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El Presupuesto del Presidente Obama

El panorama informativo estos días en Estados Unidos está polarizado por el tema de los presupuestos que ha presentado el presidente Obama y que ahora se debaten para su aprobación en el Congreso.
En pocas palabras, el presupuesto asciende a una cifra astronómica imposible de encajar para un ciudadano de a pie: 3,83 billones de dólares (trillones en terminología estadounidense o 2,73 billones de euros). ¿Cuáles son las ventajas y los defectos de este presupuesto inmenso?
El principal problema es que dispara el déficit previsto para este año hasta 1,56 billones de dólares, o sea, el 10,6 por ciento del PIB, marcando un nuevo récord histórico. Bajo mi perspectiva, y la de muchos economistas norteamericanos, éste es el gran riesgo de estos presupuestos. El excesivo gasto y el descontrol del déficit pueden lastrar la economía a medio-largo plazo. El desmedido gasto público encierra peligros en forma de dinero fácil que acaba pagándose muy caro.
El presidente Obama está haciendo una gran apuesta con sus presupuestos y tiene tantas opciones de salir victorioso como de darse un buen batacazo.
No nos engañemos ni perdamos la perspectiva por cuestiones de ideología. A los conservadores se nos atraganta el gasto público disparatado, pero también encierra oportunidades de crecimiento económico evidentes. Todo dependerá de la gestión que haga la Administración Obama del presupuesto que finalmente se apruebe. Muchos dan por descontado el despilfarro y la incompetencia en manos de los Demócratas, la ineficacia de impulsar la economía con fondos públicos y el crecimiento con base en un profundo déficit público. No les faltan razones para el pesimismo, porque el control del gobierno sobre los instrumentos de creación de riqueza siempre se ha mostrado más dinámico y efectivo en manos del mercado y de los individuos. Por no hablar de una Administración que aún debe demostrar que sabe servir eficazmente a los norteamericanos en la creación de empleos y en el impulso real de la economía.

Dicho esto, también conviene saber que este presupuesto, a fuerza de ser expansivo, también guarda oportunidades excepcionales para Estados Unidos. Un ciudadano medio con sentido común sólo desearía esperar que sean aprovechados para sacar al país de la crisis y ponerlo en el lugar que le corresponde y el buen camino.
El primer gran objetivo de los presupuestos es la creación de empleo, y será la gran vara de medir que nos dirá dentro de 12 meses si han sido un éxito o un fracaso.
El aumento de impuestos y del déficit público son dos de los puntos débiles del presupuesto, por cuanto llevan implícito políticas demostradas que conducen a la estrangulación de algunas áreas económicas. El presidente Obama, que parece abonado a los programas de rescate públicos, no parece haber entendido que esas medidas, que inició el gobierno de Bush, sólo son herramientas excepcionales de rescate en situaciones de crisis excepcional, y que nunca deben convertirse en una política regular, a riesgo de cortar o impedir la iniciativa privada que siempre funciona mejor que la pública (en líneas generales). Esos planes de rescate, que ahora se centrarán en la tan necesaria creación de empleo, con un paquete de estímulo de 100.000 millones de dólares en recortes de impuestos para las pequeñas empresas e inversiones en infraestructura y energías limpias, van a aumentar hasta 8.5 billones de dólares la deuda nacional durante la próxima década. Una auténtica espada de Damocles sobre la economía, que puede arrastrar al país a una situación desastrosa, sobre todo si no surten efecto, lo cual está por ver.

El presupuesto incluye la eliminación o el recorte de 120 programas, que se prevén permitan ahorrar cerca de 250 mil millones de dólares, así como la congelación de gastos durante tres años en las partidas no obligadas; parece buena noticia, ¿verdad? Pero es que se trata sobre gastos ya disparados y deficitarios, que representan sólo un 17 por ciento del total y apenas suponen un esfuerzo serio por controlar el déficit. Con el gasto en expansión, sería ilógico o muy sectario, pensar que el presupuesto no tiene puntos fuertes y positivos. Los tiene. En el tema de la Seguridad Nacional, la propuesta presupuestaria para el año fiscal 2011 incluye alrededor de 43.600 millones de dólares para el Departamento de Seguridad Nacional, lo que representa un 2 por ciento de aumento con respecto al año anterior. Tampoco se ven afectados los gastos en Defensa, que suben un 3,4 por ciento. Es un gasto comprensible y necesario. También han quedado al margen de los recortes los sistemas públicos de salud Medicare y Medicaid, la SEC (regulador y supervisor de los mercados) que aumentará su financiación en un 11 por ciento, y Educación, que sube un 6 por ciento en su presupuesto; uno de los grandes aciertos de este presupuesto, que pondrá más dinero para las escuelas, becas, profesores, y educación en general. Una buena noticia, sin duda.
La reestructuración de los programas de la NASA también abre otra puerta muy interesante al plantear la cooperación más directa con entidades privadas para el relanzamiento de proyectos científicos y espaciales. Esto puede concederle el impulso necesario para afrontar los desafíos que tenemos por delante de una forma realista y más rentable. Por el contrario, se abandonan o se postergan retos fascinantes que podrían impulsar el avance científico y tecnológico.

El problema es que el presupuesto del presidente Obama relega la necesidad de imponer un plan de gastos a corto plazo, lo que puede contribuir a que la economía se siga hundiendo, y también olvida concretar medidas para garantizar la lucha contra los déficits a largo plazo. Es en esto en lo que falla el presupuesto de forma clamorosa.
Los riesgos de que este presupuesto no funcione, y no son pocos, se resumen en más estancamiento económico, impuestos elevados que pueden disuadir de inversiones empresariales, nuevos niveles récords de déficit y destrucción de empleos.
El proyecto de presupuesto enviado al Congreso, aún pendiente de aprobación, incluye cuatro medidas, dos de ellas nuevas, que elevan la presión fiscal a los contribuyentes con ingresos anuales de más de 250.000 dólares (179.830 euros). La Casa Blanca calcula que con esta subida, que penaliza al 2% de la población del país con más recursos, recaudará 1,2 billones entre 2011 y 2020. Así, el tipo impositivo marginal máximo sobre la renta subirá del 35% al 39,6%, cifra que recupera un umbral que ya estuvo en vigor en la década de los 90. Los impuestos por plusvalías y dividendos que logren los contribuyentes de esta franja podrán llegar al 20 por ciento (antes se pagaba el 15 por ciento). El presupuesto también contempla que las rentas más altas tengan límites a las deducciones por donaciones benéficas, que no superará el 28 por ciento. Además, el impuesto de sucesiones será del 45 por ciento. Las empresas multinacionales también tendrán una mayor carga fiscal por los beneficios obtenidos en el extranjero.

El presidente Obama prevé eliminar las exenciones al sector energético (empresas de energía fósil: petróleo y carbón), cuantificadas en 39.000 millones de dólares, e introducirá un nuevo y conflictivo impuesto a la banca con el que planea recaudar 90.000 millones, necesarios para poder financiar sus planes de reactivación de la economía, y que plantea como una recuperación de los fondos inyectados con el TARP (el programa de rescate bancario). Lo positivo es que el presupuesto incluye ayudas a la creación de empleo y rebajas fiscales para el resto de los contribuyentes de las rentas medias y bajas, concretadas en 143.000 millones de dólares. El apoyo a las clases medias va a ser uno de los elementos decisivos.
Todo ello hará que el déficit público se eleve a 1,3 billones, equivalentes el 8,3% del PIB en 2011 y que la deuda se sitúe en 13,78 billones brutos en 2011.
Los gastos previstos en el presupuesto se plantean así, aunque pueden sufrir modificaciones en su paso por el Congreso, que aún debe aprobarlos:

Guerras:
160.000 millones para los conflictos de Iraq y Afganistán. Es decir, un gasto adicional de 33 mil millones de dólares.
Empleo y rentas medias:
Las cuentas contemplan un nuevo plan de estímulo al empleo de 100.000 millones y rebajas fiscales a las rentas medias y bajas por 143.000 millones.

Las diferencias con respecto a la situación en la España de Zapatero todavía siguen siendo notables, lo que refleja la diferencia entre uno y otro, aunque muchos se hayan empeñado erróneamente en identificarlos. Por ejemplo, la presión fiscal que pretende imponer el presidente Obama en estos presupuestos es todavía muy inferior a la que hay en España. El 43 por ciento de IRPF en España frente al 39,5 por ciento que propone la Administración Obama. Rendimientos mobiliarios, un 21 por ciento frente al 20%. Impuesto de Sucesiones, en España se paga un alto impuesto por sucesiones, salvo los patrimonios bajos que casi están exentos, pero que son realmente una excepción.
En España, con el gobierno de Zapatero y sus políticas el riesgo de subida de impuestos que afectan a todos los ciudadanos, clases medias incluidas, es muy elevado y muy probable que sigan aumentando. En Estados Unidos se puede entender cierta presión fiscal sobre rentas altas por la necesidad de mantener altos costes bélicos y otros programas necesarios para el país en esta época de crisis, pero en España el dinero de los impuestos sirve, la mayoría de las veces, para seguir engordando los privilegios de unos pocos, alimentar corruptelas revestidas de reparto de empleos y proyectos a dedo, despilfarro de fondos públicos en programas inútiles, y en el mantenimiento de un status económico y social de personajes que nada tendrían que hacer en un sistema de libre competencia profesional.
Sigue habiendo un abismo entre ambos sistemas. Mientras que en Estados Unidos se pretende elevar el tipo marginal del 35 por ciento al 39,5 por ciento para los que ganan más de 250.000 dólares al año, que son un 2 por ciento de la población, en España el tipo es el 43 por ciento. Hay que tener en cuenta que el tipo aplicable en Estados Unidos se plantea para un umbral de renta muy superior al caso español, lo que pone en evidencia la forma escandalosa en que se exprime al contribuyente medio español, que además se completa con una batería de impuestos que afectan a todo el mundo, sea rico o no, a través del IVA, los rendimientos de capital, los impuestos especiales de tabaco y alcohol, etc, etc.

Pero volvamos al presupuesto estadounidense. En ayuda exterior, los programas de asistencia a México y Colombia, el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida, que son los máximos receptores de fondos estadounidenses, sufren recortes, y se quedan en 2.044 millones de dólares (1.471 millones de euros), 159 millones menos que en el ejercicio actual. El Plan Colombia tendrá 335 millones de dólares, destinados a combatir el narcotráfico y los grupos armados ilegales. La Iniciativa Mérida tendrá un presupuesto de 295 millones de dólares, 223 millones para México y el resto para Centroamérica. Sin embargo, el mayor recorte para Latinoamérica estará en el apartado de Financiación a las Fuerzas Militares Extranjeras, un programa que concede donaciones o préstamos para la adquisición de armas estadounidenses. El presupuesto propone dedicar 57,5 millones más a la salud y a los niños, así como en asistencia al desarrollo en general. Los mayores beneficiarios serán México y Honduras, que recibirán más de 11,5 millones extraordinarios cada uno. Haití contará con más de 187 millones para proyectos de desarrollo que le permitan recuperarse del reciente terremoto.
Los presupuestos presentan buenas oportunidades para los hispanos en el acceso a los créditos y la educación. El presupuesto prioriza el mayor acceso al crédito para reactivar pequeños negocios. La propuesta destina fondos para facilitar préstamos, que ascienden a 17.5 mil millones de dólares. Además, se incluyen 7.5 mil millones en préstamos por oficinas comerciales y la compra de maquinaria pesada, entre otras medidas. Esto puede ser bueno para ese 6.6 por ciento de empresas propiedad de hispanos.
En educación, la reautorización del financiamiento de ESEA para las áreas básicas y secundaria, y la expansión del programa «Race to the Top«, son buenas inversiones en educación para la comunidad hispana, que encontrarán beneficios en la reforma educativa. La parte negativa es que no se contemplan otros programas educativos muy importantes para la comunidad latina, como Even Start y Parent Training Center.
En el área de salud el presupuesto destina 25.5 mil millones para apoyar programas estatales de Medicaid para familias de escasos recursos, incrementando temporalmente la financiación durante seis meses a partir de junio 2011, algo que puede beneficiar a muchos hispanos.
También se propone entregar alivios tributarios de hasta 2,100 dólares (un incremento de 900 dólares en base a la ley actual) para que las familias de clase media puedan costear el gasto de cuidar a los niños y los adultos mayores que requieran de asistencia y cuidados especiales.
El presupuesto también provee 1.6 mil millones en cuidado infantil para hogares de trabajadores con sueldos bajos, junto con 3.3 mil millones de dólares para el Programa de Asistencia de Energía para familias de escasos recursos, que se enfoca en ayudar en los costes que conllevan los sistemas de calefacción y aire acondicionado en las casas.
En el área de inmigración, el presupuesto solicita más de 1.6 mil millones de dólares para el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), con el objetivo de identificar y deportar inmigrantes indocumentados que cometan crímenes; esto incluye el apoyo a programas clave, como Comunidades Seguras. Además, se solicitan 137 millones a USCIS para financiar programas como E-Verify y SAVE (Systematic Alien Verification for Entitlements), de los que 103 millones serían destinando a E-Verify, mientras los restantes 34 estarían destinados a SAVE. El presupuesto para el programa de identificación y promoción de la ciudadanía a través de la educación y programas de preparación, aumentará de 10 a 18 millones de dólares.
La clave del éxito o el fracaso de estas partidas presupuestarias será la gestión que se haga de ellas.
Por la trascendencia de estos presupuestos, deberemos de estar atentos a la necesidad de un acuerdo bipartito en el Congreso que permita llegar a un mínimo acuerdo de disciplina fiscal ante un endeudamiento público que puede superar este año los 14 billones de dólares. No conseguirlo implica riesgos de que se disparen las tasas de interés, se hunda la cotización del dólar, aumente el desempleo, y que la economía siga en crisis.
La apuesta del presidente Obama es arriesgada, por lo que implica el déficit excesivo y el despilfarro público, pero no está exenta de oportunidades que no podemos desperdiciar en un momento como el actual. Estados Unidos se la juega.




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