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Nuevas Directrices Antiespionaje

Desde siempre en el ámbito de la Inteligencia y las misiones militares uno de los grandes riesgos ha sido la posibilidad de filtraciones o espionaje sobre las operaciones en curso o ya pasadas.
Esto se ha puesto de manifiesto de nuevo con las recientes filtraciones de documentos clasificados a través de la web Wikileaks, que publicados sin contextualizar adecuadamente y con un afán sensacionalista evidente, pueden provocar numerosos contratiempos y riesgos para las personas que trabajan en operaciones militares y de Inteligencia.
La labor de antiespionaje de los organismos y agencias federales de Estados Unidos se ha acentuado notablemente en estas últimas semanas, con el propósito de establecer nuevas barreras y sistemas que hagan imposible la filtración de documentos clasificados que afectan a la seguridad nacional. Dentro de estos esfuerzos, que aún deben incrementarse y reforzarse para hacer frente a aquellos que sólo buscan el ataque y el sensacionalismo sin pensar en las consecuencias para la defensa de Estados Unidos (o quizá, y eso es más grave, pensando en atacar la misma con tales filtraciones), encontramos las nuevas directrices y pautas que ha establecido el Ejército estadounidense en materia de antiespionaje, actualizando en un momento crucial unas normas que ya se aplicaban desde hace 17 años.

Uno de los aspectos destacados es que desde ahora se exigirá a los soldados norteamericanos que alerten a las autoridades si sospechan que hay filtraciones de documentos secretos a los medios de comunicación o en Internet.
El nuevo Reglamento del Ejército, publicado a principios de octubre, exige también que los soldados avisen a las autoridades ante la sospecha de que se haya distribuido información clasificada a personas que no estén autorizadas para conocerla e insta al Ejército a crear un sistema central que recabe información sobre tales filtraciones indeseadas.
Las nuevas directrices identifican por primera vez a las filtraciones a la prensa e Internet como una amenaza para la seguridad nacional. Algo que se ha demostrado en los últimos años con informaciones que han puesto en riesgo decenas de vidas y objetivos estratégicos de primer nivel debido a la irresponsabilidad de algunos personajes y medios.
Además, desde ahora, los soldados también tienen la obligación de cursar aviso a las autoridades si la información clasificada ha sido retirada del lugar de trabajo.
Este nuevo reglamento es mucho más específico en sus normas que las que se establecían en la versión de 1993, en la cual se exigía que los soldados denunciaran los casos de traición o de intentos de intrusión en los sistemas automatizados.

Con esta revisión exhaustiva de los procedimientos antiespionaje, las agencias federales y las Fuerzas Armadas actualizan uno de sus flancos más sensibles, en el que se han producido fallos y filtraciones indeseadas. En esta era de la información, se hace necesario proteger más intensamente la información clasificada que se desprende de las operaciones militares y de Inteligencia, y que en las manos equivocadas siempre sirve para la manipulación, el ataque indiscriminado y el daño irreversible a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esta no será noticia de portada, pero sin duda evitará y contribuirá a que otras muchas que no deben aparecer tergiversadas de forma clamorosa (como sucede ahora), lo sean en el futuro.


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