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Al Qaeda en Malí

Un nuevo teatro de operaciones bélicas se ha abierto en estas semanas contra Al Qaeda y sus filiales en África. El escenario es Malí y lo que nos jugamos es una extensa área vital para impedir que la organización siga avanzando en este país, cuya zona norte ha sido conquistada por completo por los yihadistas.
Desde hace tiempo se preparan para la intervención occidental, que finalmente ya se ha producido. Desde la inteligencia estadounidense hemos defendido esta intervención para cortar el avance de Al Qaeda en Malí, que lo han convertido en su nuevo santuario. El norte de Malí es la extensión de territorio más grande en poder de la organización y sus aliados. Mientras en 2012 un puñado de analistas y militares defendíamos en solitario la intervención militar, Al Qaeda asumió el control de esta zona estratégica y se han preparado para un largo conflicto.
Así, hoy tienen en ese territorio una compleja red de túneles, cuevas, trincheras, fosas, rampas y bases preparadas para combatir. Lo que no se quiso afrontar en 2012, deberemos hacerlo ahora porque los integristas islámicos se han apoderado de la mitad norte del país por completo. Las filiales africanas de Al Qaeda llevan años operando en los bosques y desiertos de Malí, un país arrasado por la extrema pobreza y las hambrunas. En los últimos meses han aprovechado la inestabilidad política para asumir el control de ciudades y pueblos enteros, así como de grandes extensiones de terreno en las que han acumulado enormes depósitos de armas, entrenan a combatientes y se preparan para la yihad global.
El detonante de esta ofensiva islamista fue un golpe militar hace diez meses y el derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente a manos de oficiales de bajo rango, que acabó con la cúpula militar y generó un vacío de poder que despejó el camino para que distintos grupos rebeldes se apoderen de los territorios, donde los soldados regulares se vieron abandonados por sus mandos y abandonaron las ciudades del norte, entregando a los rebeldes sus pertrechos militares y alrededor de 620.000 kilómetros cuadrados (240.000 millas cuadradas) de territorio. Una extensión más grande que Francia, que por sus intereses en el país y antigua potencia colonizadora es quien está encabezando la ofensiva occidental.

En estos meses, los yihadistas de Al Qaeda y sus filiales, han controlado todo el norte de Malí y aplicado la sharia más extrema: hacen amputaciones en las plazas, en represalias por delitos, azotan a mujeres que no se cubren el rostro, realizan violaciones masivas, y desde que tomaron el control de Timbuktu, han destruido siete de 16 mausoleos declarados patrimonio de la humanidad. El mismo comportamiento de los Talibanes en sus buenos tiempos en Afganistán.
La intervención militar se ha producido en el último minuto antes de que sea demasiado tarde. La zona bajo control yihadista es casi toda desértica y poco poblada, pero como no nos cansamos de repetir algunos analistas, por su extensión y la naturaleza del terreno, expulsarlos podría resultar más complicado de lo que fue sacar a los talibanes de Afganistán. Sólo la frontera, que es dos veces la de México y Estados Unidos, presenta riesgos de seguridad incalculables. Baste señalar que las fuerzas de Al Qaeda en el Magreb Islámico están presentes no sólo en Malí sino también en todo un corredor a lo largo del Sahel, una franja de unos 7.000 kilómetros (4.300 millas) que cruza toda África y abarca enormes extensiones de Mauritania, Níger, Argel, Libia, Burkina Faso y Chad.
Diseñar y aplicar una estrategia de combate eficaz que los controle, expulse y los derrote en el Sahel, que va desde el océano Atlántico hasta el Mar Rojo, es el desafío que tenemos planteado en la inteligencia y las fuerzas armadas estadounidenses. Malí y la intervención francesa es sólo una parte más de esa estrategia global.
El acuerdo alcanzado en diciembre de 2012 en Naciones Unidas para aprobar esta intervención militar, con el apoyo de 15 naciones africanas, incluida Malí, es el camino adecuado para retomar de nuevo el control del norte y de todo el país. Una vez logrado, se deberá completar con el entrenamiento de las fuerzas armadas de Malí, para que puedan estar en disposición de combatir contra los yihadistas.
Cabe destacar que la filial local de Al Qaeda es uno de tres grupos islámicos presentes en al norte de Malí, y está teniendo un papel importante. Los otros son el Movimiento por la Unidad y la Yihad de África Occidental, o MUJAO, cuyos cuarteles están en Gao, y Ansar Dine, basado en Kidal. Los tres grupos, con más afinidades que diferencias, son en realidad extensiones de Al Qaeda con distinto nombre.

Uno de los objetivos en estas primeras ofensivas son las bases de operaciones que tienen los integristas islámicos al norte de Kidal, a unos 200 y 300 kilómetros, en un desierto rocoso de difícil acceso. La primera está ocupada por los combatientes de la zona en las colinas de Teghergharte, una región equiparable a la de Tora Bora, en Afganistán. Donde también estos yihadistas han cavado túneles, han construido caminos y llevado generadores y paneles solares que les permiten tener electricidad y vivir entre las rocas. La segunda base está aún más al norte, cerca de Boghassa, y alberga a combatientes de Ansar Dine, además de almacenar diversos abastecimientos y armas.
Timbuktu es otro objetivo estratégico, con los combatientes yihadistas bien desplegados en la zona, al igual que Gao, donde han establecido un campamento islámico en una antigua base militar a siete kilómetros (4 millas) de la ciudad, que incluye trincheras y puestos de control en las carreteras. Asimismo, son objetivos los campos de entrenamiento de los yihadistas y los depósitos de armas en Lere (cerca de la frontera con Mauritania), en Duentaza, en la periferia de Gao, una de las tres grandes ciudades del norte (junto con Tombuctú y Kidal) y las posiciones islamistas en la ciudad de Konna, en el centro de Malí, en Diabali (en el oeste y a unos 400 kilómetros de Bamako), y asegurar la estabilidad precisamente de la ciudad de Bamako. También es preciso garantizar la seguridad de Tombuctú para que los islamistas no regresen.
La extensión de los yihadistas por el territorio y sus posiciones dan una idea de para qué se han preparado los yihadistas de Al Qaeda durante todo este tiempo. No para una barbacoa, eso seguro.
Otros de los objetivos son Moktar Belmoktar, el jefe de la célula de Al Qaeda en la región, que tuvo cautivo a Fowler en el año 2008. Belmoktar es un argelino que viajó a Afganistán en la década de 1980 y se entrenó en el campamento de Osama bin Laden en Jalalabad. Su segundo al mando es Oumar Ould Hamaha, a quien Fowler identificó como uno de sus secuestradores. Y el emir argelino Abu Zeid, que encabeza al grupo Al Qaeda en el Magreb Islámico (Aqmi).
Muchos de los extremistas islámicos que operan en Malí son argelinos que escaparon de su país en el año 2003, tras el secuestro de 32 turistas europeos. Desde entonces han hecho numerosos secuestros de ciudadanos europeos por dinero, recaudando más de 89 millones de dólares, según datos de inteligencia.
Malí ya se ha convertido en el epicentro del siguiente escenario bélico de la guerra contra Al Qaeda. Y es un escenario decisivo y de importancia estratégica que afectará a todo el Sahel.




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