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Gasto militar

Hace ya unas semanas (¡cómo vuela el tiempo!) que el secretario de defensa, Chuck Hagel, anunció el presupuesto para garantizar que las fuerzas armadas tienen las capacidades y la preparación suficientes como para afrontar los retos del futuro y las realidades del presente. Todo muy bonito, envuelto con papel gubernamental y coronado por el lazo de la gallinita ciega. O sea, viene a decir Hagel, no vea usted lo que hay ahí fuera, y seguirá siendo feliz. Esta actitud de indiferencia hacia la realidad, tan extendida en la Administración Obama en temas de defensa y política internacional, impulsa un recorte militar cuyas consecuencias están por ver, pero que no anticipan nada bueno a nivel de las responsabilidades globales del país. Que las tiene aunque algunos sectores e individuos no las quieran ver ni en pintura.
Las inversiones en defensa que se realizaron durante la Administración Reagan y W Bush, colocaron al país en una posición de fortaleza, liderazgo e influencia mundial, pero tras años de guerras y últimamente de descuidos y recortes, la maquinaria militar exige nuevas inversiones que garanticen que el país podrá defender los intereses económicos y financieros globales y las responsabilidades de seguridad en todo el mundo que se han heredado de décadas pasadas.

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Para expresarlo claramente y sin rodeos, sin ambigüedades y sin rollos, sin medias tintas y sin jerga técnica, lo único que garantiza que Estados Unidos podrá proteger al país y sus intereses es impedir que se produzca una guerra de alcance global e incluso regional. Para evitarlo o estar en disposición de ganar esa guerra, implica que el país tenga la capacidad militar suficiente para gestionar los problemas que puedan surgir en Oriente y Occidente, en el Norte y el Sur, de tal forma que no quede fuera de nuestro control y en el que podamos imponer una solución y victoria estadounidense.
Actualmente necesitamos formular una nueva estrategia defensiva que modernice las fuerzas armadas y nos permita afrontar cualquier amenaza que se presente y donde se presente. Con el presupuesto de Hagel esto queda en el aire, haciendo recaer todo el peso sobre unas tropas ya ampliamente exprimidas. La seguridad nacional no tiene precio, pero algunos de los que rodean a Hagel parecen pensar que sí, y cuanto más bajo mejor. Un error de cálculo que deberá corregirse antes de que sea demasiado tarde.

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Para afrontar los retos actuales: China, Rusia, Medio Oriente, Al-Qaeda,  Irán, Corea del Norte, Sahel…, no podemos realizar recortes en nuestras fuerzas militares a diestro y siniestro, para hacerlas más pequeñas y menos capaces porque eso simplemente tendrá consecuencias graves para el país y para el mundo libre, aunque sea en un plazo largo de tiempo.
Los próximos presupuestos de defensa y los que vengan después, deberán contemplar como prioritario un objetivo sencillo: desarrollar unas fuerzas armadas más eficientes y competentes desde el punto de vista económico, pero también militar. La forma en que se haga dependerá de las habilidades, la inteligencia y el conocimiento para supervisar y gestionar las adquisiciones de defensa y los planes militares de modernización.
Nos encontramos, pues, defensivamente en un momento clave.

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