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Courage and Consequence, de Karl Rove

Courage and Consequence (Coraje y Consecuencia) del estratega y asesor político Karl Rove, es uno de los libros que más está dando que hablar en estos días. Karl Rove fue el más cercano asesor del ex presidente George W. Bush y sigue siendo uno de los que defiende su presidencia con mayor energía y convicción, además del ex Vicepresidente Dick Cheney.
En este libro de 516 páginas justifica y argumenta con realismo algunas de las decisiones de la Administración Bush, siempre desde el conocimiento interno de lo que sucedió en aquellos años y desde la perspectiva del interior del gobierno que hubo de hacer frente a decisiones trascendentes en momentos muy difíciles. Uno de los aspectos que queda claro en el libro es su ateísmo, lo que desinfla todas esas críticas que tildaron en su día las decisiones de la Administración Bush como procedentes de un grupo de radicales religiosos.

Al hilo del contenido de Courage and Consequence han vuelto al primer plano informativo las técnicas de interrogatorio que empleó la CIA con algunos terroristas de Al Qaeda, al mostrarse Karl Rove orgulloso de las mismas, ya que sirvieron para conseguir información muy valiosa, para romper la voluntad de los terroristas y averiguar información vital que sirvió para evitar ataques terroristas en Estados Unidos y en otros lugares. En sus recientes declaraciones a la BBC, Rove ha citado algunos de los planes de Al Qaeda que se desbarataron, evitando ataques con aviones contra el aeropuerto de Heathrow (Londres), para estrellarlos en otros puntos del Pacífico, contra el edificio más alto de Los Ángeles, etc. Ataques terroristas que hubieran dejado miles de víctimas inocentes y que fueron evitados gracias a los interrogatorios duros que practicaron agentes de la CIA, siempre supervisados por médicos que establecían límites y amparados en las disposiciones legales y memorándums que redactaron los abogados de la Administración Bush, y que precisamente hace unos días el Departamento de Justicia ha exonerando de toda culpa a dos de ellos, John Yoo y Jay Bybee.

Se ha hablado y escrito mucho sobre el tema de estas técnicas de interrogatorio, en las que algunos han querido ver torturas sin saber exactamente lo que se hizo, cuántas veces se hizo, y hasta qué límite se hizo. Es hora de decir alto y claro que tales técnicas no pueden considerarse tortura, aun cuando algunas de ellas son extremadamente duras. Como ha recordado Karl Rove estos días, y como vengo sosteniendo desde hace tiempo, muchas de esas técnicas que se emplearon contra terroristas, son empleadas y superadas por los soldados de las fuerzas especiales estadounidenses y por los propios agentes de la CIA durante sus cursos de entrenamiento. Incluso de un nivel de dureza y exigencia aún mayor.
Los protocolos que se siguieron en el caso de las técnicas de interrogatorio de los terroristas, bajo unas directrices legales perfectamente reguladas y aprobadas (de cuyo conocimiento también sabía el Congreso, Demócratas incluidos), colocan a estas técnicas lejos de ser una tortura, como han pretendido y aún pretenden muchos demagogos que buscan cualquier argumento para atacar a la anterior Administración y, sobre todo, a Bush.
Karl Rove, haciendo honor al título de su libro, ha demostrado con sus declaraciones coraje y ha sido consecuente con las decisiones tomadas. Pocos, por no decir nadie, han rebatido su argumento principal: que el uso de esas duras técnicas de interrogatorio sirvieron para mantener Estados Unidos y el mundo más seguro, que se usaron de la forma apropiada, nunca masivamente, como los críticos intentan dar a entender, que se emplearon en casos muy justificados contra terroristas que realmente podían desvelar información sustancial, y que así lo hicieron, como pudimos comprobar después desarticulando numerosos ataques terroristas. Tres de esos casos fueron los principales terroristas de Al Qaeda detenidos en Guantánamo, entre ellos Khalid Sheikh Mohammed, el cerebro del 11-S, que está pendiente de juicio.
El libro de Karl Rove recupera también el tema de las armas de destrucción masiva, sobre el que tanto se ha manipulado desde la progresía internacional. Y lo hace con objetividad, enmarcando la guerra de Iraq en el contexto histórico adecuado, cuando las informaciones que llegaban a la Administración Bush señalaban el interés y el desarrollo del régimen de Saddam Hussein de este tipo de armas; y aún más, del uso de estas armas contra su propio pueblo y contra soldados estadounidenses. Datos que, unidos a los riesgos potenciales tras el 11/S y los incumplimientos del régimen de Saddam, determinaron la intervención militar. Hoy, con las mismas informaciones, se volvería a producir la misma intervención. Rove sostiene que Bush no mintió al ir a la guerra de Iraq, que lo hizo con absoluta convicción de que era lo necesario para atajar el problema de las armas de destrucción masiva, y aunque a algunos se les caigan sus ideas preconcebidas, esta es la realidad pura y dura.

También sugiere en el libro dos hipótesis que se mantienen abiertas y sobre las que nadie parece acordarse: que Saddam Hussein pudo haber destruido la mayor parte de su arsenal prohibido (hay pruebas de que al menos una parte sí lo tenía o estaba desarrollándolo) o podría haberlo trasladado a otros países, como Siria, antes de la guerra.
En otra parte del libro, Karl Rove analiza la respuesta de la Administración Bush ante el huracán Katrina, que devastó la costa del Golfo de México. Rove hace referencia a un viaje del Aire Force One sobre Louisiana, que sobrevoló, en lugar de aterrizar para supervisar la catástrofe. Asume que él fue uno de los responsables de este error, pero defiende que el presidente no debía aterrizar en Nueva Orleans en las fechas inmediatas a la catástrofe para no frenar los esfuerzos de ayuda, sino regresar días después, como así hizo. Karl Rove acepta que la decisión no ayudó políticamente a Bush, pero que fue lo correcto para no desviar recursos vitales que eran necesarios para el esfuerzo de ayuda. Eso era cierto entonces y lo es hoy. Sólo la manipulación interesada de los medios, hicieron que ese gesto tenga más trascendencia de la que realmente tiene.
Courage and Consequence tiene el coraje y la altura de miras necesaria para considerar la presidencia de George W. Bush como “impresionante, duradera y significativa”. Con el paso del tiempo iremos comprobando que realmente es así y que las decisiones que salieron desde el Despacho Oval en esos años intensos contribuyeron de forma muy importante al liderazgo estadounidense, a preservar las libertades frente al ataque del extremismo islamista, y a moldear un mundo con menos riesgos.
Karl Rove se describe en su libro como “conservador en lucha”, y con su actuación, su Courage and Consequence, y sus declaraciones, está demostrando que lo sigue siendo, mirando de frente a quienes desean manipular la historia que otros vivieron, e hicieron, y ellos no.
Este es el valor y el coraje de su libro, contar la historia desde dentro.




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