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El Proyecto Jaguar

El jaguar es uno de los grandes felinos más amenazados, por eso programas como el Proyecto Jaguar, que se desarrolla en Argentina, es vital para su mejor conocimiento y preservación. Actualmente las impresionantes Cataratas del Iguazú, ubicadas en la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil, señalan el límite exterior de este proyecto que intenta proteger al felino emblema del continente americano, ya que hay otros similares en otros países.
En las profundidades del bosque atlántico, lejos de los barcos turísticos, el jaguar lucha por su supervivencia. El Proyecto Jaguar, puesto en marcha hace ocho años en el Bosque atlántico del Alto Paraná, que comparten Argentina, Brasil y Paraguay, y dirigido por un equipo de científicos argentinos, despliega una campaña para capturar algunos ejemplares y colocarles collares provistos de rastreo GPS que permitan determinar el rango de su hábitat y otros comportamientos, algo que contribuirá a elaborar recomendaciones a los organismos competentes del gobierno, por ejemplo cuáles son las áreas del bosque que deben tener la mayor protección posible.

Al igual que se hace en Estados Unidos en otros programas similares, las trampas de los científicos no dañan a los jaguares, ya que están diseñadas para deslizarse alrededor de las patas del felino, de modo que no pueda moverse. Una vez que son capturados, el animal es anestesiado para poder examinar su salud y ajustar el collar.
Los expertos del proyecto, que han colaborado para los análisis de viabilidad poblacional con el Lincoln Park Zoo de Chicago, calculan que sólo 50 jaguares deambulan por esta zona, cada año quedan menos y a medio plazo, en 20 o 30 años, las posibilidades de extinción de la especie son bastante altas.
Es una realidad constatable que el jaguar está amenazado por la pérdida de su hábitat natural debido a la actividad humana y a la caza ilegal. Así, el grupo de modelos de población predice que la especie quedará extinguida en Argentina en unas cuantas décadas si no se pone remedio antes.

Como es habitual en estos casos, la estupidez y la codicia humanas están detrás de esta extinción acelerada, ya que los jaguares son muy valorados por sus pieles, que pueden costar hasta US$ 5.000 en el mercado ilegal. En la década de los sesenta y setenta, se estima que 18.000 jaguares fueron cazados cada año en toda América por sus pieles. Una caza salvaje que derivó en la situación actual de la especie. Ya no se le caza tanto, pero sólo porque ya no hay tantos jaguares.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) calcula que sólo quedan 15.000 jaguares en su medio natural. En Argentina viven en tres núcleos aislados pero disminuyen en número, al igual que su historial genético, lo que hace cada vez más difícil una reproducción viable.
Los jaguares pueden encontrarse en la parte meridional de Estados Unidos y hasta la punta de América del Sur, pero ahora sólo ocupan el 40% de su área de distribución histórica.

Esto por sí mismo es una mala noticia para los jaguares y para los ecosistemas porque en las zonas donde los grandes depredadores están desapareciendo, como es el caso del jaguar, existe un desequilibrio creciente entre las abundantes especies menores, especialmente sus presas y también de carnívoros más pequeños. Por consiguiente, el ecosistema general empieza a perder su equilibrio. Por eso es imprescindible eliminar la caza y la deforestación, si no lo hacemos de aquí a unos pocos años el felino más grande y cazador del continente americano será solamente un recuerdo y quedará extinguido.
Su alto valor biológico y para los ecosistemas en los que habita, hacen necesario que lo conservemos activamente y garanticemos su supervivencia.




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