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Modas Literarias

Cada año ocurre lo mismo, un éxito editorial marca el punto de partida para la nueva moda literaria, de manera que empiezan a aparecer en el mercado novelas que parecen clones, todas cortadas por el mismo patrón y parte de una tendencia que se impone a base de un exceso de oferta de títulos sobre un mismo tema.
Todo comienza con el desfile de novedades y cuando una de ellas se convierte en un éxito de ventas inesperado. Desde ese momento una gigantesca máquina editorial se pone en marcha para satisfacer los deseos de los lectores y aprovechar el filón recién abierto antes de que se agote y empiece la siguiente moda literaria.
En los últimos años hemos vivido el boom de varios géneros: las novelas históricas, libros políticos, novelas iberoamericanas, libros sobre el 11-S, la globalización y economía, literatura nórdica, novelas landscapes (ambientadas en parajes exóticos), fan fic, fantasía, novelas sobre magia, distopías, vampiros, demonios, hombres lobos, romances paranormales y erotismo.
Como modas pasajeras que son, muchas de ellas terminan decayendo, a veces fruto del hastío de los propios lectores. No hace tanto tiempo de la moda de las novelas sobre vampiros, que pasaron de ser los malvados que habían sido toda la vida a ser unos seres blanditos y empalagosos, inmersos en romances más que en chupar sangre como es su obligación. Nada que ver con los vampiros de El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King, y sí mucho devaneo en plan «Crepúsculo», más acorde con las demandas femeninas actuales.
Otra moda literaria es la de los ángeles y demonios, que muy en la línea de lo políticamente correcto ha abordado temas como el amor interracial, la caída de algunos ángeles, los demonios que no son tan malos, etc. Estas dos modas han estado circunscritas al público juvenil y han tenido una gran influencia en el cine y la TV, que se nos han llenado de vampiros, ángeles y demonios de distinta catadura.

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La moda de las distopías también ha arrasado entre el púbico, presentando escenarios de futuro alternativo, casi siempre apocalípticos o de ciencia ficción. En esta corriente literaria hay buenas y originales obras, aunque también se ha explotado comercialmente con numerosas novelas de pésima calidad. Aquí los temas recurrentes son el control de la sociedad por poderes superiores, la destrucción generalizada, la guerra y las sociedades brutales. Hay muchos ejemplos de esta moda, entre ellos «Los Juegos del Hambre» y sus secuelas.
También han protagonizado los estrenos editoriales en los últimos años las novelas sobre hombres lobos y poderes paranormales. Hubo una temporada que no podías abrir un libro sin que te saltara un hombe lobo o una mujer con poderes psíquicos.
La última moda literaria son las novelas eróticas y de sexo explícito, también impulsadas por la legión de lectoras que las devoran como si no hubiera nada más que leer…o satisfaciera deseos ocultos no satisfechos. La moda explotó con «50 sombras de Gray» y sigue viento en popa con títulos como «La sociedad Juliette», de una exactriz porno reconvertida a escritora (si lo piensa, tiene sentido…) y otros muchos.
Las modas literarias se caracterizan por estar dirigidas a públicos muy definidos y aunque muchos de los libros que se publican lo hacen expresamente para responder a la demanda puntual que se produce sobre determinados temas, bajo fórmulas literarias muy manidas y con escasa calidad, también es cierto que nos sirven para comprobar el cambio y la evolución de mentalidad en las sociedades modernas.
En cualquier caso, las modas literarias han existido siempre y no únicamente circunscritas al ámbito juvenil o femenino adulto. Modas fueron la novela pastoral y de caballerías, el realismo sucio de los 80, la joven narrativa de los 90, el boom iberoamericano de los 70 (que parece volver), etc. Las modas literarias siempre existirán, lo importante no es eso sino distinguir aquellas obras que transcienden las modas y se convierten en referencias y son leídas aunque pasen treinta años o más. De esta manera títulos como “El resplandor”, de Stephen King, “American Pycho”, de Breat Easton Ellis, «El hombre que susurraba a los caballos», de Nicholas Evans, «Shibumi», de Trevanian, «Centennial», de James A. Michener, «No amarás a un extraño», de Harold Robbins, «De aquí a la eternidad», de James Jones, entre otras muchas, que impactaron en su día, siguen siendo buenas novelas, muy leídas, más allá de las modas pasajeras.

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El gran cambio es que ahora las modas literarias apenas duran unos meses o un par de años, y antes duraban incluso décadas. Las nuevas estrategias editoriales convierten las modas en efímeras y fugaces, no siempre al compás de las creaciones de los autores, lo que provoca un aluvión de títulos artificiales, de escasa calidad y preparados para el consumo fácil.
Las modas literarias siguen funcionando por mimetismo, de manera que en cuanto un libro despega en las ventas, inmediatamente es copiado y marca la tendencia a seguir, en la esperanza de que logre el mismo éxito que el original. Lo vemos con enorme claridad con los títulos que colocan las editoriales sobre el fenómeno erótico. Por cierto, una moda que en sí misma nos revela muchos aspectos de la forma de ser, sentir y pensar de esas lectoras que los leen con voracidad, y por ende, de las sociedades en los que se convierten en superventas.
Uno de los problemas de las modas literarias actuales es que se han alejado de los estándares de calidad y proliferan las campañas de marketing masivo que tallan las necesidades de los lectores para después bombardearlos con obras de una determinada tendencia. Es la moda fabricada artificialmente, cada vez más en boga.
La clave en las modas literarias sigue estando en buena medida en los autores, quienes marcamos realmente esas nuevas tendencias con los libros que escribimos, de ahí la importancia de ser originales y no seguir modas artificiales o al compás de los dictados editoriales, que devalúan y desprestigian la creación literaria. Cuando un libro alcanza el éxito desde planteamientos originales y marca una nueva tendencia literaria, es el triunfo de la creación y se convierte entonces en ese título de referencia para millones de lectores a través del tiempo.
La importancia de encontrar un tema que interese es fundamental, lo vemos con datos: según un informe de la Sociedad General de Autores el 72’5 por ciento de los lectores españoles compran por el tema, el 26’9 por el autor, el 13’5 por las opiniones de amigos y medios, que tienen, según este informe “un peso global poco estimable”. Aquí vemos la importancia de las modas literarias, ya que es el tema lo que inclina la balanza a la hora de vender.

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El factor que distorsiona los procesos creativos es que ahora más que nunca se escribe lo que se vende y no se arriesga con nuevos temas, de manera que el mercado cambia los planteamientos y obliga a publicar muchas veces sobre temas irrelevantes sólo porque se venden bien entre una parte de las lectoras (digo lectoras a conciencia, ya que son ellas las que están potenciando con sus gustos determinadas modas literarias, muchas de ellas prescindibles totalmente o que aportan bien poco). De forma que ahora hay demasiados escritores pensando en escribir únicamente lo que se vende bien, alimentando esos fenómenos y modas literarias de manera obsesiva. Esto convierte al escritor en esclavo de las modas y es un absoluto error porque anula su capacidad de escribir sobre temas originales. Lo importante es escribir adelantándose a los gustos de los lectores y haciendo planteamientos interesantes, no escribir a remolque de esos gustos o modas. Un escritor necesita seducir a los lectores, crear las tendencias no seguirlas. Lo contrario es vender el talento a otros intereses, quizá legítimos, pero ni de lejos tan apasionante como escribir algo genuino.
En esa tarea de creación original lo verdaderamente trascendental es estar atento a las tendencias sociales y al mundo que nos rodea para captar aquello que pueda reflejarlo bien en nuestros libros o lo que pueda interesar a los lectores. Las modas literarias pueden ser más o menos interesantes y de calidad, pero eso depende de los escritores, de los buenos escritores que parten de planteamientos originales.

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