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Misiones Espaciales Secretas

Ahora que todo el mundo aún anda revuelto con las filtraciones de WikiLeaks, que en realidad no son novedosas y sólo ponen en altavoz lo que fueron rumores, cotilleos e impresiones personales de algunos diplomáticos, hay otras noticias que pasan desapercibidas totalmente y que ponen de relieve la verdadera capacidad de Estados Unidos para llevar a cabo proyectos en el más absoluto secreto cuando es necesario.
Se trata de la misión de la nave espacial X-37B OTV-1, lanzada como un satélite el 22 de abril de 2010 a bordo de un cohete Atlas 5 desde Cabo Cañaveral, en Florida, con una misión de una duración máxima de 270 días.
Después de siete meses en órbita, la nave regresó a Tierra y aterrizó en la base Vanderberg (California), de la Fuerza Aérea, a principios de diciembre, tras cumplir con éxito todos los objetivos de su misión, entre ellos comprobar su autonomía de vuelo en el espacio, el reingreso y el aterrizaje, y realizar pruebas de navegación, control y protección térmica, tal y como informó en su momento el asesor y director de este programa espacial, el teniente coronel Troy Giese, de la Fuerza Aérea.

El Orbital Test Vehicle (Vehículo Orbital de Prueba) o nave X-37B, es una versión más pequeña que el transbordador espacial, de 8,9 metros de largo y unas alas de 4,5 metros de extensión, un peso aproximado de 5.000 kilos, con paneles solares que puede usar para su propio sistema de energía en órbita, y sin necesidad de asistencia humana; fue construida originalmente por la compañía Boeing en sus instalaciones de Boeing Phantom Works, en California, para la NASA, y pasó a la división de investigación y desarrollo del Pentágono (DARPA), en octubre de 2004, antes de que el proyecto fuera transferido a la Oficina de Capacidad Rápida de la Fuerza Aérea para su gestión.
A diferencia del transbordador espacial más grande, el X-37B tiene dos estabilizadores en la parte de atrás en lugar de una cola y está diseñado para pasar hasta nueve meses en el espacio, y aterrizar por sí solo, sin pilotos humanos.

Este proyecto de la NASA, que comenzó a finales de la década de 1990 y después fue adoptado por la Fuerza Aérea, tiene como unos de sus objetivos prioritarios probar tecnologías avanzadas para el transbordador espacial de la siguiente generación, que consolidará a los Estados Unidos en vanguardia de las ciencias y las misiones espaciales, así como brindar un ambiente de ensayos de ‘laboratorio en órbita’ para probar nuevas tecnologías y componentes y acelerar el desarrollo de sistemas de apoyo de combate y sistemas de armas.
Una de las facetas de este proyecto es que en vez de transportar personas, la Fuerza Aérea dispone de esta nave como una forma para probar nuevo equipo tecnológico, sensores y material en el espacio, con el propósito de incorporar con éxito nuevas tecnologías en satélites y otros sistemas operacionales. Además, otro objetivo clave del proyecto es ver si los costes y el tiempo entre vuelos de los transbordadores pueden ser reducidos de meses a días, algo que puede ser vital para el lanzamiento de nuevas misiones más complejas que ya están en estudio y diseño por la NASA y las Fuerzas Armadas.

Con esta misión secreta y exitosa del X-37B, Estados Unidos refleja su capacidad para abordar proyectos avanzados con absoluta profesionalidad y sin filtraciones. Que la Fuerza Aérea esté al cargo del proyecto y su éxito hasta ahora no es ninguna casualidad, y demuestra que los militares estadounidenses siguen siendo una garantía eficaz para el progreso de este país y su primacía tecnológica y científica. El X-37B pronto volverá al espacio para otra misión y en 2011 una segunda nave X-37B OTV-2 partirá también.
Mientras el mundo se distrae con las filtraciones de WikiLeaks, Estados Unidos trabaja en la próxima revolución tecnológica que cambiará el mundo. Y lo hace con la discreción y eficacia que requiere un proyecto de estas características.




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