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Riesgo de extinción de las aves marinas

Uno de los mejores indicadores sobre el estado de la naturaleza lo encontramos al observar la población de aves de un determinado ecosistema. Uno de los últimos riesgos que se han detectado, y ya son muchos como para pasarlos por alto, es un estudio publicado en la revista científica «Bird Conservation International», que alerta sobre el peligro de extinción que corren algunas aves marinas, como los pingüinos y los albatros.
Después de un seguimiento de las 346 especies de aves marinas que habitan en los océanos, expertos de las organizaciones para la protección de las aves de RSPB (Royal Society for the Protection of Birds) y «BirdLife International», han podido verificar que en las últimas décadas la situación de estas especies se ha deteriorado y algunas están ahora al borde de la extinción. Los científicos creen que casi la mitad de la población de todas las especies de aves marinas se encuentran en un franco declive en cuanto a su número. Así, noventa y siete especies de aves marinas, entre ellas 17 de albatros y 11 de pingüinos, están a punto de desaparecer y otras 35 especies se encuentran cerca del umbral establecido para considerarlas en peligro de extinción.

El estudio realizado concluye que, si bien esas aves tan solo necesitan acudir a tierra para anidar y poner huevos, su relativo aislamiento no las protege de la extinción. Esta es otra de las graves extinciones en marcha que debemos afrontar y para la que hay que tomar medidas urgentes, al igual que para evitar la destrucción de los bosques tropicales.
Los riesgos que afrontan las aves marinas se producen en el mar, donde cientos de miles de ellas mueren al quedar atrapadas como daños colaterales de la industria pesquera, y en tierra, donde las ratas, los ratones y las cabras, entre otros, son los que destruyen su hábitat, principalmente en islas alejadas donde estas aves anidan en grandes colonias.
El estudio científico ha demostrado que estos factores de extinción ya están incidiendo gravemente en las poblaciones de aves marinas, acelerando la extinción para unas especies que han habitado los océanos durante millones de años y que con la expansión humana afrontan un peligro jamás conocido. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, donde hay 33 especies de aves marinas que no anidan en ningún otro lugar, es una prioridad para las listas de países del mundo que necesitan protección para sus especies amenazadas. El Reino Unido es el segundo país en esta lista de prioridades, por delante de las Galápagos, Australia, México y Japón, al contar con ocho especies únicas de aves marinas que habitan en algunos de sus territorios en el extranjero.

A esto hay que sumar otra realidad preocupante, el hecho de que el 99% de las especies marinas en peligro de extinción carece de planes de conservación, lo que influye directamente en la cadena alimenticia de estas aves. Los océanos también enfrentan uno de los peores períodos de la historia, lo que puede llevar a cambios devastadores si no se adoptan medidas decisivas inmediatas. Sólo en lo que va de siglo se han desechado 70 millones de toneladas de pescado y se han destruido 110.000 hectáreas de fanerógamas marinas, que proporcionaban cobijo a miles de organismos.
Más que nunca es preciso aplicar criterios inteligentes y responsables en la industria pesquera, porque los avances tecnológicos permiten actualmente explotar los océanos de forma brutal para aumentar los beneficios, pero sin tener en cuenta la sostenibilidad del modo de vida de millones de personas ni la conservación de los ecosistemas oceánicos. Algo que solo los responsables correspondientes pueden priorizar: políticos, pescadores, empresas pesqueras, consumidores, etc.

Uno de los mayores atentados se produce porque la mayoría de las profundidades oceánicas permanecen inexploradas, por lo que en muchas zonas se autorizan artes de pesca destructivas sin conocer siquiera la biodiversidad que alberga y que se destruye.
Lo grave y alarmante es que pese a los conocimientos que tenemos hoy día, aún no haya una gestión responsable de los stocks de pesca y se permitan situaciones que nos abocan a la extinción y la explotación irreversible. El ansia de lucro desmedido y las actitudes de ignorancia galopante siguen poniendo a los océanos y las aves marinas en riesgo de extinción, lo que también influirá decisivamente en los seres humanos. Frenar la sobreexplotación de los recursos pesqueros y aumentar sustancialmente la protección de los océanos son dos desafíos que necesitamos atender prioritariamente.




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