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Religión – Crecimiento espiritual – Testimonio de Amor

En la historia de la civilización, la religión y la espiritualidad ocupan un lugar destacado. En esta nueva sección que ahora estreno en el website, nos acercaremos con especial énfasis al cristianismo y a los mensajes de Jesucristo, que más de 2.000 años después siguen aportando enseñanzas importantes para las personas interesadas en un crecimiento espiritual.
Por esta razón, volveremos los ojos una vez más a esas palabras que pronunció el Maestro y que siguen marcando un camino de vida y esperanza, de lecciones intemporales y una guía que nos acompaña diariamente. Conoceremos sus mejores enseñanzas y también las de la Biblia, el libro más universal de todos, pero un gran desconocido para millones de personas en lo más importante: las enseñanzas que transmite y que tienen una aplicación real, la mayoría de las veces alejadas de fanatismos.
Porque hay muchas historias y muchas lecciones de Jesucristo de las que este mundo está necesitado, y cada vez menos espacio en todas partes para crecer espiritualmente, les invito a sumergirse en esta sección y seguir aprendiendo del Maestro.

En el evangelio de Juan hay varios momentos en los que Cristo expresa su naturaleza misericordiosa de una forma especial.

Testimonio de amor (Jn 11,1-4 . 32- 45)
Por mucho que se pueda pensar que Jesús, como Mesías, estaba por encima de todo lo malo que a cualquier otra persona pueda afectarle, no podemos decir que le sucediera algo distinto, en cuestiones de amor y sentimientos, de lo que cualquier otra persona pueda sentir y experimentar.
Por eso cuando le llega la noticia de la muerte de su amigo Lázaro, con quien debió jugar en su infancia por aquellas tierras de Betania, no es de extrañar que, en un determinado momento, se echara a llorar por la muerte del amigo.
Sin embargo, también sabe Jesús que, como Enviado de Dios, puede hacer lo que la voluntad de su Padre quiera, que no es otra cosa que devolver a la vida a Lázaro, hermano de Marta y de María.
Un testimonio de amor como éste es muy propio de quien tiene auténtica misericordia.
Así lo cuenta Juan en su Evangelio:
1 Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta.

2 María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.

3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.»

4 Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»

————–
32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó 34 y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.»

35 Jesús se echó a llorar.

36 Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.»

37 Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?»

38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39 Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.»

40 Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»

41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado.

42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»

43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!»
44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»

45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
Jesús, probablemente, pensara esto:
“Cuántas veces me he enfrentado al fin de la vida física, en cuántas ocasiones he tenido que ver partir al otro lado del Reino, al verdadero, donde habita mi Padre, a vecinos, a familiares, a mis amigos, cuántas veces he querido que esto tuviera remedio y cuántas veces sabía que aún no era el momento, que la voluntad de Abbá era otra, que cuando Él quisiera esto tendría solución como era en aquel naciente Paraíso donde sus primeros hijos sucumbieron a la codicia y al querer más de lo que podían entender y comprender.

Pero Lázaro… amigo, los recuerdos acuden a mi corazón como un torrente que, desbocado, me inunda de bien y de paz y siento, como si fuera ahora mismo, tu voz llamándome en los juegos infantiles, cuando todo quedaba tan lejos, cuando tanta distancia había entre reír y sufrir, en nuestra juventud… ahora. Lázaro… cómo no acudir, cómo no deshacer ese fin que parece que te ha llegado.

Pero ¡no!, así no. Mi interior se conmueve, amigo, y tengo que hacerlo.

Ahora, sí, ahora ha llegado ese momento en que la gloria de mi Padre será patente, ahora, quizá, comprendan el bien que les espera si cambian su corazón y sucumben a tu Palabra que es la vida.

Ya sé que todos esperan de mí algún hecho extraordinario, Padre, por un amigo como Lázaro, Padre, eso ya lo sé. Que vean, así, tu gloria. Por eso te pido que los comprendas, que perdones su ansia de signos. Estos que me has dado son así… Tú bien lo sabes. Te pido que manifiestes tu voluntad de salvación; por eso yo te invocaré, para que sepan que eres Tú quien actúas a través de mí, que sólo soy tu instrumento, que el resultado de todo será reclamo para la fidelidad que Tú reclamas como Tú has cumplido siempre con ellos, aunque te lo hayan puesto muy difícil muchas, muchas, muchas veces, Padre.

Por eso, Abbá amado, yo te ruego humildemente, mansamente, que consueles la tristeza de sus conocidos, también la mía; que transformes en risas sus llantos, que puedan salir de la tiniebla que ha cubierto su corazón, que la luz, tu luz, renueve su esperanza con el bienestar de tu Gracia, que, si es posible, sea, de nuevo, renovado tu pacto con tus hijos, que sólo la vida sea vida, que la Verdad la vean, que sepan que el amor tiene cauce por donde discurrir; que contigo tus ovejas tienen donde guarecerse y que pueden, contigo, renovar su existir, volver a tu seno“
Si fue así o no lo fue, eso sólo Dios lo sabe.




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