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La Reforma Financiera de Obama

La agenda política del presidente Obama sigue su curso inalterable en este 2010, que es clave para apoyar y sacar adelante sus iniciativas más importantes. Primero fue la reforma sanitaria, luego la revisión de la estrategia nuclear, y ahora le toca el turno a la reforma financiera.
No voy a entrar ahora en ese otro rosario de medidas que se han ido aprobando en otras esferas, como el apoyo explícito a gays y lesbianas en sus reivindicaciones, rescates financieros, etc, etc, y que marcan nítidamente el tipo de sociedad y país que desea esta Administración Demócrata.
La reforma financiera es otro intento del gobierno federal de controlar el mercado directamente y establecer mecanismos más rígidos de supervisión y regulación. ¿En qué se concreta todo esto? En más poder para la Administración y menos margen de maniobra para la iniciativa económica y ciudadana.
Bajo el interesado argumento de que se pretenden evitar futuras crisis, se lanza una reforma que puede herir gravemente ese espíritu emprendedor que siempre ha caracterizado a los estadounidenses, ahogando con innecesarias regulaciones el valor y las ideas que sí son necesarias para crear riqueza y empleo. Esta reforma financiera tal vez sí permita que algunos funcionarios en Washington tengan más trabajo poniendo bajo la lupa inspectora a las empresas financieras y bancarias norteamericanas, pero en verdad hará bien poco por fomentar el crecimiento económico y las oportunidades de empleo que necesitan millones de estadounidenses.

La reforma financiera de Obama tiene un objetivo que lo dice todo: la creación de una gran agencia federal que se encargaría de imponer nuevas reglas en el mercado, entre ellas, la regulación del mercado de derivados, que estuvo en el origen de la actual crisis. Posiblemente tan nuevas como inútiles y tan plenas de burocracia como todos tememos. La excusa es perfecta: impedir una nueva crisis financiera como la de 2008. Recuérdenme que les recuerde estas palabras en la próxima crisis, cuando tengamos entre nosotros a la feliz criatura federal controladora de normas financieras, bien alimentada por el exprimido contribuyente estadounidense. Un contribuyente que con Obama se está enterando del significado de esa palabra tan breve como llena de connotaciones: taxes (impuestos).
La reforma en cuestión que ya planean algunas de las mentes que rodean a Obama, prevén un fondo especial, financiado con aportes de los grandes bancos, para cubrir los costes de liquidación de aquellas firmas financiera o bancos que se consideren “demasiado grandes para quebrar”. Lo que supone también toda una invitación a futuros rescates e intervenciones gubernamentales masivas. Esto vendría a ser algo así como: Quite usted esa mentalidad de emprendedor sin red tan estadounidense y vamos a poner un colchoncito bien mullido con unos dineros que ya veremos a quién se los quitamos, para que el Estado nos rescate cuando vengan mal dadas.

Una actitud que encaja bien con la mentalidad europea y esos nuevos modos que pretende imponer la agenda de Obama. Veremos si esta medida se llega a implementar porque tiene amplios sectores en contra, desde los bancos, pasando por el Partido Republicano e incluso miembros del Partido Demócrata.
Y no es que no haya consenso bipartidista sobre la necesidad de que, en caso de rescates necesarios, los contribuyentes no vuelvan a sufragar los mismos y haya un mecanismo que permita el rescate. Pero el enfoque de cómo sea el mismo, está en el origen de la controversia. Se necesita un instrumento que resulte ágil y eficaz, pero que no imponga estrictas cuotas económicas de contribución a ese fondo o que el control de tal organismo no esté en manos de la Administración de turno a voluntad.
Ahora bien, aunque esta reforma puede ser un regalo envenenado de expansión gubernamental, viene bien envuelta en papel brillante de protección al consumidor y de mejor información sobre productos y servicios financieros frente a las grandes compañías de tarjetas de crédito y los bancos, algo que despierta lógicamente adhesiones y aplausos después de los desmanes de algunos de los personajes que se han movido por Wall Street en los últimos años, los bonus millonarios de altos ejecutivos y banqueros, los gastos sin control y los rescates multimillonarios a cuenta de los contribuyentes.

Como otras reformas en marcha o en el horizonte, la reforma financiera es probablemente una necesidad imperiosa tras esta crisis, pero que sea la reforma de Obama, tal y como la plantea, es algo muy discutible. Reforma financiera, sí, pero con las medidas adecuadas. Para ello y para evitar nuevas barbaridades de los Demócratas, como la limitación de los mercados de forma exagerada, el poder del gobierno en temas de fusiones, la división de grandes firmas financieras y la imposición de regulaciones contraproducentes, el Partido Republicano volverá a batirse duramente en el Congreso.




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