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Elecciones generales en España

A poco más de dos semanas de las elecciones generales en España, la realidad del país dibuja un panorama nada halagüeño, bajo una crisis profunda y con problemas de gran calado que es preciso afrontar con rigor y resolver de forma inmediata y con una gestión diferente.
Ocho años de gobierno socialista y de un presidente Zapatero absolutamente horroroso, el peor de la democracia española, han hundido al país en el paro, la deuda, la corrupción, el despilfarro y un modelo social y cultural que hace aguas por todas partes, que divide a la sociedad, lamentable, carente de valores y que condena el esfuerzo, el talento y el trabajo serio para primar el enchufismo, el clientelismo, los compadreos de partido, la juerga sin sentido, el botellón, la ignorancia, la ley del mínimo esfuerzo y una manipulación brutal de la sociedad y los individuos a todos los niveles, reduciendo los espacio de libertad y potenciando una sociedad aborregada y cada vez menos educada y respetuosa con los demás.
Con tener responsabilidad en todo ello el gobierno socialista, no es el único culpable. Sus medios de comunicación afines lo son también, así como una gran parte de la sociedad española actual, que ha olvidado la cultura del trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad en el gasto y el ahorro, la educación, el respeto, y las conductas sociales y familiares, abrazando el escapismo de un ocio sin sentido, regado en alcohol y juerga, y entregando su presente y futuro al Estado y a un hedonismo que los condena a todos a largo plazo.
La deuda nacional, los déficits presupuestarios, el paro, la infiltración del mundo de ETA y la izquierda radical nacionalista en las instituciones democráticas, puesta en bandeja por Bildu y Amaiur, y la incapacidad para generar más riqueza y ser competitivos, son algunos de los problemas que el nuevo gobierno que salga de las urnas el 20 de noviembre deberá acometer sin dilaciones y deberá hacerlo con un nuevo modelo económico, político y social.

El primer obstáculo será cambiar la mentalidad de una parte de la sociedad española, y en gran medida de la juventud, para que empiece a adoptar una necesaria cultura del esfuerzo, la responsabilidad, el trabajo riguroso, el emprendimiento y la comprensión de los problemas y la realidad. Sin una mentalidad emprendedora, innovadora y centrada en el trabajo, no en la fiesta, la diversión y la elusión del trabajo aunque se tenga empleo (como ahora es habitual), España no podrá salir de la crisis en la que se encuentra. Sin un nuevo marco fiscal, económico, jurídico y cultural, España estará condenada al paro y a convertirse en el lugar de vacaciones del resto del mundo. Sin un apoyo explícito al talento de las personas y las empresas que sí destacan por su trabajo, que las hay e incluso con excelencia, España perderá el vagón de los países más avanzados. Sin un cambio en numerosas leyes y medidas que ha aprobado el gobierno socialista, España seguirá siendo el cachondeo internacional y un modelo de cómo manipular la historia, la cultura y el pensamiento de la gente sin que apenas lo perciban siquiera.
Un país que permite que partidos políticos como Bildu o Amaiur, que son como decir ETA y nacionalismo izquierdista radical disfrazados de demócratas, gobierne en ciudades y pueblos del País Vasco, que una región como Cataluña discrimine la lengua española en beneficio del catalán en los planes de estudio y la vida diaria, o que ha permitido y permite la corrupción y el despilfarro a manos de unos pocos, poniendo en peligro la viabilidad del sistema entero, necesita urgentemente de un cambio de rumbo y de modelo político, económico, social y cultural.

Lo que se dirime en España en la cita electoral del 20 de noviembre es si los ciudadanos le dan otro cheque en blanco a los socialistas para que sigan dilapidando el dinero de todos y dejando España como un lodazal, algo que ya han hecho a conciencia, o eligen la oportunidad de mejorar con un nuevo gobierno más competente que devuelva la confianza, la iniciativa y el poder a los ciudadanos para construir el país libremente y no un modelo trazado desde el gobierno de turno.
La cuestión es que los países tienen lo que se merecen y habrá que esperar a las elecciones para saber qué eligen los ciudadanos, muchos de los cuales ya no distinguen la realidad o abrazan directamente la cultura del mínimo esfuerzo que venden algunas opciones políticas, aunque eso les cueste perder el empleo, la casa, el dinero y el futuro.
Todo indica que esos ciudadanos están despertando a la realidad de España y harán posible el cambio. Pero no es suficiente, se hace necesario que la primera opción en las encuestas, el Partido Popular, logre una mayoría absoluta contundente que le permita gobernar y tomar las medidas necesarias sin ataduras de ningún tipo. Toda regeneración política pasa por nuevos proyectos y, en este sentido, en tanto que el PSOE renueva el partido y su programa para que vuelva a ser creíble, la victoria clara del PP debe ser incuestionable y masiva, y el ascenso de UPYD y CDS serán también otras apuestas interesantes para dinamizar la vida política española.




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