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Estrategia de ciberguerra

Tras un proceso de dos años, en el que se ha trabajado desde el Pentágono y las agencias de Inteligencia en un plan para poner en marcha una doctrina coherente y moderna para afrontar la ciberguerra, el presidente Barack Obama firmó un decreto ejecutivo que establece las normas y directrices para desarrollar ataques cibernéticos y otras operaciones que se sirven de recursos y tecnología informática para hacer frente a los enemigos de Estados Unidos y que son una parte esencial de las operaciones de espionaje en otros países.
Este documento, uno de los de mayor proyección de futuro, incorpora las armas cibernéticas a la estrategia bélica de Estados Unidos, describe algunos de los recursos que se podrían utilizar en tiempos de paz y de guerra, como la introducción de virus cibernéticos o ciberataques coordinados para inutilizar redes eléctricas o de comunicaciones del enemigo o de su red de defensa, así como explicita una serie de procedimientos estándar, por ejemplo, cuándo los militares deben solicitar la aprobación presidencial para un ataque cibernético específico contra el enemigo.

Las directrices aprobadas son similares a las que rigen el uso de otras armas, desde las ojivas nucleares a los misiles y el espionaje vía satélite.
Este documento traza así la nueva estrategia del Pentágono en relación a la actividad cibernética y lo coloca como un nuevo campo de batalla actual en el que no es necesario realizar bombardeos y con el que se evitan bajas civiles. Una estrategia que pasa por fortalecer las redes defensivas del país, proteger nuestras infraestructuras críticas y colaborar con los países aliados y socios corporativos.
Por supuesto, como sucede en este tipo de documentos, la estrategia para la ciberguerra no será difundida completamente y algunos aspectos de la misma serán secretos para salvaguardar su efectividad. Es por eso que no podemos divulgar aspectos sustanciales, pero sí podemos asegurar que esta nueva estrategia coloca a Estados Unidos en la vanguardia de la ciberguerra.

Algunos de los temas que sí han sido autorizados a ser divulgados se refieren a las directrices de la Casa Blanca que permitirían a los militares transmitir un código informático a la red de otro país para probar las redes y asegurarse de que las conexiones funcionan correctamente. Esto vendría a ser similar a utilizar satélites para fotografiar un lugar con silos de misiles balísticos, centros de comunicaciones u otros objetivos militares.
El código digital sería pasivo y no podría incluir un virus cibernético que pudiera ser activado para causar daños en una fecha posterior. Pero habría una excepción, si Estados Unidos se viera implicado en un conflicto con ese país, el código habría podido trazar un mapa que permitiera un ataque cibernético posterior, con aprobación expresa del presidente.

Uno de los puntos fuertes de las nuevas directrices es que establecen, sin lugar a dudas, que si Estados Unidos es atacado, pueda defenderse bloqueando a los ciberintrusos, inutilizando servidores en otros países o tomando las medidas de ataque que se consideren adecuadas en cada caso.
Con una creciente actividad hostil en el ciberespacio y ataques continuos a las redes y bancos de de datos de Estados Unidos, tanto de defensa, seguridad, como de empresas, esta estrategia que define la ciberguerra del presente, es un paso fundamental para proteger el corazón informático del país.




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