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El avión cisterna KC-46A

Hay dos áreas en las que Estados Unidos sigue demostrando su liderazgo y buen hacer: en alta tecnología y producción industrial. Frente a la competencia extranjera, esto es clave y por eso el Pentágono ha vuelto a confiar en Boeing para la concesión del contrato de fabricación de la próxima generación de aviones cisterna, el KC-46A, que será fabricado con un procedimiento que entraña un riesgo muy bajo por un equipo estadounidense muy experimentado y en instalaciones ya existentes y que han probado su eficacia.
Esta nueva aeronave KC-46A Tanker consume un 24% menos de combustible que el avión cisterna del competidor en la puja, el rival europeo EADS, que participaba con la versión del A330 MRTT (Multi Role Tanker Transport), claramente inferior.

Esta noticia es doblemente importante porque pone en valor la industria estadounidense, que sigue demostrando ser superior respecto a la de otros países, en especial la europea, y porque este contrato de fabricación beneficiará especialmente a la economía norteamericana con la creación de 50.000 empleos en Estados Unidos, distribuidos en unos 40 estados. En especial, supondrá un impulso económico para los estados de Kansas y Washington.
Así, Boeing se coloca en una posición de privilegio en el mercado para abastecer a la Fuerza Aérea con los nuevos aviones cisterna que repostarán en vuelo y que reemplazarán a los179 aviones 400KC-135 actualmente en servicio desde los años 50. El contrato señala que Boeing diseñe, desarrolle, fabrique y entregue inicialmente 18 aviones listos para combate en el año 2017. El Pentágono renovaría la flota con estos aparatos a un ritmo de 15 por año como máximo.
De esta forma, los más de 60 años de experiencia de la compañía Boeing se pondrán al servicio del desarrollo y construcción de un avión que servirá al país y a las Fuerzas Armadas durante las próximas décadas. La elección por parte de la Fuerza Aérea del Boeing NewGen Tanker, después de un largo y riguroso proceso de selección, ha implicado escoger un tanquero multimisión, construido en América, con la garantía de calidad y fiabilidad que eso supone, basado en el Boeing 767 y que cumple todos los requerimientos exigibles con el riesgo más bajo y al menor coste para el contribuyente. La propuesta de Boeing fue desarrollada por un equipo integrado con componentes de diferentes áreas de la compañía como Commercial Airplanes; Defense, Space & Security; y Engineering, Operations & Technology.
Esta concesión refleja el buen trabajo realizado por los empleados de Boeing, que han ofrecido el mejor avión posible en términos de capacidad, calidad y presupuesto, y por los oficiales de selección de la Fuerza Aérea y el Pentágono, que han hecho posible un concurso justo y la elección acertada del mejor avión para esta misión.

El importe de este contrato es de 35.000 millones de dólares (unos 25.400 millones de euros), pero con los contratos accesorios fácilmente se disparará finalmente en torno a los 60.000 millones de dólares, y sitúa a la compañía estadounidense en primera posición para competir también en el mercado internacional con los nuevos aviones cisterna KC-46A.
Esta adjudicación ha tardado en llegar diez años, al tercer intento, y era uno de los objetivos estratégicos de la compañía europea EADS, matriz de Airbus, que se ha quedado al final con la miel en los labios. El resultado de esta concesión a Boeing tiene claras repercusiones para la filial española de EADS (Airbus Military). La división dirigida por Domingo Ureña ha desarrollado la tecnología que abastece las aeronaves en vuelo (una pértiga que se descuelga del avión A330). Si hubiera ganado el consorcio europeo, el 10% del negocio habría quedado en España. EADS tiene el reto de ganar cuota en Estados Unidos y este programa habría catapultado a los directivos de la antigua Casa. Es una lección valiosa de la que los europeos podrían aprender.
Pero la decisión del Pentágono lanza también otros mensajes: en el mundo de los negocios militares del siglo XXI no valen sólo las presiones, influencias, el marketing ni los buenos deseos. Es necesario presentar un producto de auténtica calidad, innovador, con la mejor tecnología, competitivo, con un presupuesto razonable y con prestaciones que le den un valor añadido. Sólo así se ganan los contratos multimillonarios y se entra en el mercado estadounidense, el más exigente del mundo.




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