese crecimiento a las medidas de planificación urbana y/o de control por parte de las autoridades), como Nairobi, El Cairo, etc. En este modelo, el transporte tiende a ser individual en vez de público, y las distancias de los desplazamientos cotidianos de los ciudadanos son mayores, lo que implica más emisiones y atascos. Además, se mantienen menos espacios verdes o son mucho más pequeños y aislados, seccionando los hábitats naturales y, por tanto, favoreciendo la desaparición de especies. También se tiende a invadir suelos cultivables. Según los estudios de Forman, el crecimiento incontrolado a lo largo de grandes carreteras se está convirtiendo en habitual en el mundo en desarrollo, tanto en África como en Asia y Latinoamérica. Una de sus principales desventajas es que aumentan los accidentes de tráfico, que provocan 1,3 millones de muertes anuales en todo el mundo, de las que el 90% tienen lugar en países con escasos recursos. El impacto de este modelo en países emergentes, que tienen una rica diversidad ecológica, es brutal ya que corta corredores naturales y vías de agua, e incrementa el riesgo de inundaciones y corrimientos de tierra.
Las ideas de Forman son enormemente útiles, tanto es así que ha ejercido como consejero de autoridades locales. En 2004, por ejemplo, publicó «Mosaico territorial para la Región Metropolitana de Barcelona», resultado de un estudio de varios años realizado por encargo del entonces arquitecto jefe de Barcelona. En él da pautas para la gestión del crecimiento del área suburbana de la ciudad preservando la calidad ambiental de los ríos, bosques, campos y ciudades de toda la región metropolitana. Según Forman, «se trata de tener un plan para proteger los recursos naturales y los usos humanos de estos recursos”. En Barcelona –añade el ecólogo–, «tienes una gran ciudad y un gran anillo verde alrededor; la ciudad depende de forma muy importante del anillo, y viceversa. Fluyen muchas cosas entre ambos: personas, agua… Pensando en el futuro, nos conviene proteger esta tierra alrededor, nos conviene señalar cuáles son las áreas y recursos más importantes para no destruirlos urbanizando en el lugar equivocado”.

Además de la ecología del paisaje, Forman es también pionero en el área de la ecología de carreteras, que analiza el impacto ambiental de las grandes vías de transporte rodado. Su trabajo nos indica que el impacto de las carreteras es mucho mayor de lo esperado. Así, las carreteras son el motor de la sociedad, esto es cierto, pero cortan la naturaleza, seccionan las poblaciones, que se vuelven mucho más frágiles incluso genéticamente, por la endogamia; el ruido tiene un impacto enorme también, su efecto se percibe a cientos de metros de distancia, y se producen atropellos de animales. Para solucionar todos estos problemas, Forman lo ataja de raíz con una propuesta de futuro que plantea desafíos de todo tipo pero que resulta estimulante: la desaparición de las carreteras. Es una propuesta innovadora totalmente, publicada hace medio año, y que ya ha llamado la atención de planificadores de varias ciudades; el sistema es el antes citado Netway system, que se basa en un sistema de raíles que interconecta ciudades por el que viajarían vehículos eléctricos individuales automáticos, alimentados por energía renovable.
Propuestas como estas y como las que propone la ecología del paisaje son el origen de las ideas que conformarán las ciudades del futuro y a las que estamos abocados si no queremos dinamitar el medio natural definitivamente y si deseamos una convivencia en equilibrio.




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