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Exposición de Asher B. Durand

En el panorama cultural de hoy día los eventos de calidad, ésos que despiertan admiración y satisfacen a los más exigentes, son cada vez menos frecuentes. Sin embargo, en algunas ocasiones nos encontramos con actos que merecen nuestra máxima atención y aplauso.
Es el caso de la exposición Los paisajes americanos de Asher B. Durand, que la Fundación Juan March, en Madrid (España), dedica desde el día 1 de octubre y hasta el 9 de enero de 2011, a la faceta de Asher B. Durand (1796-1886) como paisajista excepcional que supo recoger la belleza sin parangón de unos Estados Unidos aún primitivos y naturales.
La exposición, compuesta por 140 obras, entre óleos, dibujos y grabados, es la primera monográfica de este artista, uno de los paisajistas más influyentes del siglo XIX, que se exhibe fuera de Estados Unidos.
Las obras de la exposición proceden en su mayoría de la colección de la New York Historical Society, el museo más antiguo de la ciudad, y el proyecto ha contado con el asesoramiento científico de la máxima experta en la obra de A. B. Durand, Linda S. Ferber, que es también la conservadora jefa y directora de esta magnífica institución.
En palabras de Linda: “esta exposición refleja de forma muy completa la historia de un artista, cuyo objetivo era crear el paisaje americano”.

En los lienzos de Durand la mirada del espectador podrá deleitarse con la majestuosidad de las montañas Catskill y las Adirondack, así como los valles y vistas del río Hudson, entre otros paisajes dignos de contemplar. 
 De todas sus obras, Linda S. Ferber destaca su famoso Roble solitario, fechado en 1844, que es su primer y «heroico retrato de un árbol, en el que un retorcido roble gigante aparece silueteado contra la puesta de sol«.
  A pesar de que Durand empezó su carrera como aprendriz de grabador y artesano, no olvidemos que fue pionero del grabado, en 1840 embarcó en el puerto de Nueva York con destino a Londres y el objetivo de viajar por las principales ciudades de Europa, con «el sólo propósito de instruirse«.
  Aquel viaje supuso para Durand descubrir a artistas como Rubens, Rembrandt o Constable, que influyeron en su obra, por lo demás profundamente americana en su identidad y en el tratamiento que le conceden los estadounidenses a la naturaleza, que forma parte inherente del espíritu de este país.
El esfuerzo por dar a conocer a Durand en Europa, se completa con un catálogo de la exposición que se publica en una edición semifacsímil y bilingüe de las nueve Letters on Landscape Painting (Cartas sobre pintura de paisaje), publicadas por Durand en 1855 en la histórica The Crayon (la primera publicación periódica dedicada a las bellas artes en América), y en las que Durand recogió su poética y su praxis artística, combinando las reflexiones más espirituales con los consejos pictóricos orientados a la práctica.
La historiadora Roberta J. M. Olson escribe acertadamente en este catálogo acerca de la presencia de los árboles en la obra del artista que son los «centinelas espirituales de la naturaleza«, ya que los árboles son el sello distintivo de Durand, como símbolos inmemoriales de la fertilidad y de un paisaje típicamente norteamericano.
Una excelente oportunidad para acercarse a la esencia de este paisaje estadounidense, sus montañas, ríos y el desarrollo pujante de Nueva York y de la propia nación norteamericana, a través de uno de los mejores paisajistas y de lo más selecto de su obra.
Una ventana abierta a la grandeza de la naturaleza en América y de la propia grandeza de esta nación excepcional.
Durand encontró en el paisaje su gran fuente de inspiración, esos hermosos bosques en las montañas de Nueva York, que visitaba a menudo provisto de libretas y lapiceros para dibujar. De las aproximadamente 70 libretas que se conservan en la New York Historical Society (el museo en el que se custodia la mayor colección de obras de Asher B. Durand), es en los bocetos y dibujos preparatorios de los cuadros que completa después en su estudio, donde el talento de este paisajista se desborda por completo hasta convertirlo en único.




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