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Estrategia militar de EE. UU para el Ártico

Una de las estrategias más innovadoras y con proyección de futuro se está desarrollando actualmente en el Ártico, y su diseño ha estado definido por especialistas del Pentágono, científicos y la Inteligencia estadounidense. Desde mediados de 2013 y hasta ahora, Estados Unidos está implementando una estrategia global y completa para nuestra actividad en el Ártico, entre cuyos objetivos está la cooperación internacional, el equilibrio de la seguridad humana y la del medio ambiente en la región, el avance de los intereses norteamericanos, así como el no menos importante de asegurar las condiciones óptimas para nuevos negocios y la explotación adecuada y con garantías de los ricos yacimientos de hidrocarburos que hay en la región.
Esta nueva estrategia militar y ambiental es de una enorme importancia, no sólo porque reconoce y constata la creciente influencia de la región del Ártico en el mundo, ya una realidad, sino también porque se actualiza desde Estados Unidos el enfoque militar para esta región y se delimitan las zonas para posibles operaciones militares y de interés geoestratégico. Los desafíos para garantizar la seguridad y la presencia estadounidense en el Ártico tiene naturaleza prioritaria y así lo hemos defendido numerosos especialistas en inteligencia, estrategia militar, y conservación ecológica. Encajar estas prioridades y nuevas capacidades en los presupuestos actuales y futuros, incluidos los recortes previstos, es una de las tareas más complejas que se afrontan en Washington DC.

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Esta nueva estrategia es realista y enfoca la situación actual del Ártico en un punto de inflexión crítico debido a la reducción de la capa de los hielos y al aumento de las actividades humanas. De acuerdo a datos científicos de 2012, se registraron los menores niveles de hielo ártico en la historia, al mismo tiempo que aproximadamente 500 barcos navegaron las aguas de ese océano entre Alaska y Rusia, un 50 % superior al que transitaban esta región a mediados de la década pasada, lo que representa un aumento considerable. Desde el Pentágono, la inteligencia y fuentes científicas estimamos que esa cifra de naves se multiplicará por 10 en la que ya conocemos como Ruta del Mar del Norte. Es una realidad que las rutas marítimas del Ártico cada año están más transitadas y presentan más actividades humanas, como el turismo y la navegación comercial, algo que lleva implícito nuevos riesgos de accidentes, conflictos y seguridad.

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Asimismo, la migración de las poblaciones de peces y de animales hará que los pescadores y cazadores de la región se muevan a nuevas áreas, desafiando los planes de gestión vigentes. Además, el creciente interés por explotar sus recursos, hace previsible el aumento de incidentes internacionales frente a los que Estados Unidos no puede permanecer indiferente. El potencial de explotación, que puede representar el 25 % del petróleo y gas del planeta aún sin descubrir, también implica un enorme interés en su exploración por parte de numerosos países, con el consiguiente aumento de las tensiones y enfrentamientos, ya que no todos contemplan la conservación ecológica y la adopción de medidas de protección medioambiental como defiende Estados Unidos. Sin ir más lejos, Rusia prefiere centrarse únicamente en la explotación de los hidrocarburos.
Los científicos sostienen que las aguas del Ártico podrían quedar casi totalmente libres de hielo durante un mes al año, desde mediados de la próxima década, y desde 2030 estos períodos de deshielo total podrían extenderse más tiempo. Científicos y estrategas pensamos que estas nuevas condiciones provocarán en cierta manera un «¡adelante, que aquí todo vale» mundial en la región que lo convertirán en un nuevo punto caliente del planeta y planteará desafíos sin precedentes e inevitables conflictos. No olvidemos que según cálculos conservadores, el fondo del océano Ártico alberga una proporción importante de las reservas de hidrocarburos sin explotar del todo el mundo, incluidos alrededor de 25 % del petróleo y hasta un 30 % de los yacimientos de gas.
La estrategia estadounidense acepta aprovechar todo este potencial del Ártico, pero mediante una fórmula en la que los gobiernos deben colaborar y fomentar la confianza mediante la transparencia, la cooperación y el compromiso. Así como el respecto fundamental al medio ambiente.

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Con esta estrategia Estados Unidos asume el liderazgo en el Ártico y se prepara de forma realista para gestionar en 2015 la presidencia rotatoria del Consejo del Ártico, un foro intergubernamental clave para la gestión en la región. Esta presidencia nos proporcionará un liderazgo renovado en temas del Ártico que no podemos desaprovechar. De ahí que esta nueva estrategia militar represente un paso decisivo para consolidar la política de Estados Unidos en la región, que debemos definir sin prisas pero sin pausas.
Un objetivo esencial de la estrategia es que se tratará de ampliar nuestra comprensión del medio ambiente del Ártico y las posibilidades de nuestra presencia en la región, mientras se promueve la colaboración internacional en una serie de temas importantes.

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Estados Unidos no se puede permitir que otros países tomen la delantera en el Ártico porque es una cuestión de estrategia vital, tal y como sostenemos numerosos especialistas de diversos ámbitos. Por eso defendemos que los recortes presupuestarios no afecten a esta estrategia militar para la zona. No podemos permitir que Rusia sea el actor principal en la región por intereses y capacidades, como sucede ahora. Esta estrategia que ahora impulsamos debe servir para aumentar nuestra presencia mediante la colaboración activa con otros países aliados o bien en solitario.
La estrategia militar en curso pone el acento, entre otros factores, en el potencial de extracción de combustibles fósiles en el Ártico, dado que es posiblemente el elemento catalizador de los conflictos y en torno al cual se deberán articular las medidas militares que garanticen su correcta explotación, pero sin olvidar el entorno natural privilegiado y su influencia a nivel biológico, ecológico, climatológico y animal. Así, el derretimiento del hielo marino en el Ártico debemos asumirlo como lo que es realmente, un símbolo de la destrucción del planeta, y no como un incentivo para explotar todos sus recursos sin límites. Algunos defendemos que el acento conservacionista debe primar sobre el aspecto comercial, y para ello el establecimiento de una estrategia militar adecuada puede servir a ese propósito.
Los riesgos de una industrialización del Ártico y una carrera militar en el Lejano Norte existen y están ahí, pero mirar a otra parte no servirá de nada. Estados Unidos necesita incrementar la presencia allí mediante una acertada estrategia militar y comercial, pero priorizando siempre el enfoque científico y ecológico de esa presencia, que será la mejor forma de garantizar una región en paz, estable y libre de conflictos. Aprender acerca del ecosistema del el Ártico como clave para la regulación del clima mundial es nuestra garantía de conservar un Ártico virgen y a salvo de intereses económicos. Esa garantía se logra mediante nuestro liderazgo en la región, o estaremos abonando el terreno para conflictos impensables hoy.

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