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La inteligencia animal

Uno de los debates tradicionales ha sido siempre si los animales tienen inteligencia. Sin duda los primates la tienen, pero ¿y los demás? Los investigadores han descubierto en años recientes que no sólo los primates más cercanos al hombre han demostrado poder cerebral. Así, los delfines, los perros y los elefantes también han demostrado esa capacidad mental.
Es interesante conocer que el cerebro del delfín es completamente diferente al de los primates, sobre todo en la neocorteza, que es el lugar clave de las funciones mentales superiores, como el razonamiento y el pensamiento consciente. El parentesco de los delfines con los seres humanos es muy lejano: hace 95 millones de años tuvimos un antepasado común apenas remoto. Sin embargo, cuando se trata de inteligencia, la conducta social y la comunicación, algunos investigadores sostienen que los delfines están tan cerca de los seres humanos como lo están los monos e incluso quizá más cerca, ya que entienden conceptos como el cero y conceptos abstractos. De hecho, hacen todo lo que los chimpancés y los bonobos pueden hacer, según ha comprobado Lori Marino, una neuróloga de la Universidad de Emory, especializada en la investigación de delfines. Lo sorprendente es que son muy diferentes de nosotros, pero al mismo tiempo nos parecemos mucho. Cuanto más aprendemos de ellos, más nos damos cuenta de que tienen la capacidad y las características que consideramos propias de las personas. Los delfines son capaces de reconocerse en el espejo y tienen un sentido de identidad social. No sólo saben quiénes son, sino que tienen un sentido de cuáles son sus grupos y de dónde provienen. Interactúan y comprenden el estado de salud y los sentimientos de otros delfines tan rápidamente que parece que están en sintonía con los demás.

Los investigadores han descubierto que para conocer los procesos de pensamiento en los animales no es preciso establecer su parentesco con el de los seres humanos y no es necesario ser primate para tener inteligencia.
Según Brian Hare, investigador de la Universidad de Duke, que estudia por una parte a los bonobos, uno de los primates más emparentados con el hombre, y por la otra a los perros,
la inteligencia animal no es algo lineal. Y pone unos ejemplos muy gráficos y fáciles de entender: “Piense en ello como una caja de herramientas (…) Algunas especies tienen un martillo sorprendente. Otras especies tienen un destornillador increíble».
Para los perros, por ejemplo, Hare sostiene que una herramienta principal es la observación obsesiva de los seres humanos y la capacidad de entender la comunicación humana. Los perros entienden muy bien cuando una persona apunta hacia algo, sea con una mano o un pie. Los chimpancés no lo entienden, de acuerdo a lo observado por Hare, autor de un interesante libro titulado «The Genius of Dogs» (el genio de los perros).

Otro ejemplo son los elefantes. Establecen lazos de empatía, se ayudan mutuamente y trabajan juntos. Si se les pone un ejercicio clásico de cooperación, en el que los animales sólo reciben alimento si dos tiran al mismo tiempo de los extremos opuestos de una cuerda, los elefantes aprendieron a hacerlo mucho más rápido que los chimpancés, según explica el investigador Josh Plotnik, director de investigación del elefante en la fundación Golden Triangle Asian Elephant, en Tailandia. Estos animales lo hacen aún mejor que los monos en cuanto a empatía y rescate, afirma Plotnik. En la naturaleza, él ha visto elefantes detenerse y trabajar juntos para rescatar a otro elefante que cayó en un pozo. Plotnik dice que «hay algo en el medio ambiente, en la evolución de esta especie que es única».
Estos y otros estudios científicos contribuyen a poner de relieve la inteligencia de los animales y cuánto debemos aún aprender acerca de ellos. La inteligencia no es patrimonio exclusivo de los seres humanos. Se diría incluso que muchos de ellos pueden dar lecciones a éstos.




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