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Las armas y el discurso del presidente de Estados Unidos

Hay acontecimientos que ponen a prueba la madurez democrática y la inteligencia de las sociedades en su conjunto. Como ha sucedido en estas últimas semanas ante la masacre que tuvo lugar en Tucson (Arizona) el pasado 8 de enero, donde murieron seis personas y 14 resultaron heridas, entre ellas la congresista demócrata Gabrielle Giffords, que sigue recuperándose.
Ante este lamentable episodio de violencia a cargo de un desequilibrado mental y sociópata, la sociedad estadounidense ha reaccionado con la moderación y el equilibrio de un pueblo acostumbrado a este tipo de acontecimientos (recordemos que no es la primera vez que algo así sucede ni será la última), y que ha sabido situar las cosas en su sitio, sin sacarlas de foco (salvo algunas excepciones).
Por una parte, ha sabido reconocer la importancia y el valor del discurso del presidente Obama, uno de los mejores que ha pronunciado en lo que lleva de presidencia, poniendo en perspectiva la tensión política generada por ambos partidos y que se traslada a la sociedad, y por otra el debate en torno a las armas que se ha generado después.

La sociedad estadounidense, al reconocer el valor del discurso presidencial y aprobarlo en casi un 80% en un sondeo realizado por ABC News y el diario The Washington Post (incluyendo un 71% de los republicanos que respondieron), reconoce expresamente la necesidad de moderar los discursos políticos desde todas partes, no sólo por parte de los republicanos sino de los demócratas, que también han recurrido con frecuencia a la manipulación y la exaltación, y a adoptar un clima político más civilizado.
Alrededor de 6 de cada 10 entrevistados expresaron que hacer cumplir las leyes existentes sobre el uso de armas de fuego es la mejor forma de reducir la violencia con esas armas, en vez de crear nuevas leyes. Algo que es de sentido común, pero que hace falta aplicar en la práctica.
Asimismo, esta encuesta también reveló que existe un amplio apoyo de la población para limitar la venta de armas de fuego a personas con antecedentes de problemas mentales o drogadicción, agregando sus nombres a un registro federal de armas. Es una medida que podría evitar muchos de estos episodios provocados por trastornados.
Los encuestados se mostraron más divididos sobre si el tono de la discusión política en el país puede alentar la violencia.
Además, otro 69% de la población ha manifestado en otra encuesta difundida en Político y realizada por CNN/Opinion Research, que el tiroteo de Arizona no ha cambiado su opinión sobre el control de las armas y el derecho a ellas. Y esto es importante porque ya se han alzado las mismas voces de siempre sobre la relación de las armas con los sucesos de Tucson. La sociedad estadounidense vuelve así a dar otra lección de independencia ideológica y de pensamiento, no sujeta a las manipulaciones interesadas.

Hoy por hoy en este país sabemos que los acontecimientos de Tucson nada tienen que ver con la libertad de armas que garantiza nuestra Constitución y sí con la enajenación mental de un individuo que hubiera encontrado la forma de atacar a la congresista igualmente.
De esta encuesta se desprenden otros datos muy interesantes, como que un 28% está a favor de adoptar medidas más estrictas en la venta de armas y que un 70% señaló que la falta de recursos para enfrentar las enfermedades mentales son los responsables de los hechos. La ciudadanía parece mucho más acertada en sus conclusiones que algunos medios de comunicación enfangados en debates estériles.
Mientras algunos políticos y mass media siguen jugando con las posibles causas y abriendo debates que sólo sirven para crispar más la opinión pública, ésta ha demostrado reconocer esas causas de forma ejemplar.
La misma encuesta señaló que otro 59% de los encuestados ha indicado que Sarah Palin, a quien muchos han apuntado como causa del tiroteo, tiene poca o ninguna culpa en el mismo. Esto es evidente, pero los mismos sectores que quieren sepultarla, aprovechan para atacarla sin fundamento. Algo que tampoco se puede tolerar.
Una cosa está clara en todo esto: la crispación política llevada al extremo nunca es positiva ni genera nada bueno, venga del sector que venga. Lo vemos continuamente, no sólo en Estados Unidos sino en otros países, como México, Colombia (donde las muertes son habituales) o incluso España; precisamente en este país otro caso de violencia política ha acaparado espacio en los medios de comunicación, con la brutal agresión a un consejero de cultura del gobierno regional de Murcia, perteneciente al Partido Popular.

El discurso de Obama en Arizona, equilibrado y brillante, fue el discurso de un presidente de Estados Unidos integrador y unificador. Ésa fue su mayor contribución tras este suceso, así como lograr una cierta distensión de la crispación política nacional. Es la razón de su ascenso en las encuestas de popularidad de nuevo. Por supuesto esto no arregla los problemas del país ni la gestión de los demócratas, que tiene enormes desafíos que afrontar aún por delante, pero la masacre de Tucson ha hecho ver al pueblo norteamericano que en la Casa Blanca hay un presidente al que pueden reconocer como tal en momentos de especial impacto en el país.
Si es merecedor de la confianza de los ciudadanos está por ver en los dos años que le restan de presidencia.




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