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Electores y candidatos hispanos

Texas ha sido siempre uno de los grandes estados de la Unión que ha marcado tendencias en política y cultura. Aquí se juega también uno de los temas más importantes que puede definir la composición de los partidos políticos que luchan por el voto ciudadano. Es en Texas donde el Partido Republicano afronta el desafío del electorado hispano con mayor intensidad, y lo hace porque es uno de los estados más grandes, con más votos electorales y con una gran población hispana que va en aumento.
Lograr el apoyo del electorado hispano es cada vez más prioritario para cualquier candidato que desee ganar unas elecciones. Sin embargo, el Partido Republicano de Texas está en una posición de desventaja al contar con un apoyo limitado entre los votantes hispanos, algo que vemos en las primarias que están teniendo lugar. Este poco entusiasmo tiene sus razones en que el GOP no tiene casi ningún funcionario estatal (no judicial) o legislativo que sea hispano y apenas compite con un reducido número de candidatos hispanos para cargos estatales y legislativos.

Esto es grave y señala un problema que debe ser subsanado porque hay una realidad que no se puede negar: actualmente el 38 por ciento de la población texana son hispanos, para el año 2040 serán mayoría en la población de Texas y para el 2060 la mayoría absoluta de los electorales texanos serán hispanos. Esto choca con la otra realidad que vemos hoy día: de los 95 miembros republicanos del Congreso y el Senado de Texas ni uno solo es hispano, ni tampoco uno solo de los 22 miembros de la delegación texana en el Congreso de Estados Unidos es hispano.
Esto sí que es una señal de alerta que debería anunciarnos: “Houston, tenemos un problema”. Nunca mejor dicho. Además, contrasta con la situación que vemos en el Partido Demócrata de Texas, donde 34 de los 84 miembros demócratas del Congreso y el Senado estatales son hispanos, al igual que seis de los 12 miembros del partido en la Cámara Baja de Estados Unidos.
A nivel estatal, sólo uno de los nueve funcionarios republicanos (el comisionado de Ferrocarriles Víctor Carrillo) es hispano, y Carrillo dejará su cargo el año próximo tras perder durante las primarias del pasado marzo ante David Porter. La discriminación encubierta que suele practicarse hacia candidatos hispanos, favoreciendo a los anglos, es una de las prácticas que el Partido Republicano deberá corregir si desea coger el tren del futuro electoral, que pasa necesariamente por estaciones hispanas y por apoyar decididamente a los candidatos hispanos, que los tiene y muy buenos.
Hay datos que no se pueden obviar. En las elecciones presidenciales de 2008, dos terceras partes de los hispanos texanos votaron a favor del demócrata Barack Obama y sólo una tercera parte respaldó al republicano John McCain. Recientemente, durante las primarias republicanas para elegir candidato a Gobernador, sólo un 15 por ciento de los electores eran hispanos. Ni siquiera en el hispanizado condado de Hidalgo (90 por ciento de la población), sólo el 38 por ciento de quienes votaron por adelantado en las primarias republicanas fueron hispanos.
Lo preocupante es que la presencia de hispanos entre las filas de los funcionarios estatales republicanos no mejorará después de las elecciones legislativas de noviembre, ya que sólo son hispanos siete de los 128 candidatos republicanos al Congreso y el Senado de Texas, y sólo uno tiene probabilidades reales de ganar. Además, no es hispano ninguno de los candidatos estatales a puestos que no sean judiciales. La situación apenas es algo mejor a nivel congresista, donde cuatro de los 32 candidatos del partido a la Cámara Baja federal son hispanos. Todos están compitiendo contra funcionarios actuales que son favoritos. De forma realista, lo más que podemos esperar es que el Partido Republicano logre a un congresista hispano.


Otra de las razones que explican el escaso apoyo hispano a los republicanos texanos, aparte de la escasa representación en el partido, es que el discurso hacia cuestiones como la inmigración no ha sabido conectar con amplias porciones del electorado hispano, en especial el electorado joven, al que no se le ha explicado correctamente los planteamientos y argumentos del Partido Republicano, al que percibe como enemigo de los intereses hispanos cuando la realidad es que los defiende bastante mejor que sus contrincantes demócratas, que ellos sí han sabido vender mejor sus políticas.
La mayoría y el respaldo con que cuenta el Partido Republicano actualmente en Texas puede esfumarse en un horizonte de unos años si no se toman medidas inmediatas para incrementar los candidatos hispanos y no se intensifican los esfuerzos para divulgar mucho mejor los argumentos políticos y las propuestas entre el electorado hispano, alejados de posturas radicales y con un enfoque de mayor integración interracial.


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