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Tratado de libre comercio EE. UU – Europa

Olvídese de las falsas revoluciones promovidas por los falsos profetas de la igualdad social y otras zarandajas. Aquí y ahora, como en toda la historia de la humanidad, lo que ha abierto las puertas y garantizado el progreso social, las oportunidades, y el bienestar general es el libre comercio de las sociedades abiertas.
No cansaré al lector con abundantes ejemplos, los puede encontrar a decenas a poco que se interese y lo estudie. Es por esta razón que el tratado de libre comercio e inversión que están negociando Estados Unidos y Europa es tan importante. Mucho más que cualquier otra actividad que haya actualmente en la agenda común entre ambos bloques. Y es que un tratado de estas características tiene una relevancia crucial en dos frentes: la economía y el empleo.
El comercio libre y en condiciones de justicia entre ambos continentes, España incluida, contribuirá a garantizar millones de empleos estadounidenses bien remunerados (téngase en cuenta que España es hoy el inversor número 11 en el país) y que hay empresas españolas que crean miles y miles de empleos en Estados Unidos, y España, ahí donde la ven, pequeñita, con sus disputas nacionalistas por los cuatro costados, (patéticas, pero en fin, es lo que tiene no ver tres en un burro y ser más radical que el burro mismo), su nuevo flamante rey y esa anoréxica que le acompaña, con sus aspiraciones y problemas cotidianos, sus políticos mediocres y su talento esporádico, sería el cuarto país que más puestos de trabajo crearía si se llegase a concretar este acuerdo transatlántico de libre comercio y también el cuarto en el que más se incrementaría la renta per cápita a largo plazo. No estaría nada mal para la antigua y orgullosa nación española, ¿eh? Ésa que integran regiones históricas como Cataluña, Galicia, País Vasco, Castilla y León, Madrid, Andalucía, Aragón, Navarra, Valencia o Extremadura. Pues eso, imagínense el maná.

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Si las conversaciones llegan a buen puerto, algo que está por ver (piense que hay españoles de por medio, nada es seguro), y dependiendo de si se eliminan sólo las barreras arancelarias o si se suprimen también las no arancelarias (normativas de calidad, estándares nacionales, especificaciones técnicas propias, cuotas, etc), España podría generar entre 36.000 y 143.000 nuevos empleos de calidad y unos beneficios anuales estimados en principio en 119.000 millones de euros, o sea, 545 euros por hogar. Que es una pasta, oiga, y que podría ser mucho más si los españoles compiten con buenos productos y servicios.
Visto el proceso a día de hoy las principales barreras del lado estadounidense son la actual ley Buy American, que bloquea la compra pública a las empresas extranjeras, y el tráfico aéreo. Y por parte de Europa, el tema agrícola, los productos genéticamente modificados, y la tradicional y anacrónica resistencia francesa a un tratado de libre comercio por su postura cerrada en el tema cultural (como si tuvieran algo decente que defender, qué risa…).
El Tratado de Libre Comercio e Inversión supondría liberalizar un tercio del comercio global, o sea, una gozada, y favorecería a todo el mundo en la medida en que abarataría los costes, mejorando la productividad y fomentando que los países se especialicen en los bienes y servicios donde tienen mayores ventajas comparativas. Este tratado abriría un mercado como el estadounidense, rico e inmenso en oportunidades, a las empresas españolas que aún encuentran barreras a su expansión. No olvidemos, pequeños saltamontes, que actualmente Estados Unidos es el principal socio comercial de España fuera de la Unión Europea, lo que traducido en cifras de intercambio comercial supuso, por ejemplo, de enero a abril de 2013, en torno al 4% de las exportaciones y las importaciones. Nada desdeñable o que se pueda pasar por alto.

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Diversos sectores económicos se beneficiarían directamente del tratado de libre comercio, por ejemplo, la automoción, el ferrocarril de alta velocidad, la construcción de infraestructuras, la alta tecnología sanitaria y médica, la industria en general, el sector editorial, los servicios profesionales etc. Un capítulo aparte sería la agricultura y la ganadería, que necesitarían protecciones especiales por la casuística especial de este tema tanto en Estados Unidos como en Europa. Además, y no menos importante, este tratado de libre comercio e inversión supondría una alianza geoestratégica de primer orden, tan importante o más que los resultados económicos.
¿Problemas para sacar adelante este tratado? Pues muchos, no nos vamos a engañar. Por citar algunos: a los empresarios norteamericanos no les gusta nada la excesiva normativa que hay en España, que crea inseguridad, y piden más flexibilidad, en buena parte laboral, pero también menos burocracia, corrupción, y una regulación más estable.
Otro problema que preocupa es la cuestión de Cataluña y esa tontería que le ha entrado a algunos de sus dirigentes políticos y sectores sociales vocingleros en torno a la independencia. Esto crea incertidumbre política, que a su vez fomenta muchísima inseguridad y que, junto con las declaraciones que se escuchan cada día, es mala para los negocios y las inversiones, que vuelan donde hay más estabilidad.

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Un aliciente que empuja hacia la consecución del acuerdo comercial entre EE.UU. y Europa, es que sería algo histórico que ambas partes desean, existe también la voluntad de conseguirlo a pesar de los obstáculos, y materializar el tratado representaría el 50% del PIB mundial, con unas reglas homologables que permitirían a las compañías de ambos lados del Atlántico vender en el otro lado sin burocracia. Un sueño al alcance de la mano, demasiado tentador y apetecible como para no luchar por él.
Tres de los sectores que precisamente presentan obstáculos para sellar el acuerdo comercial es el referido al secreto de los datos, el espionaje y la regulación bancaria, que tienen enfoques muy distintos en Estados Unidos y Europa. Pero aunque estos no se incluyan en el tratado, lo que está por ver, sólo con que se eliminen las trabas administrativas ya sería un éxito colosal que influiría directamente en la creación de riqueza y empleos. Razones de sobra para apoyar este tratado que beneficiará a las sociedades estadounidense y europea.
Esta sí que es una buena revolución, y lo demás son tonterías y zarandajas.

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