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Enfoques Históricos de Estrategia Militar – I

Los ataques terroristas del 11-S en Estados Unidos marcaron indudablemente el inicio de la que sería la primera guerra global del siglo XXI, la guerra contra el terrorismo, plasmada en los conflictos de Afganistán e Iraq, que hicieron necesario revisar a marchas forzadas la estrategia militar norteamericana mantenida hasta entonces.
Para comprender plenamente la situación surgida a raíz de aquellos acontecimientos y la nueva estrategia militar que ha imperado hasta ahora, resulta fundamental analizar los enfoques de las diversas estrategias que ha aplicado Estados Unidos a lo largo de su historia reciente, desde la bomba atómica, que marcó la Guerra Fría y la lucha por el liderazgo nuclear, pasando por Corea y Vietnam, que condujeron a una crisis militar que hizo necesario elaborar una nueva doctrina y una organización diferente de las Fuerzas Armadas en la década de los 80.
El nuevo planteamiento desarrollado bajo la presidencia Reagan, tuvo su máxima expresión en intervenciones puntuales en la isla de Granada, en los focos de tensión en Centroamérica (Nicaragua y El Salvador), y misiones de bombardeo en Libia. Pero es en la Guerra del Golfo, ya en la década de los 90, cuando surgen los nuevos conflictos y riesgos asimétricos, que harán necesarias nuevas estrategias militares, enfoques y adaptaciones tácticas.
La entrada en acción en el escenario internacional del terrorismo islámico, marcó de nuevo un giro en la estrategia militar, que lo puso en su punta de mira de forma prioritaria. El derrocamiento del régimen de los Talibán en Afganistán en 2001 y de Sadam Hussein en Iraq en 2003, estableció los puntos de inflexión en esta nueva estrategia norteamericana que contemplaba la doctrina Bush de“intervención preventiva.
Lo primero que se desprende del análisis de la estrategia militar norteamericana de los últimos sesenta años, es que ha determinado en gran parte la evolución política y militar del mundo. Sólo estudiando el enfoque, las claves y cambios de esa estrategia, entenderemos mejor lo que está sucediendo ahora, por qué y cómo hemos llegado a los acontecimientos actuales, en los que lideramos de forma global una guerra contra Al Qaeda con múltiples frentes abiertos.

Es necesario remontarnos al final de la Segunda Guerra Mundial, con la victoria americana impulsando un liderazgo occidental claro frente a la expansión militar agresiva de la Unión Soviética. La necesidad de frenar el comunismo y defender las libertades, deja las puertas abiertas a la Guerra Fría y a la superioridad tecnológica norteamericana, que vuelca en la estrategia nuclear buena parte de su esfuerzo bélico, dejando a un lado la modernización de las fuerzas convencionales, algo que la Unión Soviética cuidará especialmente.
Puesto que el conflicto bélico en Europa se deslizó rápidamente hacia una amenaza disuasoria de carácter nuclear, la Unión Soviética decidió expandir su influencia y conseguir victorias estratégicas en lugares del Tercer Mundo donde no hubiera peligro de que el enfrentamiento con los norteamericanos se convirtiera en una guerra nuclear abierta. Así, primero lanzó su estrategia de expansión al sureste asiático, luego a África y después a Centroamérica y Sudamérica.
Entretanto, la creación del Estado de Israel en 1948, puso en el mapa estratégico militar un nuevo foco de conflictos entre judíos y árabes, que desencadenarían en pocos años cinco guerras árabe-israelíes, dos levantamientos palestinos (intifadas) y una oleada de atentados terroristas. Aún hoy es fuente de conflictos y justificación del terrorismo islamista.

Las armas nucleares, tan denostadas y temidas, sirvieron para evitar un gran conflicto bélico entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Su temible poder, capaz de la aniquilación completa y definitiva, impulsó la estrategia MAD (Disuasión Mutua Asegurada) que dominó décadas de Guerra Fría entre ambas potencias en un ajustado equilibrio nuclear. Su uso irracional y los acuerdos de desarme, dejaron el campo abierto de nuevo al empleo de la guerra convencional para el logro de objetivos políticos o militares. La estrategia había sido hasta entonces ganar las guerras, ahora se apostaba por evitarlas.
El poder de las armas nucleares ha sido debatido hasta la saciedad, incluso hoy día está abierto con el desarrollo de nuevas armas más pequeñas, tácticas y eficaces, que pudieran ser utilizadas en momentos puntuales contra objetivos estratégicos y limitados.
El debate se centra en posiciones encontradas, ya que es preciso establecer si es un arma de primer o último recurso, ofensiva o defensiva, de valor militar, únicamente político o de estrategia disuasoria; si ha de prevalecer la seguridad o el ataque sorpresa, si la guerra debe ser total o limitada, si los objetivos son ciudades o efectivos militares, si el recurso ha de extenderse a todo el arsenal o sólo a armas tácticas y de limitado alcance. Las cuestiones a plantear son muchas y de compleja decisión.

La estrategia de Estados Unidos en la primera década después de 1945 giraba en torno a tres líneas de actuación: la reconstrucción económica de Europa mediante el Plan Marshall, el rearme convencional de Europa en el seno de la OTAN, creada en 1949, y el desarrollo de una fuerza nuclear de choque aerotransportada que diera credibilidad a la amenaza de disuasión y que necesitaba de numerosas bases en distintos territorios aliados, debido al alcance limitado de los bombarderos de aquella época. Ante esta estrategia, la Unión Soviética sólo pudo articular una política defensiva de disuasión nuclear con otra ofensiva indirecta, basada en la guerra convencional, en el sureste asiático. Después del éxito de las pruebas nucleares soviéticas en 1949, que ahora sabemos que fueron posibles en gran parte gracias al espionaje al que fueron sometidos los laboratorios americanos, Estados Unidos desarrolló en 1952 la bomba de hidrógeno o de fusión, un camino que siguió la Unión Soviética un año más tarde. Ya imaginamos cómo, por supuesto.
Esta dinámica bélica nos conduce a la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953, que prendió los debates sobre estrategia militar durante aquella década. Estados Unidos, en su deseo de defender al Sur de la invasión del Norte comunista, se enfrentó con una guerra larga, irregular y revolucionaria, en la que la batalla clásica no contaba demasiado, lo contrario que la sorpresa, el empleo de guerrillas, la movilidad, la intervención de tropas ligeras y la actuación de elementos psicológicos, que ganaron protagonismo. Fue un conflicto en el que se decidió no utilizar la tecnología nuclear y en el que Estados Unidos pagó un alto precio en vidas humanas por haber abandonado hasta entonces la modernización de sus fuerzas convencionales, en especial las de Tierra.

Las ideas del general MacArthur, que deseaba atacar territorio chino, y el temor del gobierno a una guerra abierta con China, provocaron un enfrentamiento entre ambos, en el que el general fue destituido finalmente. En suma, se trató de una guerra con objetivos limitados, en un espacio geográfico muy concreto y con un uso parcial de la tecnología.
Su final, con el paralelo 36 como frontera artificial entre el Norte y el Sur, dejó una situación en herencia que ha convertido esa frontera en una de las más militarizadas del mundo, al borde de la guerra permanente, y con un numeroso destacamento militar americano que ha garantizado la democracia de Corea del Sur y la estabilidad de la región hasta ahora. Las provocaciones del régimen de Corea del Norte, con sus misiles, su programa de armas nucleares, y el tráfico de plutonio y armas a grupos terroristas, plantean ahora la necesidad de modificar la estrategia americana en la región y responder al desafío con garantías de seguridad.

En la etapa que va desde la guerra de Corea hasta el año 1962 se produce un enorme desarrollo del poder nuclear soviético y entramos en una época de equilibrio del terror, de disuasión mutua mediante la amenaza nuclear; una época marcada con el despliegue de los primeros misiles intercontinentales y el primer satélite; cabe destacar que el primer sistema defensivo norteamericano estaba diseñado contra aviones y se quedó desfasado rápidamente, si bien, era superior en número de armas nucleares y en información. En estos años las doctrinas estratégicas militares de Estados Unidos contemplaban, con el presidente Eisenhower, la teoría de las represalias masivas, con Kennedy-McNamara la respuesta flexible, y finalmente la Destrucción Mutua Asegurada (MAD), la escalada armamentística, y las opciones militares limitadas de respuesta, entre otras, con Johnson, Carter y Reagan.
La guerra que incendió el sureste asiático entre 1965 y 1975, con Vietnam como epicentro, presentó algunas características parecidas a la de Corea, ya que significó una victoria táctica y logística, pero un fracaso político. Estados Unidos empezó enviando asesores militares y fue incrementando el número de tropas, en lo que fue una clara estrategia de escalada progresiva, con una mayor presión en forma de tropas terrestres en el Sur y bombardeos en el Norte. De hecho, las batallas como tales en Vietnam, fueron ganadas por los americanos, sin embargo el cada vez mayor número de bajas se convirtió en un arma de propaganda y de presión interna para la opinión pública americana, que se volvió muy crítica con la guerra, sobre todo en los sectores juveniles y universitarios. La guerra de guerrillas del Vietcong fue desgastando a los americanos, sobre todo políticamente, que tenían el tiempo en contra para ofrecer a la opinión pública una victoria nítida, que por las características del conflicto no se hacía visible.

Sin duda fueron muchos los errores que llevaron a la derrota política, que nunca militar, a los Estados Unidos en Vietnam, entre los que cabe destacar una cobertura informativa minuciosa, insoportable en imágenes para la opinión pública, la degradación moral de cierta parte de las tropas, una cadena de mando inadecuada, afectada de corrupción en algunos eslabones, la descoordinación, la inexistencia del jefe de la Junta de Estado Mayor, la pérdida favorable de la opinión pública interna y los escándalos políticos y militares continuos.
La presión social hizo que el presidente Richard Nixon pasara de la fase de americanización a otra de vietnamización del conflicto, con una retirada progresiva de las tropas. La decisión política de retirarse de Vietnam, sumió al ejército en una profunda crisis de la que tardaría muchos años en salir.
Entretanto, en la década de los 60, Estados Unidos aumentó su capacidad disuasoria, pero la Unión Soviética no le fue a la zaga; es entonces cuando se alcanzó verdaderamente la fase crítica de destrucción mutua asegurada.

Con la entrada en escena del presidente Kennedy, aparece el concepto de control de las armas nucleares para evitar una escalada progresiva; de esta manera se decide establecer una fuerza de represalia invulnerable para quitar a la Unión Soviética la capacidad de efectuar el primer ataque, algo que se consigue mediante la puesta en servicio de los submarinos nucleares Polaris y los misiles Minuteman; surgió la necesidad de una estrategia que permitiera limitar los conflictos, para lo cual era preciso reforzar el escudo táctico y abandonar el principio de las represalias masivas. De forma paralela prosiguió el avance tecnológico con el sistema de defensa basado en misiles antibalísticos (ABM), que llevó a aumentar la capacidad ofensiva con los vehículos de reentrada múltiple con objetivos independientes (MIRV) para anular esa defensa.
Esta estrategia militar, basada en la superación y neutralización provocó, en especial después de la crisis de los misiles cubanos en 1962, la sensación de que la seguridad no aumentaba sino que se estaba al borde del abismo nuclear, una percepción que, junto con el elevado coste económico de estos programas armamentísticos, desembocó en 1970 en unas negociaciones para la limitación de las armas nucleares estratégicas, que terminaron en los acuerdos históricos alcanzados por Reagan y Gorbachov en la década de los 80, con los tratados NIF y START, después de dos décadas de largas conversaciones bilaterales entre Estados Unidos y la Unión Soviética.




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