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Operativo de Seguridad


Barack Obama jurará la Presidencia de los EE.UU protegido por un operativo de seguridad sin precedentes. Estrenará para la ocasión una nueva limusina Cadillac One, blindada con vidrios a prueba de balas y carrocería anti bombas, y habrá desplegados cazas militares en el aire, francotiradores, inhibidores de frecuencias, cientos de agentes del Servicio Secreto con armas automáticas, y la tecnología de seguridad más avanzada.
Este nivel de protección es el adecuado para un acto de estas características y a la altura de los riesgos y la multitud que se espera se concentre en el trayecto de dos millas entre el lado oeste del Capitolio federal y el Monumento a Lincoln, que será de más de 2 millones de personas, cuatro veces más de lo habitual.
El otro factor que justifica semejante despliegue es que Obama ha recibido amenazas de muerte. Días antes de ganar las elecciones presidenciales, agentes federales desmontaron una conspiración neonazi para matarlo. Y en los últimos días, Al Qaeda dio a conocer un video en el que culpa a Obama de los recientes ataques de Israel contra el grupo islamista Hamas en la Franja de Gaza.
El acto de inauguración representa un gran reto para el Servicio Secreto, que coordinará el despliegue de 7.500 soldados regulares, 10.000 soldados de la Guardia Nacional, y 25.000 policías de diferentes Estados; para la Policía Metropolitana, que colabora con alrededor de 100 agencias policiales federales, estatales y locales; y para el FBI, que desplegará a unos 600 agentes. Asimismo, el ejército tendrá disponible en Fort Stewart (Georgia) una brigada preparada para responder ante ataques biológicos o químicos, desplazando si fuera necesario cientos de aviones y helicópteros con personal especializado. 5.265 cámaras de vigilancia controlarán los movimientos de la gente, además de las que hay de forma permanente en las estaciones de tren subterráneo, las de TV., y las que transportarán los helicópteros.
Es un gran desafío «en parte debido al enorme número de personas que convergerán en la capital», según ha señalado Robert Rodríguez, un agente retirado del Servicio Secreto. Rodríguez, líder de la escolta de cuatro presidentes durante 22 años antes de retirarse en el 2004, agregó que pensaba que el riesgo que corre el primer presidente negro del país «es mayor porque, desafortunadamente, todavía hay prejuicios en el país».
Rodríguez dijo que el Servicio Secreto comenzó a proteger a Obama en el otoño de 2007, la fecha más temprana para un candidato presidencial, por lo que considera «el elevado nivel de peligro existente”.
Jack Tomarchio, que recientemente se retiró como subsecretario adjunto de Seguridad Interna a cargo de Operaciones de Inteligencia y Análisis, dijo que un presidente negro podría incitar «a una nueva manada de locos, como partidarios de la supremacía blanca y otros, que podrían odiarlo sencillamente por su raza».
El Servicio Secreto, que ha crecido de 325 agentes en 1981 a unos 3.500 actualmente, ha demostrado numerosas veces su capacidad para proteger a los Presidentes, Vicepresidentes y otros dignatarios en las ceremonias de toma de posesión. Ningún asesino potencial ha causado daño alguno a un presidente desde 1981, cuando John W. Hinckley Jr. hirió de bala a Ronald Reagan en el pecho frente a un hotel en Washington D.C.
Uno de los peligros, aunque no el único, podría proceder de la masa de gente que se concentrará en el National Mall, un área abierta donde la gente podrá ver y escuchar la ceremonia de juramento de Obama y su discurso frente a enormes pantallas dispuestas para la ocasión.

Agentes policiales ya han dicho que se registrará a todo el mundo a su entrada al National Mall. Un agente retirado del Servicio Secreto, que ha pedido no ser identificado, ha declarado que «¿Cómo se puede registrar a tanta gente?». ‘‘Si uno, dos o tres terroristas suicidas están entre la multitud, sólo Dios sabe lo que podría ocurrir. Sería un verdadero desastre».
El ex agente dijo que incluso una bomba de humo podría causar el pánico entre los espectadores, aumentando el riesgo de que alguien perezca aplastado por los que huyen.
Dado que la toma de posesión es una actividad especial de seguridad nacional, el Servicio Secreto no sólo es responsable de la seguridad de Obama y del Vicepresidente electo Joe Biden, sino también «de la protección de todos los asistentes».
Los preparativos de seguridad comenzaron hace varios meses y las instituciones policiales y de seguridad han preparado planes para proteger el espacio aéreo sobre la ciudad, el Capitolio, el paseo y la trayectoria del desfile a lo largo de Pennsylvania Avenue. Agentes del Servicio Secreto y autoridades locales de transporte han anunciado que más de 60 calles, autopistas y puentes a Virginia estarán cerrados o limitados a vehículos oficiales este 20 de enero.
Además, Obama llevará un chaleco antibalas, hablará protegido por un vidrio blindado y llegará al Capitolio en el nuevo Cadillac One, a prueba de bombas.
Detrás de la limusina lo acompañarán un cortejo de furgonetas en las que viajarán comandos SWAT, con tecnología avanzada de comunicaciones y dispositivos electrónicos que desactivan los detonadores electrónicos de bombas, además de sus habituales armas automáticas.
Entre la multitud habrá detectores de armas químicas y biológicas, como el ántrax, agentes camuflados, perros anti-explosivos, y numerosos puestos de seguridad.
El Servicio Secreto ha inspeccionado todos los edificios a lo largo de la ruta acordonada del desfile, que al igual que la zona del Capitolio, sólo será accesible a los que hayan reservado sus entradas. Tampoco faltarán los mejores francotiradores en las azoteas y balcones a lo largo de Pennsylvania Avenue, además de cámaras de vigilancia para asegurar que todas las ventanas estén cerradas y que nadie puede amenazar al nuevo presidente con un arma de larga distancia. Y, como novedad, se ha activado un equipo especial para supervisar las amenazas cibernéticas.
El operativo de seguridad está a punto para la ceremonia de investidura. Y la mejor noticia en este sentido es que no haya noticia.




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