El Western ha abordado ampliamente el papel del ejército en el proceso de la conquista del Oeste, en concreto de la caballería (Cavalry), que fue la encargada de abrir nuevas rutas de exploración y llevar seguridad a la expansión de los colonos, así como luchar contra los indios y los mejicanos, además de su papel vital en la Guerra de Secesión.
Por supuesto fue John Ford quien mejor retrató el mundo de la caballería, con su famosa trilogía: Fort Apache, Río Bravo, y La Legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949), interpretadas las tres por John Wayne, y basadas en las novelas: Massacre, War Party, y Misión With no Record, respectivamente, de James Warner Bellah. En las que aparecen tres temas esenciales: la vida militar y las relaciones entre los soldados, las guerras contra los indios, y cómo ambos aspectos influyen en la vida familiar y cotidiana de los personajes.

John Ford despliega una mirada nostálgica de la época y una visión afectuosa de los hombres y la Caballería. Más adelante, Ford retomaría el tema en “Misión de audaces” (The Horse Soldiers, 1959), que refleja un episodio real de la guerra de Secesión; en “El sargento negro” (Sergeant Rudletge, 1960), en la que se aborda el tema del racismo en la Caballería, con un soldado de actitudes perfectas que es acusado de violación; en “Dos Cabalgan Juntos” (Two Rode Together, 1962), aunque de una forma indirecta; y en “El Gran Combate” (Cheyenne Autumn 1964), en la que asistimos a los esfuerzos del capitán Archer (Richard Widmark) para solucionar el regreso de los indios a sus tierras.

Anthony Mann también se adentra en el tema de la Caballería en “The Last Frontier” (1955) y Raoul Walsh en “Una trompeta lejana” (A Distant Trumpet, 1964).
El renovador del Western que fue en su día Sam Peckinpah, también hace su aportación con “Mayor Dundee” (Major Dundee, 1965), con un sólido Charlton Heston en el reparto.

El Western lo constituyen, sin duda alguna, paisajes y perfil humano, dignidad y romanticismo. El desierto, las montañas, los ríos, los valles, las cataratas, las cumbres, los cañones…Es el género paisajista por excelencia y el primero que defiende valores ecológicos y medioambientales, con él se amplía la relación entre personajes y espacios libres, y pasa a cobrar un protagonismo evidente. En este entorno salvaje y natural, emergen mejor las personalidades de los personajes, se hacen más acentuados los valores y defectos, y los acontecimientos tienen más profundidad. Por eso el género ha sabido reflejar mejor que ningún otro la interrelación entre paisaje y personas. Aquí encontramos todo aquello que importa en esta vida. El heroísmo, los ideales, el destino de los perdedores, la grandeza de la honestidad y los valores, la justicia, la lealtad, el amor, la compasión, y el honor.

Anthony Mann fue uno de esos directores extraordinarios que realizó un magnífico trabajo para reflejar el protagonismo de la naturaleza en el Oeste, ayudado por el imprescindible James Stewart. Juntos proyectaron esa épica conquista por la tierra virgen superando obstáculos de todo tipo. Títulos como “The far country”, nos cuentan la fiebre del oro y cómo surgen los pueblos de la nada; en “The man of Laramie”, asistimos al enfrentamiento entre vecinos motivado por la codicia. En “Bend of the river” (Horizontes lejanos) y “The far country” (Tierras lejanas), James Stewart nos muestra la lucha por la tierra, guiando una caravana de colonos en la primera, y a sí mismo en la segunda.
Ese elemento está presente de nuevo, desde otro enfoque, el de recuperar la tierra, en “The Naked Spur”, donde Stewart, convertido en un cazarecompensas desarraigado, intenta recuperar su rancho tras la guerra con el dinero de la captura de un fugitivo. En “Winchester 73” el centro de atención es la legítima venganza y el poder de las armas en el Oeste.
El paisaje adquiere en el Western de Mann un protagonismo elevado, influyendo en los personajes y en la resolución de los acontecimientos, nos proporciona una visión de esa frontera en la que pugnan la violencia y la incipiente civilización. El individualismo, el hogar, las armas, y la comunidad, adquieren en su filmografía un papel destacado, así como la psicología de los personajes, que James Stewart supo abordar con eficacia, con pasados misteriosos, dudas morales, venganzas, y destellos de un futuro más feliz.
Anthony Mann completa su visión del Western con otras dos joyas, “The man of Laramie” (1955), con James Stewart, y “Man of the West” (Cimarrón, 1960), con Glenn Ford.

En los sesenta, irrumpió el denominado Spaghetti-Western, de la mano de Sergio Leone, que coloca a un recién descubierto Clint Eastwood en la iconografía necesaria del Oeste. Títulos como “Por un puñado de dólares“ (1964), ”La muerte tenía un precio” (1965), “El bueno, el feo, y el malo” (1966), y “Érase una vez en el oeste” (1968), con Henry Fonda, aportan nuevos elementos al género, enriqueciendo su lenguaje visual, musical, y narrativo.
En 1969, Sam Peckinpah nos muestra un Western nostálgico, violento y crepuscular, en “The Wild Bunch” (Grupo Salvaje), en el que William Holden encabeza un reparto veterano. Pero ya antes había rodado “Duelo en la Alta Sierra” (1962), “La balada de Cable Hogue” (1970), “Pat Garret y Billy the Kid” (1973), y “Tráiganme la cabeza de Alfredo García” (1974), exponentes de un Western crudo y realista.

Nos adentramos en la década de los setenta y cada vez se agranda más la figura de Clint Eastwood en cada película, imprescindible para el Western, con sus personajes duros, enigmáticos, de valores poliédricos y clásicos. Por esta época su alianza con el director Don Siegel dan como fruto “Two Mules for Sister Sara” (Dos mulas y una mujer) (1970) y “The Beguiled” (El seductor) (1971). Eastwood sigue labrando su aportación al género con otros títulos brillantes, que recogen ya algunos de los mejores elementos que desarrollaría después, en “Outlaw Josey Wales” (El fuera de la Ley, 1976) y en “High plains drifter” (Infierno de cobardes, 1973).
Tendremos que esperar a 1985 para contemplar otra obra maestra del Western, “El jinete pálido”, de nuevo con Clint Eastowod como actor y director. Su personaje del Predicador es puro Western clásico, y un brillante homenaje a “Shane” (Raíces profundas). Una gran película que revitaliza el género en la mejor tradición.
En los 90, aparecen “Los imperdonables” (1992), y el género explora nuevos terrenos, junto con los clásicos, con la magnífica “Dancing with wolves” (Bailando con lobos, 1990), de Kevin Costner, que recupera elementos esenciales del Western y nos sumerge en la cultura india nativa, convirtiéndose en una esperanza para el género; una maravillosa película que combina elementos en la tradición de Ford y Mann, con el paisaje y el retrato humano como protagonistas.

En 1993 “Posse” refleja la presencia de la comunidad afroamericana en el Oeste. Títulos como “Las forajidas” (1994) y “Rápida y mortal” (1995) nos muestran una perspectiva femenina, y “Hombre muerto” (1995) un paisaje por descubrir.
Clint Eastwood sería el encargado de retomar y fijar las referencias del mejor Western con su “Pale Rider” (El Jinete pálido, 1985), memorable, y su grandiosa “Unforgiven” (Sin perdón, 1992), que retrata un Oeste realista, duro, violento, y de paisajes duros y majestuosos. Algunos de los mejores elementos del género están presentes en ambas películas.

En los últimos años, hemos visto ocasionales títulos de calidad, que nos hablan de un género que aún puede mostrar sorpresas y ofrecer obras maestras. “Los tres entierros de Melquiades Estrada” (2005), de Tommy Lee Jones, nos lleva de nuevo a la frontera y sus leyendas, al igual que “Appaloosa” (Ed Harris, 2008), un Western clásico y tradicional, bien hecho, con una historia de amistad y valores, al igual que “Open Range” (Kevin Costner, 2003), y “El tren de las 3,10” (James Mangold, 2007).
Incluso la televisión nos ha aportado “Deadwood”, una serie bien documentada, de enorme calidad, realista, y que ha recuperado las claves del género, así como “Into the West”, otra formidable producción con el sello de Steven Spielberg, que recupera definitivamente el Western como género para las jóvenes generaciones.

En el cine del Oeste, acusado de machista muy a menudo, vemos que las mujeres también tienen un protagonismo fundamental, aunque no siempre sea evidente. Su presencia o ausencia es la razón de muchos de los acontecimientos y su influencia es determinante. La mujer y la familia aparecen retratadas como elementos indispensables para consolidar la Conquista del Oeste, y alimentar de vida y esperanza unas tierras que estaban por civilizar. La mujer representa ese elemento civilizador en un mundo primitivo, esencial para dotar de estabilidad un entorno duro y lleno de riesgos. Su papel en la frontera es importante, aunque no sea del agrado de las feministas que desearían reescribir la historia a su gusto.
Hay varios perfiles tradicionales, el de la mujer fuerte, pionera, vital para el asentamiento y el progreso de las comunidades, que es la “chica buena”, y la mujer del saloon, de vida alegre, o prostituta, que es la considerada “chica mala”. Son dos modelos que, con diferentes tratamientos argumentales, aparecen habitualmente en el Western. La mujer buena, en su papel de esposa, compañera fiel, hija abnegada, etc, y la mujer mala, manipuladora, que lleva al hombre por el mal camino, despertando su lascivia, violencia, y crueldad. También encontramos a la prostituta de buen corazón y la redimida. O la mujer con mala fama, pero de mejores sentimientos que algunas de las consideradas “buenas”.

Asimismo, la tradición bíblica se refleja frecuentemente en los personajes femeninos del Western. Muchas de las femme fatales se caracterizan por su rebeldía, erigiéndose en mujeres orgullosas, autosuficientes, cargadas de atractivo sexual. Actrices como Marlene Dietrich, Joan Crawford, Jeanne Crain y Cate Blanchett, recrearon este tipo de personajes de forma magistral.
El género ha alabado en numerosas películas el esfuerzo, la valentía, y la importancia del trabajo de los personajes femeninos, que a menudo se nos presentan como salvaguarda de los valores familiares, del progreso, y como elemento redentor de numerosos personajes masculinos: el forajido, el ex pistolero de oscuro pasado, el violento ranchero, o el héroe desencantado de todo.
Sin embargo, hay películas en las que las mujeres juegan un rol distinto, como en “Johnny Guitar”, donde dos mujeres se enfrentan por celos y despecho en una intensa historia de amor, o en “Westward the Women” (Caravana de mujeres, William Wellman, 1951), donde un grupo de mujeres realiza una dura travesía para llegar a un pueblo en busca de marido. Su viaje es pura epopeya Western, salvando obstáculos para alcanzar un futuro mejor. En esta película se refleja perfectamente la importancia de las mujeres en la expansión y conquista del Oeste.

Mención especial merece la presencia de la mujer en “Unforgiven” (Sin perdón, Clint Eastwood, 1992), donde entrevemos una mágica historia de amor que lleva a la redención, como en tantas películas clásicas del Oeste, y la salvación y dignificación de las prostitutas en ese proceso. O el papel esencial de la mujer en “Open Range”, donde el amor entre una solterona y un vaquero maduro salpican de intensidad narrativa esta hermosa película que rinde tributo a los mejores Westerns.
En “Dancing with wolves” (Bailando con lobos, Kevin Costner 1990), el personaje femenino recupera trascendencia desde dos enfoques: el de una mujer blanca que ha debido sobrevivir en otra cultura (la india) y su historia de amor con el soldado que descubre la libertad interior y otra forma de vida. También impregna de romanticismo toda la película.
El género ha sabido reflejar fielmente la escasez de las mujeres en el Oeste, algo que era realmente así, lo que explica su presencia limitada y en determinados roles en los films Western. No es discriminación, sino reflejar la presencia femenina tal y como era en aquella época, sin artificialidades ni engaños.

Por lo demás, el género ha retratado el Oeste como una tierra de promisión y libertad, en la que hombres y mujeres pueden prosperar y labrarse un futuro, independientemente de su pasado, partiendo del esfuerzo personal y el trabajo duro. Todo un mensaje que entronca con el auténtico espíritu americano y los valores conservadores que llevaron a esta nación a liderar el mundo.
Aunque se manejan muchos roles bien definidos y en ocasiones estereotipos, otras tantas veces rompe los convencionalismos y sus personajes se muestran en la vanguardia de los comportamientos sociales, sin perder ni un ápice el patriotismo y los valores que caracterizan al Western. Esa gran reserva moral, de valores conservadores, y cultura genuina de los Estados Unidos.