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Amor fraterno – I

El amor fraterno es una de las piedras angulares de nuestra fe cristiana. Todo nos conduce a descubrir y compartir esta clase de amor. Cuando leemos en la Biblia: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, estamos leyendo la definición de la caridad fraterna, que significa amar a todos los seres humanos.
En el origen de la cristiandad y también hoy día, el amor fraterno tiene un origen divino, que es el amor, porque Dios es amor en sí mismo. Podemos expresarlo con la misma sencillez con la que Jesús nos transmitió sus valiosas enseñanzas. El amor fraterno es ese vínculo que nos une espiritualmente con otros creyentes que profesan nuestra misma fe cristina.

Necesitamos interiorizar, comprender y vivir plenamente el concepto del amor o la caridad cristiana porque es el sostén firme de nuestra fe y el que debe guiarnos. Sólo el amor fraterno nos permite ser auténticamente cristianos y es lógico que así sea si recordamos que todo en esta vida es amor. Empieza y termina con amor. Así, si no vemos en los demás a un hermano, nuestro cristianismo no anda bien.
La Biblia nos dice que amemos a nuestro prójimo y coloca la caridad fraterna en un primer plano, que hoy más que nunca debemos recuperar en nuestras vidas para que tengan sentido cristiano. Fue Jesús quien, a través de sus palabras y obras, nos marca el camino del amor fraterno.
Ya en el levítico (Lev. 19,18) se decía: “No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el señor”. Y Jesús reafirmará en su enseñanza que hay que amar a tu prójimo como a ti mismo. Así en (Mt 5,43-45) Cristo señala un amor nuevo y superior “Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. En (Mt. 22, 35-40) se apunta: “y uno de ellos, un doctor de la Ley le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? 37 Él le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” 38 Este mandamiento es el principal y primero. 39 El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 40 En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas”.
Para Jesús este mandamiento se inspira en el amor de Dios Padre. Pero Jesús aclara que el Padre del cielo, ya no es el Padre sólo de Israel, sino que su paternidad y su amor se extienden a toda la humanidad, a los buenos y a los malos, a los justos y a los injustos (Mt 5,45-48); “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16ss).

Esa palabra de Cristo se hizo extremadamente clara con la parábola del buen samaritano: para Jesús ningún límite racial debe impedir el amor al prójimo, la caridad y el servicio al prójimo, a cualquiera que nos encontremos en el «camino de Jericó», es decir, en la vida. El samaritano se conmueve en sus entrañas y deja entrar en su vida al herido.
Pero Jesús no sólo rompe los límites nacionales y raciales, también le da un contenido nuevo al mandamiento del amor al prójimo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto reconocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn, 13, 34-35, 15,12ss). Para Jesús, además, el amor al prójimo será precisamente el criterio decisivo del juicio divino: la actitud ante el prójimo necesitado. El amor exige un compromiso activo para el necesitado y el peor pecado es el de omisión (Mt 25, 31-46).
Debemos preocuparnos por los demás y si no lo hacemos defraudamos a Dios. Si el mensaje del Evangelio no llega al uso que hacemos de nuestros bienes es que estamos todavía muy lejos de comprender su mensaje.
Una vida alejada de sus enseñanzas no es válida, ya que debemos seguirlo, sí, pero de cerca. Porque eso es lo que nos hace mejores en todos los sentidos.




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