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Población mundial

Durante este año 2011 se producirá un fenómeno que apenas acaparará titulares y espacio en los informativos, pero que influirá decisivamente en el futuro del mundo y en la vida de todos. Y es que el planeta albergará siete mil millones de personas, lo que plantea un desafío formidable en cuanto a desarrollo económico, oportunidades, recursos energéticos, materias primas y medio ambiente, entre otros.
No ha sido extraño, pues, que en la edición de enero de 2011 de National Geographic, la demografía de la Tierra haya sido su tema central, con un análisis de las consecuencias de este incremento de la población en diversos ámbitos de la vida y de las sociedades.
El aumento de la población mundial a este ritmo representa un factor preocupante en cuanto a la capacidad de las sociedades para mantener bien alimentada y cubiertas las necesidades de sus habitantes, pero también en cuanto al impacto ecológico que esto supone, con unos niveles de contaminación y destrucción que son alarmantes, cuando menos.
Un estudio detallado de la población, arroja información interesante y que puede darnos las claves para gestionar este incremento. Por ejemplo, la distribución demográfica es muy desigual y es en Asia donde se concentra la cuarta parte de la población del planeta. El problema no es el espacio, ya que hay sitio para todos (al menos por ahora) sino que amplias zonas son inhabitables o deben protegerse por su valor ecológico. Además, el crecimiento de población no es ordenado sino que en unos puntos se acelera, como en Asia, y en otros cae en picado, como Europa.

La progresión ha sido la siguiente. En 1800 se estima que el planeta alcanzó sus primeros mil millones de habitantes y pasaron 130 años antes de que esa cifra se duplicara. Desde entonces, el crecimiento demográfico ha sido exponencial, debido en parte a los avances científicos que han hecho posible reducir la mortalidad. En1960 el planeta tenía tres mil millones de habitantes y en 1974 (14 años más tarde) se alcanzaron los cuatro mil millones. Un millón más se añadió a la lista 13 años después, en 1987, y en 1999 se llegaron a los seis mil millones de habitantes, una cifra que despertó todo tipo de debates. Según las previsiones, en 2011 tendremos siete mil millones de habitantes, para el año 2024 se espera que alcancemos los ocho mil millones, y en 2045 los nueve mil millones. Una auténtica marea humana por todo el mundo que hará más largas las colas de espera en los supermercados y los bancos. Es sólo la menor de las consecuencias, por supuesto. Lo peor será el consumo energético y de recursos naturales y la forma en que eso afectará a nuestro planeta. Es decir, hablando claro, que con tanta gente vamos a tener unos cuantos problemas de marca mayor.
La cuestión es que la población mundial pasó de 1 a 2 mil millones de personas en 130 años, y desde entonces, la duplicación se ha reducido en tiempos: de 2 a 4 mil millones en 44 años, de 3 a 6 mil millones en 39 años, y de 4 a 8 mil millones (según el pronóstico de 2024), en 50 años. Según esta previsión, la población tenderá a crecer más lentamente, pero no cesará en su incremento.
La cuestión que suele plantearse es si el planeta puede albergar tanta población con unos niveles de vida dignos. En materia alimentaria, pese al aumento de población, de precios e incluso ante la tendencia a utilizar granos básicos como biocombustibles, se tiene suficiente producción para todos, aunque los verdaderos problemas son la distribución, el acaparamiento, los precios elevados continuados en algunas zonas y la incautación irregular, que aún no están solucionados, y son la razón por la que se sigue muriendo gente de hambre, sobre todo en países donde no existen infraestructuras y sobran corrupciones. En materia ecológica, más habitantes significa mayor demanda de servicios básicos: agua, electricidad, gas, empleos, tratamiento de residuos y basura, etcétera, que plantean enormes presiones sobre el entorno natural y una contaminación y abuso de recursos galopantes.

Con ser estos temas muy relevantes, lo más importante de la problemática demográfica tiene que ver con la pobreza, ya que ésta tiene numerosas secuelas que inciden directamente en el incremento demográfico. Por ejemplo, la alta mortalidad infantil que hay en algunas regiones del mundo, generalmente en países subdesarrollados. Los demógrafos señalan que cuando la mortalidad infantil es alta, las parejas tienden a tener más hijos para compensar. Por el contrario, cuando la mortalidad infantil disminuye, las familias tienen menos hijos. Es una transición casi automática, pero que para hacerse realidad requiere que las condiciones sanitarias, alimenticias y educativas de un país o región mejoren sustancialmente.
Así, cuando los niveles de escolaridad aumentan, también mejora la educación sexual de las personas, lo que ayuda, o debería hacerlo, a disminuir el número de embarazos no deseados. Supongo que si esto lo leen unos padres agobiados a los que se les ha quedado la niña adolecente embarazada, se subirán por las paredes y despotricarán. Es el momento de darles la enhorabuena y confirmarles con una sonrisa que el sistema no es perfecto. Como tampoco algunos medios profilácticos.
Además, la educación permite mejores oportunidades profesionales para hombres y mujeres, lo que influye en la edad en que las mujeres deciden tener hijos y, por supuesto, en el número de ellos. Esta es la teoría. En Estados Unidos, que es vanguardia de comportamientos sociales y laborales, es una realidad que muchas mujeres están optando por tener a su primer hijo a edades más tardías, alrededor de los treinta y tantos años. Otra cuestión es que los tengan fuera del matrimonio, lo que está planteando otro tipo de retos sociales.
El incremento demográfico en el mundo puede parecer que no es un problema porque no se percibe como inmediato o cercano, pero es muy real y más complejo de lo que pueda parecer en principio. Así, en los países desarrollados, representa un desafío ante el declive y envejecimiento de sus habitantes. Yo que usted empezaría a preocuparme de la pensión y otras cuestiones. En países como Rusia, el reto es conseguir que las tasas de mortalidad disminuyan, que aumente la esperanza de vida y los nuevos nacimientos para evitar la disminución demográfica que podría reducir su población. En muchos países en desarrollo se combinan las altas tasas de nacimientos, la baja esperanza de vida y un sistema económico y social muy deficientes, con problemas de corrupción y guerras permanentes. Todo ello son cuestiones que afrontar en décadas venideras que mantendrán el mundo bastante revuelto.
Lo que es seguro es que los siete mil millones de habitantes del planeta compartiremos un mundo irregular, con crecimientos económicos y desarrollo avanzado en algunos países, y asediado por numerosos problemas y crisis globales de tipo medioambiental, energética, económica, social, de valores, sanitaria, bélica, etc. Crisis que demandarán nuevas soluciones que necesitamos implementar progresivamente y a las que deberemos adaptarnos para vivir en un mundo cada vez con más población humana.




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