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Mercado, redes sociales, lectores y seguidores

Algunos de los signos de nuestro tiempo son las redes sociales, un fenómeno que también afecta a los escritores y editoriales. La presencia en las mismas es recomendable, pero en modo alguno garantizan el éxito y las ventas, como bien sabemos todos los que nos movemos en el mundo editorial.
Es frecuente leer y escuchar los casos de editoriales y escritores que vienen a contarte sus malas experiencias con el tema. Refieren sin distinción cómo tienen miles de seguidores en las redes sociales, ya sea en Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest, Youtube, etc, y cómo interactúan con ellos de forma intensa. Sin embargo, algunos te cuentan en público y otros te lloran en privado para reconocer que ese apoyo masivo en las redes no se refleja en las ventas.
La hipocresía social se ha trasladado a las redes sociales, como no podía ser de otra manera. De modo que tiempo y trabajo que empeñan editoriales y escritores en mantener actualizadas esas redes y en interactuar con sus seguidores no sirve de nada, o para muy poco.
Son sangrantes los casos que se conocen en los que esos seguidores se cuentan por miles y cuando se publica una novedad apenas se vende y esos mismos seguidores ni siquiera compran. Cuando me cuentan estos casos, yo, que estoy de vuelta de todo esto de las redes sociales, siempre les aconsejo que no inviertan más tiempo y dinero en ese tema, que de nada sirve potenciar esas redes sociales si después los seguidores no responden positivamente comprando los libros. Esto le pasa a las editoriales más grandes, a las medianas y a las pequeñas, a los escritores reconocidos y a los desconocidos.

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La gigantesca ilusión ficticia que son las redes sociales, con esos miles de personas que te siguen porque es gratis pero que no mueven un músculo para comprar (salvo unos pocos comprometidos), es un pozo sin fondo en el que no conviene meterse demasiado.
Desde el principio, Sniper Books y yo, como escritor, no hemos concedido demasiada importancia a las redes sociales, sólo en su justo término porque el retorno no es equiparable ni muchísimo menos. Siempre les digo a compañeros escritores y editoriales que en términos de rentabilidad no es equivalente el tiempo y el esfuerzo que requieren esas redes sociales con lo que se consigue en ventas.
Es cierto que la promoción en las redes sociales es hoy indispensable, pero ya, sólo lo justo. No es necesario estar todo el santo día en las mismas interactuando con los seguidores, actualizando o contando si te has tomado un café o te has ligado a la azafata de vuelo.
Uno, que ya tiene experiencia en estas lides y sé hasta dónde llega el apoyo de la gente cuando se trata de aflojar el bolsillo, les resumo con una palabra cuando me cuentan los miles de seguidores que tienen en sus redes sociales y cómo conversan con ellos que casi parecen íntimos: pamplinas.
Si hablamos de los mensajes de felicitación cuando sale un nuevo libro al mercado, ya es para nota. De esos miles de seguidores, sólo unos pocos lo comprarán, a los que verdaderamente interesa y a los que no hace falta estar dorándoles la píldora, y los demás se desharán en halagos falsos, pondrán excusas como que no encuentran el libro (aunque lo puedan comprar fácilmente en cualquier librería e incluso online), o se harán los despistados.

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Cuando surge este tema, me gusta exponer mi caso porque nunca he basado mi éxito en los seguidores de las redes sociales, aunque los tenga, y en cambio cuento con lectores que me leen y compran mis libros sin estar en las redes sociales ni seguirme en ellas. Con seguridad más que los que están en esas redes sociales. Por eso cuando me vienen a contar las maravillas de estas, soy escéptico y prefiero hacer lo que tiene que hacer un escritor: escribir sus novelas y no estar todo el día en las redes sociales haciendo el panoli, que será muy moderno, pero no va conmigo.
Una cosa está clara: el mercado y los lectores forman un mundo que sólo algunas veces está relacionado con los seguidores de las redes sociales. Y es que hemos llegado a un punto en el que en las mismas prima más el escaparate, el cotilleo y la posibilidad de hablar o hacerse una foto con el escritor que el interés verdadero en comprar y leer sus libros. Por eso hay que diferenciar entre seguidores online y lectores reales. Como escritor con casi 10 años de experiencia en el mercado, puedo afirmar que los lectores reales son los que interesan de verdad, los seguidores que no compran libros están bien para hacer bulto y como elemento decorativo (si no quieren serlo tienen dos opciones: o marcharse de las redes sociales del escritor y la editorial, o hacerse lectores reales), pero nada más, tampoco merecen perder tiempo ni esfuerzo.
Hemos llegado a un punto malsano en el que la gente parece querer saber todo acerca del escritor sin importarle realmente qué escribe ni tiene interés en leerlo. Algunas personas se piensan que los escritores son como otros artistas de la farándula (a veces una creencia que fomentan ciertos escritores o pseudescritores), y vemos cómo crece el fenómeno de la exposición pública: en coloquios, charlas, festivales literarios, o en los medios de comunicación. Como si todo se centrara en ver al escritor y la lectura de su obra queda relegada (y las ventas, por supuesto).
La gente busca ver al escritor, saludarlo, hacerse el selfie, conocer su vida privada, pero pocas veces, muy pocas, comprar y leer su obra. De ahí que tanto esfuerzo no sirva para nada. Por eso siempre reitero mi consejo a los colegas: escribe y déjate de saraos sociales.

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Las redes han banalizado las relaciones entre escritores y lectores, que sí son importantes cuando son de verdad y recíprocas, quizá por su facilidad o por esa hipocresía y falsedad de alguna gente, mucha gente, incapaz de actuar con coherencia. Si eres seguidor, lo lógico es que leas las obras de quien sigues. Esto es lo normal. Pero ya sabemos que en algunos países desconocen el concepto de normalidad.
En tiempos de las redes sociales es bueno que el escritor sepa que debe seguir su propio camino, interactuando cuando pueda con los lectores reales, y promocionando en las mismas lo justo para que la gente normal que sí quiere leer, lo haga. No tienes que irte a la cama con tus seguidoras, aunque hacerlo de vez en cuando puede estar bien o puede estar mal. Es una forma de expresarlo como cualquier otra. Ya me entienden…

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