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Nuevos enfoques militares

En lo que respecta a estrategias militares, Estados Unidos afronta estos próximos años varios frentes importantes en los que debe centrar su atención. Hemos dejado atrás una etapa y se abre otra en la que primarán los conflictos regionales de diversa intensidad, en la que deberemos saber gestionar adecuadamente nuestras capacidades y recursos, y formar a los nuevos oficiales militares y de Inteligencia que puedan enfrentar ese futuro, además de recuperar y aprovechar a los veteranos que aún están en disposición de cumplir un papel importante en las nuevas estrategias y enfoques que se están diseñando.

Los conflictos que nos esperan a la vuelta de la esquina van a ser de diferente naturaleza, como las revoluciones árabes (que tanto le deben al papel jugado por Estados Unidos a raíz de las intervenciones en Irak y Afganistán, así como a la labor de los servicios de Inteligencia para impulsar movimientos pro-democráticos entre la población), conflictos por los recursos naturales o el agua, movimientos demográficos, crisis regionales, amenazas de armas de destrucción masiva, guerras convencionales de media intensidad, etc. En resumen, situaciones complejas, a menudo impredecibles, y que mantendrán al mundo en cambio y riesgo permanentes. Los retos de seguridad que ya están aquí se centran en la expansión de China, India o Brasil, los riesgos en el ciberespacio, la piratería, la proliferación nuclear, química y bacteriológica, el terrorismo, las revoluciones árabes, la explosión demográfica en el Tercer Mundo y la crisis de población en Occidente, entre otros.

Estados Unidos está en disposición de afrontar estos desafíos de forma eficaz, pero también necesita reestructurar sus Fuerzas Armadas tras un largo período de guerra. En ese sentido, se hace necesario trabajar intensamente en las capacidades convencionales, que han sido relegadas en favor de las nuevas tecnologías, por ejemplo reforzar los medios y el personal en infantería, artillería, acorazados y marina. Reforzar estos aspectos no significa abandonar los medios tecnológicos o más vanguardistas, que van a seguir siendo necesarios y que debemos también potenciar para hacer frente a los conflictos actuales y futuros. Las lecciones de estos diez años de guerra contra el terrorismo no deben ser olvidadas, por lo que las capacidades no convencionales, entre ellas las técnicas de contrainsurgencia, las operaciones especiales, la colaboración interagencias e interdepartamental de las Fuerzas Armadas, los métodos preventivos, etc, deben ser asimilados en los procedimientos generales y las estrategias militares.

La estructura militar que debemos construir a partir de ahora debe priorizar el despliegue rápido y flexible de unidades militares altamente cualificadas, con dominio de los medios tecnológicos y capacidades de liderazgo sobre el terreno. Las partidas presupuestarias asignadas por el Pentágono deberán estar más justificadas que nunca y orientadas hacia el desarrollo de capacidades reales, que permitan afrontar los conflictos y garantizar la seguridad del país. De poco serviría centrarse en potenciar fuerzas mecanizadas si el horizonte de enfrentamientos entre grandes fuerzas de este tipo es muy bajo. Es preferible el desarrollo de fuerzas especiales y de Inteligencia que permitan controlar, neutralizar y derrotar eficazmente cualquier tipo de conflicto, se encuentre en el ámbito que se encuentre.

Una institución tan grande como las Fuerzas Armadas tiene su propia inercia y burocracia que puede entorpecer la adaptación rápida a los nuevos tiempos, por eso es vital trabajar en la adaptación de la cultura militar a los nuevos desafíos que están surgiendo y poner el foco de atención en una forma de hacer las cosas que prime los resultados, las garantías, la eficacia y la superior capacidad frente a fuerzas enemigas y también aliadas.
La lucha contra la burocracia y quienes viven o se protegen con ella es uno de los retos a vencer para adaptar las Fuerzas Armadas al futuro que llega rápido. En esta tarea resultará esencial la formación, instrucción y retención de lo oficiales militares que sean capaces de intervenir en ámbitos funcionales diferentes, que es lo que demandan los conflictos de hoy.
El futuro nos va a exigir líderes militares capaces de trabajar en todo el espectro de los conflictos, algo que sólo conseguiremos con formación constante y una selección exhaustiva. Las Fuerzas Armadas deberán aplicar criterios exigentes en la formación de sus oficiales, de forma que los mejores sean promocionados a los puestos de mayor responsabilidad y los menos preparados sean adecuadamente transferidos a la vida civil.

Las guerras que ha librado Estados Unidos en los últimos años han logrado que su cuerpo de mando de nivel medio y bajo sean los que más experiencia bélica tienen de toda la Historia, un caudal de conocimientos y experiencia que debe ser aprovechado.
Estados Unidos va a necesitar mantener un equilibrio en sus capacidades militares, tanto navales, aéreas o terrestres, con una especial y potente capacidad expedicionaria, sin olvidarnos de que los enfrentamientos de gran nivel pueden ser de carácter naval o aéreo. Las operaciones de contrainsurgencia y operaciones especiales terrestres van a seguir siendo fundamentales para resolver situaciones de crisis, pero la selección de objetivos necesitará ser más realista y ligada a los intereses vitales de la nación. Otro gran desafío por delante será la elaboración de una doctrina militar y de Inteligencia que nos permita la gestión de la información y su conversión en conocimiento de una forma más dinámica, flexible y adaptada a la realidad cultural de los distintos escenarios del mundo.

Ante este panorama los presupuestos de defensa aprobados están orientados claramente a la consecución de algunas capacidades que se consideran estratégicas, en los ámbitos de personal, tecnología o armamento, y a los compromisos defensivos y de seguridad abiertos.
La correcta gestión de los presupuestos de defensa es uno de los aspectos que más va a incidir en las capacidades de las Fuerzas Armadas para adaptarse a los nuevos conflictos y crisis. No podemos olvidar que una de las mayores amenazas a la seguridad nacional es precisamente la deuda externa del país. Saber gestionar los presupuestos con que se cuenta actualmente es fundamental para que las capacidades militares se enfoquen hacia los ámbitos que el país necesita prioritariamente, y que se pueden resumir en el cuidado del personal militar, ya que es el verdadero elemento estratégico, el capital humano esencial; el equilibrio de las capacidades militares actuales para afrontar los conflictos en los que estamos embarcados y los que se atisban en el futuro; el apoyo constante en medios, material y recursos humanos a las fuerzas militares desplazadas a zona de conflicto; el aumento de los estándares de eficiencia en toda la cadena militar, ya sea en apoyo del combatiente o de los equipos tecnológicos y armamento; y la financiación adecuada de las capacidades militares prioritarias.
Las Fuerzas Armadas necesitan realizar un análisis riguroso de prioridades y trabajar intensamente la eficiencia, la optimización y la modernización de las unidades que mantienen la defensa de este país, sin bajar la guardia y doblando las habilidades que han hecho de Estados Unidos la nación líder en capacidades y respuesta militar. De esta forma seguiremos haciendo frente a las amenazas que con seguridad van a surgir en muchos escenarios del mundo.




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